Si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes
- 30 Abril 2016
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Evangelio según San Juan 15,18-21.
Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
San José Benito de Cottolengo
Como San Juan Bosco, San Luis Orione y San Leonardo Murialdo, San José Benito Cottolengo vino al mundo en el Piamonte, una región marcada por los avatares trágicos de la Revolución Francesa, donde en el siglo XIX llevó a cabo una heroica labor en pro del desamparado y el necesitado
El 3 de mayo de 1786 vino al mundo en la pequeña población de Bra, provincia de Cuneo, José Benito Cottolengo, el primero de los doce hijos de un comerciante de lanas y de una devota y piadosa dama piamontesa de quien aprendió los principios de la Fe cristiana.
La infancia y adolescencia del muchacho estuvieron marcadas por los avatares trágicos de la Revolución Francesa, que estremeció al Piamonte casi tanto como a la misma Francia, y por la posterior invasión napoleónica que sujetó toda Europa a su dominio. Encontrándose su tierra sometida al imperio francés, José Benito debió cursar sus estudios sacerdotales en la clandestinidad y como no le resultaron fáciles se encomendó a Santo Tomás de Aquino. ¡Su intercesión ante Dios fue tan eficaz que aprobó con éxito todos los exámenes!
El 8 de junio de 1811 fue ordenado sacerdote en la capilla del seminario de Turín y al poco tiempo se lo designó vicepárroco de Corneliano d’Alba. Doctorado en Teología en 1816, fue convocado a integrar la Congregación de los Canónicos de la iglesia de Corpus Domini en Torino (Turín), pero rápidamente comenzó a sentir una profunda insatisfacción por lo que suponía era una suerte de inacción de su parte. En esas circunstancias comenzó a profundizar y meditar sobre las grandezasde la vida y las enseñanzas de San Vicente de Paul, actitud que, según sus biógrafos lo condujo a una madurez espiritual sin precedentes. Fue entonces que ocurrió un hecho que habría de marcarlo para toda la vida. El 2 de septiembre de 1827, una humilde mujer de origen francés que viajaba desde Milán a Lyon con su esposo y sus tres hijos, llamó a las puertas de su parroquia en busca de auxilio. La mujer, gravemente enferma, se hallaba en el sexto mes de embarazo y necesitaba urgente atención. Benito al verla en ese estado la condujo en su carruaje hasta el cercano hospital de tuberculosos con la intención de que la atendiesen lo más rápidamente posible pero, grande fue su sorpresa cuando sus autoridades le manifestaron que no estaban en condiciones de hacerlo por tratarse de una extranjera que no reunía los requisitos legales para ser internada. Además, dada su extrema pobreza, no podía costearse ningún tratamiento. De inmediato, partió Benito rumbo a otro nosocomio, el Hospicio de Maternidad, donde obtuvo los mismos resultados. Afligido, hizo nuevos intentos en otras instituciones sanitarias pero todo fue en vano: la pobre mujer expiró en sus brazos tras una larga agonía y mucho sufrimiento.
Grande fue su desconsuelo, tremendo su dolor; dolor que se tornó insoportable al ver los rostros desolados del marido y los tres niños, ahora huérfanos. «Esto no puede volver a ocurrir. Debo hacer algo para que la gente desamparada tenga un sitio al que acudir», pensó Benito, atormentado por el recuerdo de la mujer muerta en sus brazos. El 17 de enero de 1828 José Benito Cottolengo alquiló a un particular una sencilla habitación frente a la iglesia parroquialy en ella instaló cuatro camas, abriendo de esa manera un pequeño hospital llamado la«Valle Rossa». Lo asistían el médico Lorenzo Granetti y el farmacéutico Pablo Anglesio, bajo la atentadirección de doña Mariana Nasi Pullini, rica viuda de la región que efectuó los primeros aportes a la naciente obra, llamada en un primer momento Damas de la Caridad. La institución fue creciendo y al cabo de tres años contaba con 210 internados y 170 asistentes. Necesitado de más colaboración, el P. Benito fundó una congregación dedicada exclusivamente a prestar asistencia al nosocomio recientemente fundado y designó superiora a Mariana Nasi.
