El signo de Jonás

Evangelio según San Mateo 12,38-42. 

Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo". El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón." 

San Bruno de Segni, abad y obispo

En Segni, en el Lacio, san Bruno, obispo, que trabajó y sufrió intensamente por la renovación de la Iglesia, y obligado por esto a dejar incluso su diócesis, encontró refugio en Montecasino, donde ejerció de abad temporal del monasterio.

Bruno, perteneciente a la familia de los señores de Asti, en el Piamonte, nació cerca de dicha ciudad. Después de hacer sus estudios en la Universidad de Bolonia, fue nombrado canónigo de Siena de donde se le llamó a Roma para tomar parte en el sínodo de 1079. Ahí defendió brillantemente la doctrina de la Iglesia sobre el Santísimo Sacramento contra Berengario de Tours. Gregorio VII le nombró obispo de Segni el año siguiente después de que Bruno, por humildad, rehusó aceptar el cardenalato. Desde entonces, se entregó al servicio de su grey con incansable celo. Era amigo personal de san Gregorio VII a quien secundó decididamente en todos sus proyectos de reforma de la Iglesia y, por esa causa, fue prisionero durante tres meses del conde Ainulfo, partidario del emperador Enrique IV. En 1095, Bruno acompañó a Francia a Urbano II y asistió al Concilio de Clermont-Ferrand. A su vuelta a Italia, emprendió con nuevos bríos la tarea de santificación de su grey. Pero, como continuaba la persecución de Ainulfo y el santo se sintiese, por otra parte, invenciblemente atraído por la soledad y el retiro, acabó por tomar el hábito monástico en Monte Cassino. El abad del famoso monasterio consiguió que el Papa permitiese a Bruno permanecer en el retiro, pero sin renunciar al gobierno de su sede. En 1107, san Bruno fue elegido abad. 

Con sus escritos, trabajó por propagar la disciplina eclesiástica y por extirpar la simonía. Consideraba este abuso y la costumbre de conferir beneficios eclesiásticos a los laicos, como una de las principales fuentes de los desórdenes que aquejaban a la Iglesia. En efecto, esas dos prácticas condenables favorecían el nepotismo e introducían la avaricia y la ambición entre aquéllos que más necesidad tenían de estar por encima de todos los afectos terrenos para propagar el espíritu evangélico. San Bruno no vaciló en reprender al papa Pascual II, a quien el emperador electo, Enrique V, había arrancado ciertas concesiones en materia de privilegios e investiduras eclesiásticas. Entonces, el Pontífice mandó a Bruno que renunciara al cargo de abad y volviera al gobierno de su diócesis. San Bruno obedeció al punto, prosiguió desempeñando celosamente sus funciones pastorales y escribiendo comentarios de la Sagrada Escritura, hasta que Dios le llamó a Sí, en 1123. Fue sin duda el más grande comentarista de la época; pero cayó en el error teológico de defender el punto de vista de que los sacramentos administrados por obispos o sacerdotes simoníacos eran inválidos. Fue canonizado en 1183.

En Acta Sanctorum hay dos biografías de San Bruno (julio, vol. IV): la más antigua y corta fue obra del escritor Pedro el Diácono, muy poco escrupuloso en materia de historia. Pero los datos que hemos presentado en nuestro artículo son de fiar. Véase B. Gigalski, Bruno Bischof von Segni (1898). 

San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia Catequesis nº 20 / 2ª mistagógica

El signo de Jonás

Habéis sido conducidos por la mano a la piscina bautismal, tal como Cristo que tenéis delante de vosotros [en esta iglesia del Santo Sepulcro] fue conducido de la cruz al sepulcro. Después de haber confesado vuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el Santo Espíritu, tres veces habéis sido sumergidos en el agua y habéis salido de ella: ha sido el símbolo de los tres días de Cristo en el sepulcro. De la misma manera que nuestro Salvador pasó tres días y tres noches en el corazón de la tierra, igualmente vosotros, al salir del agua después de la inmersión, habéis imitado a Cristo... Cuando habéis sido sumergidos estabais en la noche, no veíais nada; pero al salir del agua os habéis encontrado como en pleno día. En un mismo movimiento habéis muerto y habéis nacido; esta agua que salva ha sido al mismo tiempo vuestro sepulcro y vuestra madre... 

