“Vayamos a la otra orilla”

En medio de la crisis

No es difícil ver en la barca de los discípulos de Jesús, sacudida por las olas y desbordada por el fuerte viento en contra, la figura de la Iglesia actual, amenazada desde fuera por toda clase de fuerzas adversas y tentada desde dentro por el miedo y la poca fe. ¿Cómo leer este relato evangélico desde la crisis en la que la Iglesia parece hoy naufragar?

Según el evangelista, “Jesús se acerca a la barca caminando sobre el agua”. Los discípulos no son capaces de reconocerlo en medio de la tormenta y la oscuridad de la noche. Les parece un “fantasma”. El miedo los tiene aterrorizados. Lo único real es aquella fuerte tempestad.

Este es nuestro primer problema. Estamos viviendo la crisis de la Iglesia contagiándonos unos a otros desaliento, miedo y falta de fe. No somos capaces de ver que Jesús se nos está acercando precisamente desde esta fuerte crisis. Nos sentimos más solos e indefensos que nunca.

Jesús les dice tres palabras: “Ánimo. Soy yo. No temáis”. Solo Jesús les puede hablar así. Pero sus oídos solo oyen el estruendo de las olas y la fuerza del viento. Este es también nuestro error. Si no escuchamos la invitación de Jesús a poner en él nuestra confianza incondicional, ¿a quién acudiremos?

Pedro siente un impulso interior y sostenido por la llamada de Jesús, salta de la barca y “se dirige hacia Jesús andando sobre las aguas”. Así hemos de aprender hoy a caminar hacia Jesús en medio de la crisis: apoyándonos, no en el poder, el prestigio y las seguridades del pasado, sino en el deseo de encontrarnos con Jesús en medio de la oscuridad y las incertidumbres de estos tiempos.

No es fácil. También nosotros podemos vacilar y hundirnos como Pedro. Pero lo mismo que él, podemos experimentar que Jesús extiende su mano y nos salva mientras nos dice: “Hombres de poca fe, ¿por qué dudáis?”.

¿Por qué dudamos tanto? ¿Por qué no estamos aprendiendo apenas nada nuevo de la crisis? ¿Por qué seguimos buscando falsas seguridades para “sobrevivir” dentro de nuestras comunidades, sin aprender a caminar con fe renovada hacia Jesús en el interior mismo de la sociedad secularizada de nuestros días?

Esta crisis no es el final de la fe cristiana. Es la purificación que necesitamos para liberarnos de intereses mundanos, triunfalismos engañosos y deformaciones que nos han ido alejando de Jesús a lo largo de los siglos. Él está actuando en esta crisis. Él nos está conduciendo hacia una Iglesia más evangélica. Reavivemos nuestra confianza en Jesús. No tengamos miedo.

José Antonio Pagola. 10 de agosto de 2014.  Domingo19 (A). Mateo 14, 22-33

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “A” LA INTEMPERIE
(1Re 19, 9a. 11-13ª; Sal 84; Rom 9, 1-5; Mt 14, 22-33)

Una de los beneficios del tiempo de vacaciones es que se suele salir del lugar habitual donde se vive o trabaja. Este distanciamiento hace más fácil la convivencia y ayuda a valorar más y mejor lo que se tiene. Pero salir no solo significa un movimiento físico, como puede parecer que se le manda al profeta Elías: “Sal y aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar” (1Re 19, 11). Principalmente, la Palabra de Dios de este día nos impulsa a afrontar la intemperie, a dejar el refugio, la cueva donde nos defendemos y escondemos, para poder encontrarnos con el Tú divino, como señala el salmista: “Voy a escuchar lo que dice el Señor” (Sal 84).

Cuando vivimos pertrechados en nuestros feudos ideológicos, seguros de nosotros mismos porque dominamos el ambiente, nos exponemos a perder la posibilidad de percibir la acción del Señor, y con ello, perder la experiencia de su paso.

El ejemplo de Jesús, quien “después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar” (Mt 14, 23), coincide con el de Elías en el monte, que se nos presenta como lugar abierto, sin defensa. Tanto en el caso de Elías como en el de Jesús, será en el espacio abierto del monte donde se encuentren con Dios.