En 1831 estalló una epidemia de cólera que azotó ferozmente a Turín. Las autoridades, temerosas de que el hospital se convirtiese en un centro de propagación del temible flagelo, ordenaron clausurarlo y dejaron una vez más a los pobres enfermos totalmente desamparados.
Lejos de amilanarse, Cottolengo se encaminó al barrio de Valdocco, por entonces en las afueras de la ciudad, y allí fundó la Pequeña Casa de la Divina Providencia«La caridad de Cristo nos anima». que, andando el tiempo, habría de convertirse en un magnífico hospital con capacidad para 10.000 pacientes. Y sobre sus puertas mandó esculpir las palabras de San Pablo:
Su fuerza de espíritu y la ayuda de almas caritativas le permitieron inaugurar nuevos pabellones que engrandecieron considerablemente el establecimiento. Así vieron la luz la Casa de la Esperanza, la Casa de la Fe, la Casa de Nuestra Señora y el Arca de Noé, donde fueron internados pacientes de extrema pobreza. El pabellón denominado Amigos Queridos fue destinado a los enfermos mentales, siguiéndole el de los huérfanos, los inválidos, los desamparados y los sordomudos.
Tal fue la grandeza y amplitud de la obra que un escritor francés de visita en Turín en aquellos días manifestó asombrado: «Esto es la universidad de la caridad cristiana».
Los restos del santo se encuentran en una imagen de cera dentro de un relicario de cristal en la Piccola Casa della Divina Providenza, en la via Cottolengo de Turín
Hechos prodigiosos
El Padre Cottolengo jamás llevó cuentas ni hizo inversiones. Solía gastar todo en su obra sin guardar nada para el día siguiente. En cierta oportunidad uno de sus asistentes le dijo que no había alimento para los enfermos y que la situación era apremiante. El padre Benito reu-nió a la comunidad y preguntó si alguno de los presentes tenía dinero. Cuando alguien le dio un par de billetes los alzó a la vista de todos y los arrojó por la ventana. Poco después llegó desde la ciudad todo lo necesario para los internados.
Otro día, a la misma hora, ocurrió un hecho similar. No había nada para los pacientes. En vista de ello el santo se retiró con sus religiosas y algunos enfermos a rezar. Y enfrascado se hallaba en sus oraciones cuando cerca del medio día se detuvieron frente al hospicio ¡varios carros del ejército con el almuerzo que los regimientos no iban a utilizar por encontrarse en maniobras a mucha distancia! Rumbo a los altares
Tanto trabajo y tanta vocación, minaron la salud de Cottolengo. Intuyendo que su fin estaba cerca, escribió al conde Castegnetto manifestándole, entre otras cosas, que temía llegar a la siguiente Pascua sin ver extendida la mano de Dios sobre la Pequeña Casa. Hacía alusión a un importante crédito que se debíacubrir y que lo tenía sumamente angustiado. Y una vez más el Señor respondió a su pedido ya que a los pocos días el rey Víctor Manuel le envió sorpresivamente 5.000 liras, seguidas de otras 36.000 que le dejaba en herencia el canónico Valletti. Para la Pascua, ¡el crédito estaba cubierto!.
