«Para que encontréis la paz en mi»

Evangelio según San Juan 16,29-33. 

Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios". Jesús les respondió: "¿Ahora creen? 

Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo". 

Nuestra Señora de Luján
Patrona de la República

Solemnidad

Libro del profeta Isaías 35, 1-6a.10
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡ Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.

Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos.»

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo.

Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.

Salmo: Lc 1, 46-48. 49-50. 51-53. 54-55 

«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. 

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen. 

Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías. 

Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham
y de su descendencia para siempre.»

Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Efeso1, 3-14

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.

El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.

En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.

Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo.

En él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria.

En él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello y por el Espíritu Santo prometido.

Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria.

Evangelio según san Juan 19, 25-27

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»

Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia

Poesía «Porque te amo, Oh María», §20-25

«Madre, aquí tienes a tu hijo»

Los pobres pecadores escuchan la doctrina de quien quisiera a todos en el cielo admitir; tú te encuentras con ellos, María, en la colina; alguien dice a tu Hijo que lo buscas allí; entonces tu divino Jesús ante las turbas nos demuestra su amor a nosotros sin fin: dice:"¿Quién es mi hermano, mi hermana, mi Madre sino aquel que practica mi voluntad por Mí?» (Mt 12,24-50)

Virgen Inmaculada y Madre la más tierna, oyendo eso a Jesús, comprendes su ideal; No te apena, te alegra que nos haga entender que nuestra alma se torna su familia aquí ya; Sí, ¡te causa alegría que Él su vida nos done y el tesoro infinito de su divinidad...!

¿Cómo no te he de amar, oh, mi Madre querida, viendo en ti tanto amor y tan honda humildad?

Tú nos amas María, como Jesús nos ama, por nosotros aceptas verte alejada de Él.
Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo tú quisiste probarlo, siendo nuestro sostén.
Sabía el Salvador de tu inmensa ternura, tu corazón de Madre conocía muy bien;
del pecador refugio, te nos dejó a nosotros junto a la Cruz y al cielo a esperarnos se fue.

La casa de San Juan se hace tu único asilo, de Zebedeo el hijo a Jesús reemplaza...

Es el postrer detalle que nos da el Evangelio; de la Reina del cielo ya nunca más se habla.

Mas este hondo silencio, ¡oh, mi Madre querida!, ¿no revela, quizás, que quiere el Verbo eterno por sí mismo cantar de tu vida el misterio, asombrando a tus hijos, los electos del cielo?

Yo escucharé muy pronto esa dulce armonía, iré muy pronto a verte en el hermoso cielo.
Pues viniste a sonreírme de mi vida en la aurora, ¡sonríeme en la tarde..., que ya va oscureciendo...!
No temo el resplandor de tu gloria suprema, He sufrido contigo y ahora yo deseo cantar en tus rodillas, María, por qué te amo, ¡y repetir por siempre que soy tu hija, quiero...!

Beato Enrique Suso (c. 1295-1366), dominico 
El libro de la Sabiduría eterna

«Para que encontréis la paz en mi»

«Señor, desde los días de mi juventud, he buscado un no sé qué, con una sed impaciente. ¿Qué era esto, Señor?» Y todavía no lo he captado del todo. He aquí que hace muchos años que lo deseo ardientemente y  todavía no lo he podido captar... Y, sin embargo, es sólo esto lo que atrae a mi corazón y mi alma, y sin lo cual no puedo permanecer en una paz verdadera. 

Señor, quería buscar mi felicidad en las criaturas de este mundo, tal como veía que lo hacían tantas personas a mí alrededor. Pero cuánto más buscaba, menos hallaba; cuánto más me acercaba a ellas, más me alejaba. Porque las cosas me decían: «Yo no soy eso que buscas». ¿Es, pues, a ti, Señor a quien durante tanto tiempo he buscado? ¿Es, pues, hacia ti que la atracción de mi corazón siempre y sin cesar luchaba? Entonces ¿por qué no te me has mostrado antes? ¿Cómo es posible que durante tanto tiempo hayas diferido este encuentro? ¿En cuántos caminos extenuantes no me he yo atascado? Porque es realmente feliz el hombre a quien tu previenes con tanto amor; no le dejas en reposo hasta que en ti sólo busca su descanso.