¡Extraña paradoja! No estamos verdaderamente muertos, no hemos sido sepultados verdaderamente, no hemos sido realmente crucificados y resucitados; pero si bien nuestra imitación no es más que una imagen, la salvación, es una verdadera realidad.

Cristo ha sido realmente crucificado, realmente sepultado y ha resucitado verdaderamente, y toda esta gracia se nos da a fin de que, participando e imitando sus sufrimientos, ganemos realmente la salvación. ¡Qué inmenso amor a los hombres! Cristo ha recibido los clavos sobre sus manos puras y le han sido causa de sufrimiento; y yo, sin sufrimiento ni esfuerzo, por esta participación me concede la gracia de la salvación... 

Lo sabemos bien: si el bautismo nos purifica de nuestros pecados y nos da el Espíritu Santo, él es también la réplica de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo proclama: «No lo sabéis: todos nosotros que hemos sido bautizados en Cristo, es en su muerte que hemos sido bautizados. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte»... Todo lo que Cristo ha sufrido, es por nosotros y nuestra salvación, en realidad y no en apariencia... Y nosotros debemos participar en sus sufrimientos. Por esto Pablo continua proclamando: «Si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya» (Rm 6, 3-5).

El juicio de los fariseos
Mateo 12, 38-42. Tiempo Ordinario. Nosotros podemos correr el peligro de pedir a Cristo que nos envíe una señal para seguir creyendo.

Oración introductoria
Señor, humildemente te suplico tu perdón por todas mis faltas. Ilumina mi oración para que no caiga en la mezquindad farisaica de pedir pruebas de tu amor. Creo en Ti, confío plenamente en tu misericordia y te amo sobre todas las cosas.

Petición
Jesús resucitado, dame la fe y tu gracia para crecer en el amor.

Meditación del Papa
Lo mismo ocurre siempre de nuevo en la Eucaristía: ante la oración de la Iglesia, el Señor anticipa en ella su segunda venida, viene ya, celebra ahora la boda con nosotros, nos hace salir de nuestro tiempo lanzándonos hacia aquella "hora". De esta manera comenzamos a entender lo sucedido en Caná. La señal de Dios es la sobreabundancia. Lo vemos en la multiplicación de los panes, lo volvemos a ver siempre, pero sobre todo en el centro de la historia de la salvación: en el hecho de que se derrocha a sí mismo por la mísera criatura que es el hombre. Este exceso es su "gloria". La sobreabundancia de Caná es, por ello, un signo de que ha comenzado la fiesta de Dios con la humanidad, su entregarse a sí mismo por los hombres. El marco del episodio -la boda- se convierte así en la imagen que, más allá de sí misma, señala la hora mesiánica: la hora de las nupcias de Dios con su pueblo ha comenzado con la venida de Jesús. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, pág. 102.

Reflexión
Vivimos en la era de internet, de las comunicaciones mundiales en tiempo real, de las empresas de mensajería que en menos de 24 horas mandan un paquete al otro extremo del globo terráqueo. El hombre moderno todo lo quiere ver, todo lo quiere tocar. Quiere pruebas de todo lo que se le dice.

Esto no es algo exclusivo de nuestro tiempo.

A Jesucristo también los judíos le pedían señales para creer. Querían ver y tocar. Y no es que Cristo no hubiese hecho señales, pues todos sabemos que curó a enfermos y libró a muchos de espíritus que les atormentaban. A los judíos de aquel entonces no les bastaba eso. Querían verlo por sus mismos ojos. Querían tocar, sentir el milagro.