En 1842 la peste de tifus se abatió sobre Turín. San José Benito enfermó y el 30 de abril falleció, a los 56 años de edad, después de recibir la Unción de los Enfermos en Chieri, el día anterior. Esa misma tarde se casaba el rey Víctor Manuel y para no amargar tan fastuoso acontecimiento, su cuerpo fue trasladado en el más absoluto silencio a la capilla de la Pequeña Casa donde fue velado sin pompa y con sencillez. El 29 de abril de 1917 el Papa Benedicto XIV lo declaró beato y el 19 de marzo de 1934 Pío XI lo proclamó santo. San José Benito Cottolengo conoció y trabó amistad con otro hombre de Dios, San Juan Bosco, a través del cual un discípulo de este último, el joven estudiante Luis Orione, supo de sus obras, su grandeza y su fortaleza espiritual. Y tanto fue lo que Cottolengo influenció en el futuro seminarista, que cuando varios años después él mismo inició su camino de santidad, bautizó a su naciente congregación con el nombre de Pequeña Obra de la Divina Providencia, en recuerdo de la fundada por el gran apóstol de Valdocco. Hoy se denomina a las instituciones que cobijan a huérfanos y desvalidos con el nombre de«cottolengos», prueba evidente de la grandeza de su mentor. El Piamonte es tierra de grandes santos que hicieron de la piedad y la ayuda alnecesitado, su cruzada y evangelio. San José Benito Cottolengo fue quizás el precursor de todos ellos.
Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San José Benito de Cottolengo para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora del África, Argel (1876)
San Juan Pablo II (1920-2005), papa Homilía en la conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX, 7/5/00
“Si el mundo os odia, sabed que primero me ha odiado a mí”
“El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna” (Jn 12,25). Se trata aquí de una verdad que el mundo contemporáneo a menudo rechaza y desprecia, porque hace del amor a sí mismo el criterio supremo de la existencia. Pero los testigos de la fe [del siglo XX] no han pensado en su ventaja propia, ni en su bienestar, ni tan sólo en su supervivencia como si fueran valores superiores a la fidelidad al Evangelio. A pesar de su debilidad, se han opuesto vigorosamente al mal. En su fragilidad ha brillado la fuerza de la fe y de la gracia del Señor. La preciosa herencia que estos testigos de la fe nos han dejado es un patrimonio común a todas las Iglesias y a todas las Comunidades eclesiales… El ecumenismo más convincente es el de los mártires y los testigos de la fe; ello indica a los cristianos del siglo veintiuno el camino de la unidad. Es la herencia de la cruz vivida a la luz de la Pascua; herencia que enriquece y sostiene a los cristianos a medida que avanzan en el nuevo milenio… ¡Que en el siglo y milenio que empieza, la memoria de estos hermanos y hermanas, permanezca siempre viva! ¡Que se transmita de generación en generación, a fin de ser semilla fecunda de una profunda renovación cristiana! ¡Que se guarde como un tesoro de insigne valor para los cristianos del nuevo milenio y sea levadura para llegar a la plena comunión de todos los discípulos de Cristo!... ¡Pido al Señor para que la nube de testimonios que nos rodea (Hb 12,1) nos ayude a todos nosotros, creyentes, a saber expresar nuestro amor a Cristo con una valentía igual a la suya, para aquel que permanece viviendo en su Iglesia, hoy como ayer, mañana y siempre!
Ustedes no son de este mundo
Juan 15, 18-21. Pascua. No temamos, Dios siempre está con nosotros. Debemos orar y confiar. Él ha vencido al mundo.
Oración introductoria
Ser un elegido de Cristo, ¿tiene alguna influencia en mi vida? Permite, Señor, que esta oración taladre la dura costra de mi indiferencia. No puedo seguir absorto en la rutina, inmerso en el conformismo, ciego ante las injusticas del mundo. Ayúdame a descubrir en las dificultades una oportunidad para afianzar mi vida en Ti.
Petición
Señor, enséñame a recorrer el camino de la cruz, que es el camino del amor.
Meditación del Papa Francisco
El Hijo del hombre es el que recibe de Dios «poder, honor y reino». Jesús da un nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en cuanto siervo, el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está disponible al don total de la vida. En efecto, con su pasión y muerte él conquista el último puesto, alcanza su mayor grandeza con el servicio, y la entrega como don a su Iglesia.
Hay una incompatibilidad entre el modo de concebir el poder según los criterios mundanos y el servicio humilde que debería caracterizar a la autoridad según la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Incompatibilidad entre las ambiciones, el carrerismo y el seguimiento de Cristo; incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los triunfos terrenos y la lógica de Cristo crucificado. (Homilía de S.S. Francisco, 18 de octubre de 2015).