Jesús manda a los suyos a embarcar y a cruzar “a la otra orilla”. Además de lo que significa la otra orilla, la travesía fue accidentada, pero gracias a la intemperie que sufrieron los discípulos por la tormenta, fueron testigos del poder del Señor. Al oír lo que les decía su Maestro “-¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!”-, se produjo en ellos una experiencia fundante, que se grabaría en su memoria.

San Pablo, por el contrario, lamenta la situación que vive su pueblo, refractario a las enseñanzas de Jesús, acorazados en la seguridad que les da ser el pueblo elegido, que por serlo, no tiene por qué abrirse a nada ni a nadie. “Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.” (Rom 9, 1-3)

No siempre salimos voluntariamente al monte para ponernos en contacto con Dios. Quizá son más las veces que nos empujan las circunstancias a situaciones de inseguridad. Si aprendemos el código que nos ofrecen las lecturas de hoy, al menos estaremos atentos a la posible moción espiritual que nos pueda producir lo que en un principio juzgamos contratiempo, crisis, tormenta…

Aprovecha la oportunidad de salir de casa, del medio habitual de vida, y hasta puedes elegir algún lugar propicio para dar oportunidad al Señor, que desea hablarte. Recuerda lo que dice el profeta Oseas: “La llevaré al desierto, y le hablaré al corazón” (Os 2,14).

DOMINGO  19   -1Re 19, 9-13;  Rm 9, 1-5;  Mt 14, 22-23

1-Todos sabemos que Jesús nos dio un mandamiento: "Amaos los unos a los otros. Pero este no es el único mandamiento que nos da en el evangelio. Hay otro que también sale a menudo: «No tengáis miedo».

No sé si todos tenemos claro que esto es también un mandato del Señor. Un creyente no puede vivir con el corazón angustiado, sin esperanza. Esto sería signo de soledad. Pero nosotros no estamos nunca, de soles.

Claro que tenemos problemas: siempre tendremos. Jesús no ha venido a solucionar nuestras dificultades. Si él las pasó, también las pasaremos nosotros.

Pero sí que ha venido a decirnos que, sea cual sea nuestra situación, siempre lo tendremos al lado. Y que esto nos debe dar confianza porque nunca estaremos solos. ¿Me siento, solo? ¿Por qué?

2-Fijémonos en el evangelio de hoy. Aquellos discípulos se encuentran en plena noche luchando contra las olas y el viento, que los estorban de avanzar.

Es la imagen de nuestra vida: a menudo en nuestro caminar nos encontramos con fuerzas que nos frenan, que nos impiden vivir nuestra vida con la paz en el corazón, sin miedo.

Jesús ya lo sabe que nos encontraremos con dificultades. No sé si os habéis dado cuenta de que fue él mismo quien obligó a los discípulos a subir a la barca.

También es Jesús mismo quien nos ha "embarcado" a nosotros. Es Jesús quien nos envía en medio de la tormenta del mundo: no quiere que nos cerramos en un invernadero. Quiere que seamos "salvo en medio de la pasta".

Es aquí donde debemos esparcir su Buena Nueva con el testimonio de nuestra vida. Es en medio el mundo donde tenemos que aprender a luchar para hacer avanzar la barca de nuestra vida y de toda la humanidad.

Sabemos luchar con firmeza o nos ahogamos en una gota de agua ?.  

3-Dice el evangelio que pasadas las tres de la madrugada, Jesús se acercó a la barca caminando sobre el agua embravecida por el temporal.

No sabemos si es un simbolismo. Lo que sí queda claro es que Jesús quien les había embarcado, ahora no los podía dejar solos.

Y no los dejó. Como tampoco nos dejará a nosotros. Si es necesario, también nos ayudará, incluso, con medios insospechados. Confío en el Señor?

Es curioso: a menudo pensamos que Jesús está cerca de nosotros únicamente cuando todo lo vemos claro, cuando no tenemos dificultades, cuando todo está en calma.

Pero el evangelio de hoy nos hace ver que cuando es noche y la tormenta es más fuerte, Jesús también se presenta allí en medio, para ayudarnos. La lástima es que a menudo no somos capaces de reconocerlo y, como los discípulos, lo tomamos por un fantasma.

Sabemos descubrir a Jesús presente a nuestro lado en cualquier situación?

Al ver el espanto de los discípulos, Jesús les dice: «no tengáis miedo, que soy yo».