Nosotros los cristianos podemos correr el peligro de pedir a Cristo que nos envíe una señal para seguir creyendo. Sabemos que Él es Dios, pero queremos dar gusto a nuestros sentidos. Queremos ver y tocar. ¿Queremos un Cristo "showman", un espectáculo que nos ahorre el esfuerzo de la fe? Nos olvidamos de que Dios no está en las grandes tempestades ni en los terremotos, no está en los telediarios ni en las primeras páginas de los periódicos.

Dios se hace presente en el susurro que se escucha en nuestras almas, en el momento de silencio en el que le buscamos tras una jornada de trabajo llena de dificultades y ajetreo, en el encuentro familiar de oración en el que le hacemos partícipes de nuestras cosas, en la paz del corazón de quien deja por un momento todas las cosas para escuchar de Aquel que le ama las palabras de amor que le ayudan a creer en Él con mayor certeza que si nos hubiese dado las señales que le pedíamos.

Propósito
No reducir mi oración a la petición, sino también contemplar, adorar y agradecer a Dios su amor.

Diálogo con Cristo
En vez de pedir pruebas debo exigirme medios concretos para crecer en la humildad y el amor, los mejores medios para evitar el pecado. Señor, cuando me arrepiento, reconozco que he fallado en mi amor, me remuerde haber correspondido tan miserablemente a quien es todo amor. Me olvido de que te tengo siempre en mi corazón, por la presencia de la gracia santificante en mi alma. Gracias por tu paciencia, quiero amarte más el día de hoy. Estaré más atento a hablar contigo durante el día.

El verdadero signo de Jonás es aquél que nos da la confianza de estar salvados por la sangre de Cristo. Francisco, 14. oct. 2013

Confío en Ti
La fe no constata, se fía de un ser omnipotente e infinitamente misericordioso y elige confiar a pesar de todas las evidencias.

Confío en Ti, porque eres completamente de fiar. Eres la misericordia sin orillas ni fronteras. Misericordia que ha perdonado, perdona y seguirá perdonando.

Cuanto necesito de esa misericordia y bondad, yo que soy tan pecador. Espero en Ti porque eres la misericordia infinita. Si yo supiera, si yo creyera que tu bondad y misericordia no tienen medida, me sentiría para siempre seguro y tranquilo. Si eres la misericordia infinita, haz que sea también infinita mi confianza.

Todo lo perdonas, aun los más horrendos pecados, si hay un poco de arrepentimiento y humildad. No cabe desesperanza en el corazón de los más grandes pecadores. El perdón de Dios siempre es mayor.

Espero en Ti porque eres fiel a tus promesas. Tú cumples siempre. El hombre casi nunca. Por eso tengo la certeza de tus promesas. Un día las disfrutaré de seguro. Mientras alimento mi esperanza.

La confianza tan necesaria...Las penas son grandes a veces y la esperanza no alcanza. Él nos ha dicho: Confiad totalmente en Mí. Nuestra mente nos dice: No saldrás del hoyo. Así piensan los que se suicidan.

Jesús dice: No os preocupéis... Nuestro refrigerador vacío, la tarjeta vencida, los pagos de la casa sin hacer, la falta de trabajo, no tienes remedio...

La mente y los ojos ven, constatan y deciden en consecuencia. No hay remedio. La fe no constata, se fía de un ser omnipotente e infinitamente misericordioso y elige confiar a pesar de todas las evidencias.

Realmente para Dios el resolver mis problemas es de risa. No le cuesta nada, nada. Y pensar que sólo depende de que yo haga un acto de fe y confianza. Jesús en Ti confío.

Todo lo obtendréis... Reto a cada uno de mis lectores a que tengan esta clase de fe que mueve montañas. La fe mueve montañas, sí, pero solo las que uno se atreve a mover.

Les decía que para los que no tienen trabajo, y sí muchas deudas empiecen a dar algo de lo que todavía tienen, que pidan por los más necesitados que ellos. Y se llevarán la gran sorpresa, Pero esto sólo lo harán los que tienen confianza en Dios.