Santa María Dominga Mazzarello
(1837-1881)

Beatificada el 20-11-38
Canonizzada el 12-6-51

Maria Dominga Mazzarello, primogénita de siete hijos, nace en Mornese  (Alessandria), Italia, el 9 de mayo de 1837. En familia, junto a su padre José y su madre Maria Magdalena, aprende muy pronto la paciente  espera de  los milagros de la naturaleza, la sencillez y el compartir en  el dolor y la prueba, la dulzura y la serenidad de un núcleo familiar unido en torno a las enseñanzas del catecismo y a la visión de una fe fuerte. Su familia la formó en una piedad sólida, en una laboriosidad incansable y en aquel idéntico sentido  práctico y profundidad de juicio que manifestó después como Superiora. Con  15 años se inscribió en la Asociación de las Hijas de Mª Inmaculada y se abrió al apostolado de las chicas del pueblo. La  grave enfermedad del tifus contraída a los 23 años tuvo en ella  una fuerte resonancia espiritual: la experiencia de la  fragilidad física, si por una parte la llevó a un abandono más profundo en Dios, por otra la impulsó a abrir un taller decorte y  confección para enseñar a las muchachas el trabajo, la oración y el amor a Dios. Gracias a la intensa participación en los sacramentos y bajo la sabia e iluminadora guía de Don Pestarino hizo grandes progresos en la vida espiritual. Con ocasión de la visita de Don Bosco a  Mornese (8-10-1864) dijo: "Don Bosco es un santo y yo lo siento". En  el 1872  Don Bosco la escogió para iniciar el Instituto de las Hijas de Mª Auxiliadora.

Como Superiora se mostró hábil formadora y maestra de vida espiritual. Tenía el carisma de la alegría serena, irradiando gozo e implicando a otras jóvenes en el empeño de dedicarse a la educación de la mujer. El  Instituto se desarrolló rápidamente. A su muerte dejó a sus Hijas una tradición educativa permeada de valores evangélicos: la búsqueda de Dios conocido a través de una catequesis  iluminada y un amor ardiente, la responsabilidad en el  trabajo, la lealtad  y la humildad, la austeridad de vida y la gozosa entrega de  sí.

Murió a los 44 años, en Nizza Monferrato el 14 de mayo de 1881,  después de cantar un himno a la virgen Santísima, expiró santamente. Sus tres grandes amores fueron la Eucaristía, María  Auxiliadora  y la juventud pobre para educarla y salvarla
Sus  restos se veneran en la Basílica de Mª Auxiliadora en Turín. Su fiesta se celebra el 13 de mayo.

Oremos
Tú, Señor, que concediste a Santa María Dominga Mazzarello el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

Yo he vencido al mundo
Juan 16, 29-33. Pascua. Si tenemos a Cristo en nuestro corazón, adiós tristezas, adiós angustias, adiós soledad.


Oración introductoria
Señor, celebrando a tu Madre santísima de Fátima, inicio esta oración diciéndote que creo en Ti y en todo lo que has revelado para nuestra salvación. Espero en Ti porque confío en tu misericordia. Cada acto tuyo en la tierra demuestra tu amor por nosotros. Te amo y te reitero mi deseo de que seas el centro de mi vida.

Petición
Jesús, dame la docilidad para no buscar la paz en mis fuerzas o habilidades, sino en tu poder divino.

Meditación del Papa Francisco
No se puede ser cristiano, sin trabajar continuamente para ser justos. Una cosa que nos ayudaría mucho sería preguntarnos si ¿creo o no creo? Si creo un poco y un poco no. ¿Soy un poco mundano y un poco creyente?

Sin fe no se puede seguir adelante, no se puede defender la salvación de Jesús. Necesitamos el escudo de la fe, porque el diablo no nos lanza flores sino flechas en llamas para matarnos. Hay que tomar el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. Los invito a rezar constantemente, a velar con oraciones y súplicas.

La vida es una milicia. La vida cristiana es una lucha, una lucha bellísima, porque cuando el Señor vence en cada paso de nuestra vida, nos da una alegría, una felicidad grande: esa alegría porque el Señor ha vencido en nosotros, con la gratuidad de su salvación. Pero sí, todos somos un poco vagos en la lucha y nos dejamos llevar adelante por las pasiones, por algunas tentaciones. Es porque somos pecadores, ¡todos! Pero no se desanimen. Valentía y fuerza, porque el Señor está con nosotros. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 30 de octubre de 2014, en Santa Marta).