Es propio de Jesús serenar los espíritus y devolver la paz a los corazones. Eso ya lo sabemos, pero quizás no nos acabamos de fiar del todo. Tenemos buena voluntad, queremos confiar en Jesús y quitarnos el miedo de encima. Pero nuestra fe es débil.

Como la de Pedro, que empieza a caminar sobre el agua, pero se asusta, su fe vacila-y comienza a hundirse.

Este episodio es muy significativo: para acercarse a Jesús hay que arriesgarse, hay que "lanzarse al agua". Sólo quien se aventura encuentra el camino. Sólo quien pasa dificultades siente la necesidad del Señor.

Mientras queramos encontrar a Dios sentados, tranquilos, como quien mira la televisión, nunca descubriremos su presencia real en nuestra vida, ni en sentiremos la necesidad.

Hay que lanzarse en medio de las dificultades del mundo y allí sí que lo encontraremos.  

4-Y no tengamos miedo. Si desfallecemos, nos basta invocar Jesús. Pedro, cuando ve que se hunde, invoca al Señor: "Señor, sálvame". Y dice el evangelio que: "Al instante Jesús le dio la mano".

El nunca nos dejará solos: nunca dejará sin respuesta una súplica sincera. Nunca dejará de darnos la mano. Por eso, Jesús nos dice también a cada uno de nosotros: "Qué poca fe! Por qué has dudado? ".

Me siento aludido? Estoy convencido de que, viajando con el Señor, la barca de mi vida siempre llegará a buen puerto?

Fijémonos en que el evangelio dice que, cuando Jesús subió a la barca, "el viento amainó". Esto tiene un significado profundo: siempre que Jesús se haga presente en nuestra vida, recuperaremos la paz en el corazón. ¿Me lo creo esto? Pues, procuremos vivir de acuerdo con esta creencia.

Evangelio según San Mateo 14,22-33. 

En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios". 

Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo 

Comentario al evangelio de Mateo, libro 11, cap. 5-6; PG 13, 913; SC 162

“Vayamos a la otra orilla” (Lc 8,22)

"Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a esperarlo en la otra orilla, mientras despedía a la muchedumbre". La muchedumbre no podía ir hacia la otra orilla; no eran hebreos en el sentido espiritual de la palabra, que se traduce como: "la gente de la otra orilla". Esta obra fue reservada para los discípulos de Jesús: irse a la otra orilla, sobrepasar lo visible y corporal, estas realidades temporales, y llegar los primeros hacia lo invisible y eterno. […] Y sin embargo los discípulos no pudieron preceder a Jesús sobre la otra orilla […]; posiblemente quería hacerles pasar por la experiencia de que sin Él no era posible llegar allí. […] ¿Qué barca es a la que Jesús obliga a los discípulos a subir? ¿No sería la lucha contra las tentaciones y las circunstancias difíciles? […]

Luego subió a la montaña, a un lugar aparte, para orar. ¿Por quién reza? Probablemente por la muchedumbre, para que, reenviados después de haber comido los panes bendecidos, no hagan nada de contrario a esta llamada de Jesús. Por los discípulos también […], para que no les ocurra nada malo en el mar a causa del oleaje y el viento fuerte. Tengo ganas de decir que es gracias a la oración que Jesús hace a su Padre por lo que los discípulos no sufrieron ningún daño, mientras que el mar, las olas y el viento se ensañaban contra ellos. [...]

Y nosotros, si un día nos enfrentamos con tentaciones inevitables, acordémonos que Jesús nos obligó a embarcarnos; no es posible alcanzar la otra orilla sin pasar por la prueba del oleaje y del viento huracanado. Luego, cuando nos veamos rodeados por numerosas y penosas dificultades, cansados de navegar en medio de ellas con la pobreza de nuestros medios, pensemos que nuestra barca está entonces en medio del mar, y que este oleaje busca "hacer naufragar nuestra fe" (1Tm 1,19) […] Mantengámonos seguros hasta que cercano el fin de la noche, cuando "la noche está avanzada y el día está cerca" (Rm 13,12), el Hijo de Dios llegará andando sobre las aguas y calmando la tempestad.