Problemas de un esposo, hijo o hija que está tercamente alejado de Dios...Oren con confianza inquebrantable de que Dios les concederá la gracia pedida. Pero deben superar la gran prueba: el no ver resultados durante un tiempo o incluso el ver que la situación empeora. Confiar significa continuar orando con la misma seguridad. Y el milagro llegará. Ha llegado ya para muchos y muchas que han orado con esa confianza.

En el evangelio no hay ni un caso de enfermedad o necesidad que no haya sido atendido cuando Cristo encontró una fe como ésa. La siro fenicia, el Centurión y su siervo, la hemorroísa, el leproso...

Problemas duros: Mi hijo está en la cárcel, estoy en quiebra económica, mi matrimonio anda naufragando...alguien de mi familia se fue a otra religión, o anda muy alejado de Dios... Esas personas tienen un reto magnífico, valiente: La confianza mayor que el problema.

La misma confianza que tienes en Dios, tenla en María Santísima. "Si vosotros que sois malos dais buenas cosas a vuestros hijos.. cuanto más vuestro padre celestial..."
¿Crees que Ella no puede, crees que Ella no quiere? El amor que Ella te tiene es como para darte todas las cosas del mundo, con más razón la pequeña cosa que le pides. Problema de confianza, siempre es problema de confianza.

¿Cómo se adquiere la confianza?
Pidiéndosela a Dios y a María Santísima y ejercitándola en pequeños y repetidos actos de confianza. Confío en que me ayudarás a tener hoy qué comer, cómo pagar mis deudas, como conseguir trabajo, cómo lograr que mi hijo o hija regrese al buen camino...

Hay, además, una fórmula secreta para obtener cosas que uno necesita: y consiste en dar. Parece contradictoria pues, si no tengo, qué voy a dar. Siempre el más pobre puede dar algo de lo que tiene. Al dar algo parece empobrecerse de momento, pero hay una ley que se cumple siempre: el que da, recibe. Claro, al que no está acostumbrado a ese modo de proceder o no lo ha experimentado, le cuesta creerlo. Pero yo le reto a que haga la prueba.

Muchos y muchas de ustedes han dado un ejemplo de esto: comprometerse con una ofrenda de amor mensual sin saber si van tener. Pueden estar seguros que se cumplirá lo del profeta Elías con la viuda de Sarepta: No faltará la harina ni el aceite en tu casa hasta que Dios mande la lluvia del cielo...Y así sucedió. Los que han hecho anteriormente la experiencia, lo saben.

Dejo en tus manos, Señor, mi vida entera: Mi pasado, mi presente y mi futuro. También el día de mi muerte. Yo no sé cuándo será ni cómo pero no importa. Me importa que lo sepan las dos personas que más me aman en este mundo, Tú y tu Madre santísima que es también mía. Por eso no tengo miedo a la muerte.


¿Dejaría de ir a consulta por un mal médico?
No debemos esperar todo del sacerdote, porque como laicos tenemos un aporte concreto y, por ende, original, pero juntos, sumando esfuerzos, podremos hacer un buen trabajo

El otro día, mientras estaba haciendo fila para entrar a un evento, me tocó escuchar a una persona expresarse muy mal de los sacerdotes en general. Dijo adjetivos tan fuertes e injustos que francamente me hizo voltear para ver qué pasaba. Pensé, quizá tuvo una mala experiencia con alguno, pero reiteraba con voz potente: “todos son tal cosa…” y así varias veces. Entonces, busqué una comparación o analogía. Supongamos que me siento mal del estómago y voy con un gastroenterólogo, cuya receta me deja peor de lo que estaba. ¿Preferiría quedarme con el dolor en vez de buscar una segunda opinión por creer o suponer que todos los médicos son iguales? Sin duda, haría lo posible por salir del problema y pensaría: el mal de uno, no puede atribuirse al conjunto. Pues lo mismo con los sacerdotes. No es defender lo indefendible, pero aceptar sistemáticamente que hay un mismo patrón de conducta no solo es injusto, sino también absurdo desde el punto de vista psicológico.