Cuántas veces —nosotros no lo sabemos, lo sabremos en el cielo—, cuántas veces nosotros estamos ahí, ahí… [a punto de caer] y el Señor nos salva: nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia. Nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy. Que la Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia.(Homilía de S.S. Francisco, 28 de febrero de 2016).

Reflexión
Unos versículos antes de este evangelio Jesús habla clara y abiertamente a los apóstoles sobre su Padre. Por ese exclamarían “ahora sí no hablas con parábolas” Y versículos después Jesús se encuentra en oración antes de padecer los sufrimientos en la cruz. En medio de ambos versículos nos encontramos rejuvenecidos por su palabra. Es Jesús quien nos anima a ser fuertes, es Él quien nos dice que no estaremos exentos de tribulación pero tampoco de su gracia.

Por ello, ¿por qué nos extrañamos si en nuestra vida como cristianos atravesamos por dificultades, problemas o desilusiones que jamás hubiésemos pensado que nos sucederían a nosotros? Ya oímos decir a Jesús estas palabras dirigidas a Pedro "mira que Satanás ha pedido permiso de cribaros como trigo". Y en el libro de Job, Satán pide permiso a Dios para tentar a su siervo.

Es una constante en la vida de todo hombre: la tribulación, la aflicción. Y efectivamente, tanto Pedro como Job fueron probados duramente. Tanto así que el primero negó a su maestro y el segundo maldijo el día de su nacimiento. Sin embargo, ambos encontraron la paz de Cristo después de la lucha. Ambos confiaron en el Señor y en el momento oportuno les llegó su recompensa. La paz de Cristo a sus almas. Por ello, si tenemos a Cristo en nuestro corazón, adiós tristezas, adiós angustias, adiós soledad. Nada hay que temer porque Jesús está con nosotros.

Propósito
Revisar mis actitudes y comportamientos para cambiar lo que me aleje de la luz de la verdad.

Diálogo con Cristo
Señor, gracias por darme fe, esperanza y caridad, el día de mi bautismo, para hacerme capaz de obrar el bien, por amor a Ti y a los demás. Qué serenidad y confianza me da saber que Tú has vencido al mundo y estás conmigo, dándome esa paz, que con tu gracia, podré irradiar a los demás, especialmente a mi familia.

__________________________

No dejes de rezar la Novena al Espíritu Santo. El domingo celebraremos la venida del Espíritu Santo que le llamamos Pentecostés. Pidámosle al Espíritu Santo que nos renueve los frutos y dones que nos concede.

¿Después de la Ascensión, qué?
¡No podemos quedarnos mirando al Cielo! Ahora nos toca a nosotros ser la voz de Jesús para alentar y consolar.


Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que anuncie la Buena Nueva. Ahora nos toca a nosotros, sus discípulos, hacerlo. Los Sacerdotes predicando(sobre todo)con la palabra, los laicos predicando (sobre todo) con el ejemplo, los padres de familia predicando con la palabra y el ejemplo.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que compadezca a los pobres y lo enfermos. Ahora nos toca a nosotros. Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que multiplique los panes y los pescados para alimentar a las multitudes. Esa es ahora nuestra tarea, multiplicando nuestros esfuerzos para dar de comer sino a las multitudes, por lo menos a los pobres que podamos. Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que cuide a sus ovejas. Ahora nosotros tenemos que velar por ellas, especialmente por aquellas (el cónyuge, los hijos, los hermanos, los trabajadores) que Dios nos ha encomendado a cada uno. Después de la Ascensión a nosotros nos toca ser la voz de Jesús para alentar y consolar. Sus manos para tenderlas a todo el que necesite ayuda. Sus pies para llevarlo a donde no lo conocen.

Después de la Ascensión: ¡No podemos quedarnos mirando al Cielo!


Y tu... ¿Qué haces ahí mirando al cielo?
¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para meditar y anunciemos lo que hemos vivido con Cristo resucitado.

Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.  (Hechos de los Apóstoles 1, 11)

A estos hombres que veían como el Maestro, el amigo Jesús, el resucitado de entre los muertos, el que había pasado cuarenta días con ellos después de haberlo visto morir en la cruz un día viernes, hablando y comiendo con ellos...  se iba, como ya les había dicho, terminada su misión a volver con el Padre... pero también que un día volvería...