San Lorenzo Diácono

San Lorenzo, diácono y mártir

Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que fervientemente deseoso, como cuenta san León Magno, de compartir la suerte del papa Sixto II en su martirio, al recibir del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, él, festivamente, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundante dinero. Tres días más tarde, por la fe de Cristo venció el suplicio del fuego, y el instrumento de su martirio se convirtió en distintivo de su triunfo. Su cuerpo fue enterrado en Roma, en el cementerio de Campo Verano, conocido desde entonces por su nombre.

patronazgo: patrono (secundario) de España, de Huesca, de Roma, de Nüremberg y muchas otras ciuddes europeas; de los bibliotecarios, archivistas, estudiantes, cocineros, panaderos, cerveceros, taberneros, lavanderas, planchadoras, bomberos, viñadores; protector de los pobres, y para pedir contra incendios, quemaduras, enfermedades oculares, lumbago, ciática, enfermedades de la piel, la peste, la fiebre.

tradiciones, refranes, devociones: San Lorenzo calura, San Vicente friura, uno y otro poco dura. (10 Agosto y 22 Enero)

San Lorenzo en la parrilla y el labrador en la trilla.
Por San Lorenzo, lluvia en buen tiempo.
Per San Lorenzo piove dal cielo carbone ardente (en estas noches se ven en el hemisferio norte las Perseidas, lluvia de estrellas fugaces bautizadas popularmente "lágrimas de san Lorenzo")

refieren a este santo: Santos Sixto II, papa, y compañeros

Mártir. Año 258. "coronado de laurel".   Los datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio.    Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.   En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo. (ver San Sixto II [ día 07 agosto] ).

La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios. Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.

El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar". Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador".  Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!". El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente". Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura. Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso. Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer".

Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.- El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en la ciudad. San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo. El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.

Las pretendidas «Actas de san Lorenzo» están llenas de confusiones y contradicciones. Además de dichas actas, existen muchos otros documentos del mismo tipo. Ver Biblioteca Hagiográfica Latina, n. 6884 y nn. 7801 y 4753. Este artículo se basa principalmente en el relato de Prudencio, que es bastante claro; cf. Ruinart, Acta Sincera. ¿Se trata simplemente de una invención poética, o representa una tradición genuina, ya sea oral o escrita? San Ambrosio (De Officiis, I, 41) y otros Padres antiguos sostenían que san Lorenzo había muerto quemado a fuego lento. P. Franchi de Cavalieri, Romische Quartalschrift, vol. XIV (1900), pp. 159-176, y Note agiografiche, vol. XV (1915), pp. 65-82; Delehaye, Analecta Bollandiana, vol. XIX (1900), pp. 452-453, y vol. LI (1933), pp. 49-58, y Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 431-432. Ambos autores rechazan la tradición de la parrilla; pero todavía hay otros que la defienden. Ver, por ejemplo, Leclercq en DAC, artículo Grille (vol. VI, cc. 1827-1831), y artículo Laurent (vol. VIII, cc. 1917-1947). Un ejemplo de la gran devoción que tenían los romanos a san Lorenzo son las numerosas iglesias y santuarios dedicados al santo. Véase J. P. Kirsch, Die römischen Titelkirchen in Altertum, pp. 80-84; y Huelsen, Le Chiese di Roma del Medio Evo, pp. 280-297. Cf. también Duchesne, Le sanctuaire de S. Laurent, en Mélanges d´archéologie, vol. XXXIX (1921), pp. 3-24. Ni que decir que la iconografía no es menos inmensa que los otros aspectos del culto al santo; de todo ese rico material extraemos dos ejemplo

Oremos: Dios nuestro, que inflamaste con el fuego de tu amor a San Lorenzo, para que brillara por la fidelidad a su servicio diaconal y por la gloria de un heroico martirio, haz que nosotros te amemos siempre como él te amó y practiquemos lo que él enseñó. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Francisco, orando por la paz durante el Angelus

El Papa pide por la paz entre israelíes y palestinos y por las víctimas del ébola
Francisco denuncia que la violencia en Irak "ofende gravemente a Dios y la humanidad"
El Pontífice anuncia que el cardenal Filoni partirá para el norte del país mañana mismo

Fernando Filoni: "Enviar un cardenal a Irak indica la gran preocupación del Papa"

Miles de personas, entre ellos tantos cristianos, expulsados de sus hogares de una manera brutal; niños que mueren de sed y de hambre durante la fuga; mujeres secuestradas

(Jesús Bastante).- Decenas de miles de fieles respondieron al llamamiento por la paz de Francisco en la plaza de San Pedro. Millones, en las iglesias de todo el mundo. En su saludo posterior al rezo del Angelus, Bergoglio apuntó cómo "asistimos incrédulos a las noticias de Irak, donde miles de personas, muchos de ellos cristianos, han sido expulsados de sus casas de forma brutal".