Recordemos todas las veces en las que un sacerdote nos ha escuchado y dado elementos para seguir. Nadie niega que los escándalos de abusos son un tema gravísimo que debe atenderse bajo el principio de tolerancia cero, pero de ahí a negar la coherencia de la inmensa mayoría, es demasiado. Ahora bien, ¿qué nos toca hacer? Desde luego, no vamos a ponernos a regañar a la gente por su variedad de opiniones, pero sí compartir los ejemplos positivos y, en muchos casos, realmente admirables, de tantos que han decidido dejarlo todo para estar al pendiente de las necesidades humanas y espirituales de cada uno de nosotros en el marco de la Iglesia y de la sociedad en general. Esto nunca es sinónimo de mirar para otro lado. Al contrario, debemos de trabajar por la coherencia (santidad) de los sacerdotes desde la oración y, en la medida de lo posible, contribuyendo materialmente en la mejora constante de la formación que reciben.

Necesitamos sacerdotes, hombres dispuestos a saber acompañar en las aventuras y desventuras de la vida. A veces, escuchamos a muchos católicos reconocer el déficit que hay, al tiempo que opinan estar en desacuerdo si alguno de sus hijos quisiera dar el paso de serlo. Tenemos que evitar tal disociación y sin presionar, trabajar por ofrecer la opción del sacerdocio. Está claro que no todos optaran por dicho camino. De hecho, sería un error grave proponerlo como única opción, pero hay que abrir puentes, promover, plantear, porque habrá quien, dentro de sí mismo, identifique que se trata de la opción que lo hará feliz. ¿Imaginamos lo que debe ser poder consagrar y dar paso al Cuerpo y a la Sangre de Cristo? Da emoción con solo pensarlo.

El V.P. Félix de Jesús Rougier, decía: “nada de lo que se refiere al sacerdocio nos debe ser indiferente” y es verdad. Ciertamente, no debemos esperar todo del sacerdote, porque como laicos tenemos un aporte concreto y, por ende, original, pero juntos, sumando esfuerzos, podremos hacer un buen trabajo.

Franco Battaglia: El Universo ha sido hecho por Dios para la vida humana
Una buena presentación del «principio antrópico»

Richard Smalley (1943-2005), Premio Nobel de Química en 1996, afirmó en mayo de 2005, poco antes de morir, en una carta dirigida al Hope College de Michigan con motivo de un homenaje que se le tributó como ex alumno distinguido, que "la finalidad de este universo es algo que solo Dios sabe con certeza, pero para la ciencia moderna es cada vez más claro que el universo fue puesto a punto exquisitamente para permitir la vida humana".

Dios y el principio antrópico
Es lo que se llama "principio antrópico" (de anthropos, "hombre" en griego), que ha sido formulado por científicos, y no por filósofos o teólogos. Establece que el hombre puede existir en el Universo solo porque las leyes y constantes físicas son exactamente las que son, y no podría existir en otro Universo donde fuesen mínimamente distintas de las que son.

No se trata de una demostración de la existencia de Dios, algo que, según el principio básico de la teología natural, logra la razón pura (son las célebres "cinco vías" de Santo Tomás de Aquino"): de hecho, muchos científicos que sostienen el principio antrópico son ateos. Pero lo sugiere fuertemente, al dejar como únicas alternativas o bien la postulación, meramente especulativa, de la existencia de miles de millones de Universos distintos al nuestro; o bien la postulación de una casualidad única y excepcional que, ésta sí, exige una fe ciega en que no tiene su explicación en Dios.

Los primeros minutos tras el Big Bang

Por ese motivo, Franco Battaglia, profesor de Química Teórica y Química Física en la Universidad de Modena (Italia), y antiguo investigador en el Instituto Max Planck de Goettingen (Alemania) y en las universidades norteamericanas de Rochester, Buffalo y Columbia, considera que "quien sostenga que Dios no sería necesario para explicar el mundo comete un error no tanto filosófico como meramente técnico".