Reflexión
Muchos de nosotros tenemos algunos caracteres que nos identifican como hijos del señor "Y" y la señora "X". Son los rasgos heredados de nuestros padres. Lo que los científicos llaman el patrimonio genético. De ellos heredamos unos ojos oscuros o claros, el color de nuestro cabello, nuestra estatura, y también algo de lo que será nuestro temperamento. Como cristianos, también heredamos rasgos espirituales de nuestra madre la Iglesia. Lo dice claramente Jesucristo: pertenecemos a algo que va más allá de nuestros pobres horizontes materiales. No somos de este mundo. La gracia nos eleva a un orden superior. Pero debemos ser conscientes de que también muchos de nuestros hermanos en Cristo sufren el desafío continuo de la fe, ya sea con la persecución, las calumnias, o hasta con la misma vida. Pensaríamos que dentro de las cosas heredadas, esta sería una de esas enfermedades mortales que se tienen sin ser deseadas. Pero la realidad es que Dios en su infinita sabiduría, lo ha puesto como el vínculo más estrecho entre su Reino que espera. Y nosotros peregrinos buscamos siempre la forma de acercarnos más a Él. No temamos, pues, su brazo siempre está con nosotros. Debemos orar y confiar. Él ha vencido al mundo.
Propósito
Colaborar en un proyecto apostólico en mi parroquia o en algún movimiento o asociación.
Diálogo con Cristo
Jesús, tu Evangelio me recuerda que para seguirte tengo que recorrer el camino de la cruz, que no es otra cosa que el desprenderme de todo obstáculo que me impida amarte más y mejor. Ayúdame a seguirte el día de hoy, ofreciéndote mi cumplimiento esmerado y fiel a mi deber, el control de mis reacciones y la renuncia a todo lo que me impida donarme a los demás.
María está cerca de cada uno de nosotros
Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, está Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net
Esta poesía de María –el «Magníficat»– es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un "tejido" hecho completamente con "hilos" del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios. Se puede ver que María, por decirlo así, "se sentía como en su casa" en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad.
María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el bien en el mundo.
Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.
Pero pienso también en el «Compendio del Catecismo de la Iglesia católica», en el que la palabra de Dios se aplica a nuestra vida, interpreta la realidad de nuestra vida, nos ayuda a entrar en el gran "templo" de la palabra de Dios, a aprender a amarla y a impregnarnos, como María, de esta palabra. Así la vida resulta luminosa y tenemos el criterio para juzgar, recibimos bondad y fuerza al mismo tiempo.
María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros.
Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas.
Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" –así lo dijo el Señor–, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.
Francisco, durante la audiencia de hoy
"Nadie debe mantenerse alejado de Dios a causa de los obstáculos puestos por los hombres"
Francisco apuesta por la reconciliación y la misericordia: "Dios nunca deja de ofrecernos su perdón"
El Papa invita a los fieles a "ser instrumentos de reconciliación y sembradores de paz"
Jesús Bastante, 30 de abril de 2016 a las 10:25
• Efecto Francisco y Año de la misericordia: Crece el número de peregrinos que van al Vaticano
• Francisco clama por una misericordia "que nunca puede dejarnos tranquilos"
"Continuad en vuestro camino de fe, abrid vuestro corazón a Dios padre misericordioso, que nunca se cansa de perdonarnos", añadió, apuntando que "la esperanza cristiana es certeza de la victoria del amor sobre el odio, de la paz sobre la guerra"
Miles de fieles, con el Papa
(Jesús Bastante).- "Dios nunca ha dejado de ofrecer su perdón a los hombres: su misericordia se siente de generación en generación". Francisco abogó hoy por la misericordia y la reconciliación en la audiencia especial que todos los últimos sábados de mes, mantiene en la plaza de San Pedro con motivo del Año de la Misericordia. "Nadie debe mantenerse alejado de Dios a causa de los obstáculos puestos por los hombres", clamó el Papa, en un nuevo llamamiento a los que anteponen la norma escrita ante el sufrimiento de las personas.