"Niños muertos y asesinados durante la huida, mujeres secuestradas, personas masacradas. Violencia de todo tipo. Destrucción de casas, de patrimonio histórico y cultural, de iglesias..."

"Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad. No se puede dar promover el odio o hacer la guerra en nombre de Dios. Pensando en esta situación, en esta gente, hagamos silencio y recemos", rogó el Papa. Al término de la oración silenciosa, el Papa agradeció a todos los que "con valentía", están "ayudando a estos hermanos y hermanas", al tiempo que mostró su confianza en "una eficaz solución política, a nivel local e internacional, pueda acabar este crimen y restablecer el derecho".

Para asegurar mi cercanía a esta población, "he nombrado al cardenal Fernando Filoni mi enviado personal a Irak, que mañana partirá desde Roma", incidió el Papa, quien también tuvo un especial recuerdo para las víctimas del conflicto en Gaza y para los fallecidos víctimas del ébola.

"Aunque parece que se ha dado una tregua, continúa la guerra, con víctimas inocentes, niños.. que no hace sino empeorar el conflicto entre israelíes y palestinos. Recemos por la paz, danos la paz, Señor, a nuestros jóvenes. Haznos artífices de justicia y de paz", subrayó Francisco.

"Recemos también por las víctimas del virus ébola, y por los que lo están sufriendo", concluyó. Finalmente, el Papa pidió a todos los presentes que rezaran por su próximo viaje a Corea. "Por favor, lo necesito". Con anterioridad, Francisco comentó el tema del Evangelio de hoy que nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago, después de la multiplicación de los panes y los pescados. Después de despedir a la multitud, Jesús se retira a rezar, mientras en el lago se desata una gran tempestad, y en medio de esta tormenta el Señor alcanza a los discípulos caminando sobre las aguas del lago. Ellos se asustan pero Él los tranquiliza diciéndoles: Soy Yo, ¡No tengan miedo! A lo que Pedro responde "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". Jesús lo llama y Pedro, bajando de la barca, comienza a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero al ver la violencia del viento, tiene miedo, y como empezaba a hundirse, grita: ¡Señor sálvame! Jesús entonces, le tiende su mano y lo sostiene, mientras le dice: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"

El Papa, reflexionando sobre la actitud de fe del apóstol Pedro, que lo lleva a cumplir cosas extraordinarias, señala que comienza a hundirse en el momento en que quita su mirada de Jesús: en ese momento el apóstol se deja arrollar por las adversidades que lo circundan. Por ello, dijo el Pontífice, en el personaje de Pedro se describe nuestra fe: frágil y pobre, inquieta y victoriosa, que camina al encuentro de Jesús resucitado en medio de la tempestad y de los peligros del mundo.

Francisco evidencia también la escena final, cuando suben a la barca y el viento cesa: los discípulos, que se sentían aterrorizados y pequeños, se vuelven grandes en el momento en que se arrodillan ante Jesús y lo reconocen como Hijo de Dios . Esta es una imagen eficaz de la Iglesia, dice el Sucesor de Pedro: La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, y nos permite caminar también en la oscuridad y a través de los momentos de dificultad.

Texto completo del ángelus: 'En la barca, todo cambia cuando llega Jesús'

El papa Francisco antes de rezar este domingo la oración del ángelus, comentó delante de la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, el episódio evangélico de Jesús que camina sobre las aguas mientras la tempestad azota la barca en donde se encuentran los discípulos.  

A continuación proponemos el texto completo de las palabras del Santo Padre. 

«El evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago. Después de la multiplicación de los panes y de los peces, Él invita a los discípulos a su subir a la barca y a esperarle en la otra orilla, mientras se despide de la multitud y después se retira solo a rezar en el monte, hasta la noche tarde.

Y mientras tanto en el lago se levantó una fuerte tempestad, y justamente en medio de la tempestad Jesús va a la barca de los discípulos, caminando sobre las aguas del lago. Cuando los discípulos lo ven se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él los tranquiliza: “Coraje, soy yo, no tengan miedo”.