Así se lo explica al escritor Rino Cammilleri en una entrevista publicada este viernes en La Nuova Bussola Quotidiana.

En ella aporta una explicación detallada del principio antrópico a partir de lo que pasó "pocos minutos después del Big Bang", un momento en el cual "la masa del Universo estaba constituida por 3/4 de protones y 1/4 de núcleos de Helio-4 (cada uno con 2 protones y 2 neutrones)".

Seguimos la exposición de Battaglia:

- Los protones terminaron por transformarse en núcleos de Helio-4.

- Los núcleos de Helio-4 siguieron otro proceso. Dos núcleos de Helio-4 se pueden fundir para convertirse en Berilio-8 (4 protones y 4 neutrones), muy inestable pero que antes de romperse puede fundirse a su vez con otro núcleo de Helio-4 para formar núcleos de Carbono-12 (6 protones y 6 neutrones), de los cuales la mitad se estabilizan y la otra mitad se funden con otros núcleos de Helio-4 para formarOxígeno-16 (8 protones y 8 neutrones). Ese oxígeno se estabiliza, dado que no tiene ninguna probabilidad de absorber otro Helio-4 para transformarse en Neón-20.

- Es decir, el mecanismo que transforma 3 núcleos de helio en 1 de carbono y 4 núcleos de helio en 1 de oxígeno permite que en el Universo el carbono y el oxígeno, que son los elementos de la vida, se hallen en cantidades aproximadamente iguales.

Las condiciones de la vida
¿Qué consecuencias tiene esto en la formulación del principio antrópico? "La biología nos enseña que para el desarrollo de vida inteligente como la nuestra son condiciones necesarias, ante todo, que haya un planeta con una temperatura estable durante miles de millones de años y que haya aproximadamente la misma cantidad de carbono y de oxígeno. La primera condición la garantiza el hecho de que antes de que se completen las reacciones de fusión nuclear entre los protones en el Sol (es decir, antes de que el Sol muera) deben transcurrir unos 10.000 millones de años. La segunda condición se garantiza por el proceso que acabamos de describir del Helio-4".

Ahora bien, estas dos condiciones para la vida (que el Sol no se apague antes de tiempo y que haya igual candidad de carbono que de oxígeno) no podrían tener lugar si cuatro magnitudes concretas (la constante universal de Planck, la masa del protón, la intensidad de la interacción nuclear fuerte o el radio de acción de esa interacción)difiriesen un 3% del valor que tienen. Si una sola de esas magnitudes variase más de ese margen, "ello implicaría leyes de la física distintas".

"Alguien" surge como explicación
Esto es: "La física es la que es justo para permitir nuestra existencia, una circunstancia particularísima que necesariamente ha sido dispuesta por Alguien". ¿Por qué extrae Battaglia esa conclusión? Él mismo lo explica así:

"O bien la física que conocemos es casual, en el sentido de que en el Universo existenfantastillones [un número inimaginable de millones, por no decir infinito] de universos, cada uno de ellos como realización de fantastillones de posibles leyes de la física; esto es, que estamos en presencia de un único dado con fantastillones de caras, y el nuestro universo es la cara que ha permitido nuestra existencia, lo cual es imposible si Alguien no ha conducido a que salte esa cara al lanzar el dado...

»O bien estamos en presencia de fantastillones de esos dados, cada uno de los cuales con fantastillones de caras, y el Universo (o, más apropiadamente, el Pluriverso) es la realización de todas ellas, una de las cuales es nuestro universo, fuera del cual existen fantastillones de otros universos, con leyes de la física distintas. Solo si este último fuese el caso (un 'si...' colosal), no sería necesario ese Alguien".

"¿Es posible descartar a ese Alguien?", concluye Battaglia: "Con la lógica en la mano, ciertamente no. Más bien parecería que quienes hemos podido llegar a comprender todo lo anterior somos su extraordinaria imagen".

El principio antrópico, explicado por el padre Manuel Ferreira, jesuita y astrofísico

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