Ante un auditorio repleto, y con nutrida presencia de militares y policías (que celebran hoy su Jubileo), el Papa reconoció cómo "a menudo, creemos que con nuestros pecados Dios se aleja de nosotros, pero en realidad, somos nosotros los que nos alejamos de Él". Sin embargo, "Dios nunca se resigna a que una persona viva ajena a su amor".
"El pecado es, realmente, una expresión de rechazo de su amor, con la ilusión de encontrar una mayor libertad y autonomía. Pero lejos de Dios no tenemos una meta, y peregrinos en este mundo, nos volvemos vagabundos".
Para Francisco, el pecado "siempre provoca una mayor distancia entre nosotros y Dios, y esto puede convertirse en un abismo". Sin embargo, "Jesús nos está buscando como un buen pastor, que no es feliz hasta que no encuentra a la oveja perdida". Gracias a Jesús, "se reconstruye el puente que nos lleva de nuevo al Padre, y nos permite volver a descubrir la dignidad de ser hijos suyos".
"Dejaos reconciliar con Dios", pidió el Papa. "¡Vamos a reconciliarnos con Dios!", recalcó, señalando que "este Jubileo de la Misericordia es un tiempo de reconciliación para todos". "La comunidad cristiana puede, y debe, fomentar el retorno a Dios de aquellos que sienten su nostalgia", proclamó el Papa, quien añadió que "nadie debe mantenerse alejado de Dios a causa de los obstáculos puestos por los hombres".
"Este Año Santo es el tiempo favorable para redescubrir la necesidad de ternura y cercanía del Padre y volver a Él con todo nuestro corazón", añadió Francisco, quien recordó "otras formas de reconciliacion: en las familias, en las relaciones, en las comunidades eclesiales, así como en las relaciones sociales e internacionales. (...) La reconciliación es también un servicio a la paz, el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales, la solidaridad y la acogida para todos".
"Invito a reconciliaros con Dios para ser nuevas criaturas y poder irradiar su misericordia en medio de la gente", concluyó el Papa, quien saludó a los representantes de Fuerzas Armadas y Policía de todo el mundo, reunidos en Roma para participar en su Jubileo, y les animó a "contribuir a la construcción de un orden fundado sobre la verdad, la justicia, el amor y la libertad".
"Continuad en vuestro camino de fe, abrid vuestro corazón a Dios padre misericordioso, que nunca se cansa de perdonarnos", añadió, apuntando que "la esperanza cristiana es certeza de la victoria del amor sobre el odio, de la paz sobre la guerra".
Este fue el saludo en castellano:
Queridos hermanos y hermanas:
Uno de los aspectos importantes de la misericordia es la reconciliación. Dios nunca nos deja de ofrecer su perdón; no son nuestros pecados los que nos alejan del Señor, sino lo que somos nosotros pecando, quienes nos alejamos de él. Al pecar «le damos la espalda» y crece así la distancia entre él y nosotros. Jesús, como Buen Pastor no se alegra hasta que no encuentra a la oveja perdida. Él reconstruye el puente que nos reconduce al Padre y nos permite reencontrar la dignidad de hijos. Este Jubileo de la Misericordia es para todos un tiempo favorable para descubrir la necesidad de la ternura y cercanía del Padre y retornar a él con todo el corazón. *** Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los Ordinarios y Delegados Militares, asistentes espirituales y miembros de las fuerzas armadas y de policía, con sus familias, provenientes de Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, España, Guatemala, Perú, México y República Dominicana.
Invito a todos a que en cada uno de los diversos ambientes en los que se mueven, sean instrumentos de reconciliación y sembradores de paz; y continúen por el camino de la fe abriendo el corazón a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonar. Ante los retos de cada día, hagan resplandecer la esperanza cristiana, que es certeza de la victoria de amor ante el odio y de la paz ante la guerra. Muchas gracias.