Pedro con el arrojo que le caracteriza le pide casi una prueba: “Señor si eres tú, hazme caminar hacia ti sobre las aguas”; y Jesús le dice “¡Ven!”. Pedro baja de la barca y pone a caminar sobre el agua, pero el viento fuerte azota y comienza a hundirse. Entonces grita: “¡Señor, sálvame!”, y Jesús le tiende la mano y lo levanta.

Esta narración es una hermosa imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice “Ven”, él reconoce el eco del primer encuentro orillas de aquel mismo lago y en seguida, nuevamente, deja la barca y va hacia el Maestro. ¡Y camina sobre las aguas! La respuesta confiada y pronta al llamado del Señor hace cumplir siempre cosas extraordinarias.

Jesús ahora mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe: la fe en Él, en su palabra, la fe en su amor.

En cambio, Pedro comienza a hundirse cuando que quita la mirada de Jesús y se deja influenciar por las circunstancias que lo circundan.

Pero el Señor está siempre allí, y cuando Pedro lo invoca, Jesús lo salva del peligro. En la persona de Pedro, con sus entusiasmos y debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y a pesar de todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia el Señor resucitado, en medio a las tormentas y peligros del mundo.

Es muy importante también la escena final: “Apenas subieron a la barca en viento cesó. Aquellos que estaban en la barca se postraron delante de Él diciéndole: '¡Realmente eres el Hijo de Dios!'”.

En la barca están todos los discípulos, unidos por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, de la 'poca fe'. Pero cuando en esa barca sube Jesús, el clima inmediatamente cambia: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos pequeños y asustados se vuelven grandes en el momento en el cual se arrodillan y reconocen en su maestro al Hijo de Dios.

Cuantas veces también a nosotros nos sucede lo mismo: sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos miedosos e inadecuados, a tal punto que pensamos no poder lograr nada. Falta la fe, pero Jesús está siempre con nosotros y escondido quizás, pero presente y siempre pronto a sostenernos.

Esta es una imagen eficaz de la Iglesia: una barca que tiene que enfrentar la tempestad y a veces parece estar a punto de ser embestida.

Lo que la salva no es el coraje ni la calidad de sus hombres, pero la fe, que permite caminar también en la oscuridad, en medio a las dificultades. La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús, siempre a nuestro lado, de su mano que nos aferra para sustraernos a los peligros. Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades. Nos encontramos seguros especialmente cuando nos ponemos de rodillas y adoramos a Jesús, el único Señor de nuestra vida. A esto nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos dirigimos con confianza».

Después de rezar la oración del ángelus, Santo Padre dijo: 

«Queridos hermanos y hermanas, nos dejan incrédulos y desapuntados las noticias que llegan desde Irak: miles de personas entre las cuales tantos cristianos, son expulsados brutalmente de sus casas; niños que mueren de sed y de hambre durante la fuga; mujeres secuestradas; violencias de todo tipo; destrucción del patrimonio religioso, histórico y cultural.

Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad. ¡No se lleva el odio en nombre de Dios! ¡No se hace la guerra en nombre de Dios!
Agradezco a quienes con coraje están llevando ayuda a estos hermanos y hermanas, y confío que una eficaz solución política y a nivel internacional pueda detener estos crímenes y restablecer el derecho.

Para poder asegurarles mejor mi cercanía a estas queridas poblaciones he nombrado como enviado personal a Irak, al cardenal Fernando Filoni.

También en Gaza, después de una tregua ha recomenzado la guerra, que produce víctimas inocentes y que sólo empeora el conflicto entre israelíes y palestinos.

Recémosle juntos al Dios de la paz, por intercesión de la Virgen María: dona la paz Señor, en nuestros días y vuélvenos artífices de la justicia y de la paz.

Recemos también por las víctimas del virus 'ébola' y por quienes están luchando para detenerlo.

Saludo a todos los peregrinos y romanos, en particular a los jóvenes de Verona, Cazzago San Martino, Sarmeola y Mestrino, y a las jóvenes scout de Treviso. 

Desde el miércoles próximo hasta el lunes 18 realizaré un viaje apostólico en Corea: ¡Por favor, les pido que me acompáñen con la oración, lo necesito!  Gracias, y a todos les deseo ¡Buona doménica e buon pranzo, arrivederci!».

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