Acababan de recibir una llamada de atención. Ya no podían  "quedarse mirando al cielo"

Había que dejar la contemplación, el estar ensimismados, absortos, pensativos y ponerse alertas, decididos, enérgicos, firmes, valientes e intrépidos. Así fue como comenzó todo.

¿No será eso mismo lo que Dios nos está pidiendo aquí y ahora, en este momento de nuestras vidas, con las circunstancias en que la vida nos ha colocado a cada quién ?

Quizá enfermos, quizá con una reciente pérdida, esa, que tanto nos duele, con  un serio problema económico que nos quita el sueño, o tal vez  porque somos muy jóvenes y tenemos ansias de conquistar el mundo o porque estamos cansados, decaídos, tristes, porque sentimos que los años ya nos pesan y tal vez porque estamos felices y tenemos la alegría de vivir...

Cada quién con su momento diferente pero todos con la misma misión.

¡Hoy, en la oficina, en el taller, en el hogar, en la escuela, en la universidad, en el nuevo empleo, con los amigos, en las reuniones familiares o sociales, en tantos lugares donde la vida nos pone, podemos cumplir con esta misión que Jesús nos pidió al final de su paso por la tierra.

También nos habló del Espíritu Santo: "pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra".

Y vuelve a decir en el Evangelio:  Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolos a cumplir todo cuánto yo les he dicho; y sepan que YO ESTARÉ CON USTEDES TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO (Mt 28, 16-20)

Hay Sacramentos y ritos expresamente para los sacerdotes y religiosos pero la firmeza en la vocación  cristiana, la audacia en la confesión de la fe y la enseñanza del amor a Dios y el seguir los pasos de Aquel que nos vino a decir: Yo soy la Luz , yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” sabemos nos toca a todos y cada uno de nosotros.

¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para pensar, para meditar, en el torbellino y ruidoso mundo en que vivimos para hacer conciencia de que ESO y solo ESO es nuestra misión, mientras caminamos hacia la Casa del Padre.

Hace falta nuestro "granito de arena" para que al final podamos decir:
¡Misión cumplida, Señor!    

                           

EL cielo Y EL CIELO

Una reflexión sobre la Ascensión del Señor resulta difícil, porque las palabras no siempre son capaces de captar lo que sucede en toda su plenitud.

En el lenguaje habitual todos sabemos qué es un ascenso: pasar de una posición a otra más elevada. La conquista del espacio, desde los viajes en globo hasta los astronautas, es la historia de una ascensión cada vez mayor. Por otra parte, ascender, no solo significa subir físicamente. Cuando se habla de un ascenso en la carrera militar o en el mundo de la empresa, o un ascenso de un equipo de fútbol, el significado es asumir una posición mejor.

El relato de San Lucas en los Hechos de los Apóstoles nos dice que los apóstoles «lo vieron elevarse hasta que una nube lo ocultó de su vista». Y aún que dos ángeles se presentaron y preguntaron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Ese mismo Jesús que acaba de abandonaros para subir al cielo, volverá un día como lo habéis visto marcharse.»

En el lenguaje escrito distinguimos entre el cielo, así con minúscula, y el Cielo. Es una distinción que puede ayudarnos a entender la fiesta de hoy. Jesucristo, después de su vida en la tierra, se va al Padre. Como dijo Romano Guardini, abandona la historia para entrar en la eternidad.

Hay que hacer, sin embargo, una salvedad: se va para volver. Y aún más: su presencia en nosotros permanece, no de forma humana como en su vida en Palestina, limitada a un tiempo histórico, pero sí de una forma espiritual y no por ello menos real. Su presencia no es un mero recuerdo, como el de un ser querido que murió. Dicho de otro modo: Jesucristo se va, pero se queda ya para siempre con nosotros.

Junto a esta reflexión, en esta fiesta podemos hacernos otra, mirando hacia los demás:¿Les ayudo a ascender en su vida? Como cristianos no debemos mostrarnos indiferentes a lo que sucede a nuestro alrededor. Hay personas caídas que solo si les damos la mano podrán ascender, ponerse en pie. Están tocando fondo, en lo económico o en lo espiritual. Puede ser que les falte una ayuda para comer o para pagar la luz, o una persona amiga con la que hablar y en la que confiarse.

Ayudarles en esta ascensión es el modo más cristiano de celebrar la Ascensión de Jesucristo, que nos levanta a todos del pecado.

PAXTV.ORG