«El que hace la voluntad de mi Padre..., ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»

Evangelio según San Mateo 12,46-50. 

Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte". Jesús le respondió: "¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos?". Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre". 

San Símaco

papa. Nació en Córcega y subió al pontificado en 498. Discutida su elección durante mucho tiempo y negada su legitimidad por el emperador Anastasio, Teodorico, rey de Italia, se declaró por su validez y expulsó al antipapa Lorenzo.

Uno de los primeros actos de su pontificado fue la convocación de un concilio en Roma (marzo de 499); en él se determinó que sería pontífice legítimo el que obtuviese la mayor parte de los sufragios del clero romano.

Entretanto, el emperador Atanasio publicó un libelo acusando a Símaco de maniqueísmo, a pesar de que el pontífice había desterrado a muchos de éstos al Africa.

San Enodio de Pavía se encargó de refutar este libelo difamatorio contra el papa, que murió en 514. Roma.

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia 
Carta 121 (Obras Completas, Monte Carmelo 1980)

«El que hace la voluntad de mi Padre..., ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»

«Mis pensamientos no son vuestros pensamientos», dice el Señor(Is.55,8). El mérito, no consiste en hacer mucho o en mucho dar, sino en recibir, en amar mucho. Se ha dicho, que «es mucho más dulce dar que recibir»(Hch. 20,35), y es verdad; pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la dulzura de dar, no sería delicado negarse.


Dejémosle tomar y dar todo lo que quiera, la perfección consiste en hacer su voluntad, y el alma que se entrega enteramente a él es llamada por Jesús mismo «su madre, su hermana» y toda su familia. Y en otra parte: «Si alguno me ama, guardará mi palabra» (es decir, hará mi voluntad) y «mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Jn 14,23). ¡Oh, qué fácil es complacer a Jesús, cautivarle el corazón! No hay que hacer más que amarle, sin mirarse una a sí misma, sin examinar demasiado los propios defectos... 


Los directores hacen progresar en la perfección, imponiendo un gran número de actos de virtud, y llevan razón; pero mi director, que es Jesús, no me enseña a contar mis actos, me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada, a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de probarle que le amo; pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quién lo hace todo, y yo no hago nada.

Macrina la Joven, Santa Virgen, 19 de julio

Virgen

Martirologio Romano: En el monasterio de Annesis, cerca del río Iris, en el Ponto, ahora en Turquía, santa Macrina, virgen, hermana de los santos Basilio Magno, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, gran conocedora de las Sagradas Escrituras, que se retiró a la vida solitaria y fue ejemplo admirable de amor a Dios y de alejamiento de las vanidades del mundo. ( 379)

Breve Biografía

Macrina era la mayor de los diez hijos de los santos Basilio y de Emelia la mayor, y hermana de los Padres Capadocios, san Basilio y san Gregorio de Nisa. Nació en Cesarea de Capadocia, hacia el año 327 y su madre la educó con particular esmero, le enseñó a leer y vigilaba cuidadosamente sus lecturas. El libro de La Sabiduría y los Salmos de David eran las obras predilectas de Macrina, quien no descuidaba por ello los deberes domésticos y los trabajos de hilado y costura. A los doce años fue prometida en matrimonio, pero su prometido murió súbitamente y Macrina se negó a aceptar a ninguno de los otros pretendientes, para dedicarse a ayudar a su madre en la educación de sus hermanos y hermanas menores.

San Basilio el Grande, san Pedro de Sabaste, san Gregorio de Nissa y los otros hermanos de Macrina, aprendieron de ella el desprecio del mundo, el temor a la riqueza y el amor a la oración y la palabra de Dios. Según se dice, san Basilio volvió muy envanecido de mnr estudios, y su hermana le enseñó a ser humilde. Por otra parte, Macrina fue «el padre y la madre, el guía, el maestro y el consejero» de su hermano menor, san Pedro de Sebaste, pues san Basilio el Mayor, murió poco después del nacimiento de su último hijo. A la muerte de su padre, san Basilio estableció a su madre y a su hermana Macrina en una casa a orillas del río Iris; las dos santas mujeres se entregaron allí a la práctica de la ascética con otras compañeras.

A la muerte de santa Emelia, Macrina repartió entre los pobres su herencia y vivió del trabajo de sus manos. Su hermano Basilio murió a principios del año 379, y Macrina cayó gravemente enferma nueve meses después. Cuando san Gregorio de Nissa llegó a visitada después de nueve años de ausencia, la encontró en un lecho de tablas. El santo quedó muy consolado al ver el gozo con que su hermana soportaba la tribulación y muy impresionado del fervor con que se preparaba para la muerte. Santa Macrina exhaló eI último suspiro en un transporte de gozo al atardecer. Era tan pobre, que para amortajar el cadáver no se encontró más que un vestido viejo y una tela muy burda; pero San Gregorio regaló con ese fin una túnica de lino. El obispo del lugar, llamado Amauxio, dos sacerdotes y el propio San Gregorio, transportaron el féretro y, durante la procesión funeraria, se cantaron los salmos; pero la afluencia de la multitud y las lamentaciones del pueblo, especialmente de algunas mujeres, perturbaron mucho la ceremonia.

En el «Diálogo sobre el alma y la resurrección» y en un panegírico dedicado al monje Olimpio, san Gregorio dejó trazada la biografía de su hermana Macrina, con muchos detalles sobre su virtud, su vida y su entierro. En el panegírico mencionado, el santo habla de dos milagros: el primero de ellos fue que santa Macrina recobró la salud cuando su madre trazó sobre ella la señal de la cruz; en el segundo caso, la santa curó de una enfermedad de los ojos a la hijita de un militar. San Gregorio añade: «Creo que no es necesario que repita aquí todas las maravillas que cuentan los que vivieron con ella y la conocieron íntimamente ... Por increíbles que parezcan esos milagros, puedo asegurar que los consideran como tales quienes han tenido ocasión de estudiarlos a fondo. Sólo los hombres carnales se rehusan a creerlos y los consideran imposibles. Así pues, para evitar que los incrédulos sean castigados por negarse a aceptar la realidad de esos dones de Dios, he preferido abstenerme de repetir aquí esas maravillas sublimes ...» Este comentario confirma, una vez más, el dicho de que sólo un santo puede escribir la vida de otro santo.

¿Quién es mi madre y mis hermanos?
Mateo 12,46-50. Tiempo Ordinario. Los que hagan la voluntad de mi Padre... esos son mis hermanos y mi madre. 

Oración introductoria
El Evangelio no comenta cómo reaccionó Maria ante las palabras de Jesús porque sabemos que ella guardaba todo en su corazón. Dame esa luz y confianza, Señor, para ser una persona de oración, de reflexión, de acoger en el silencio tus inspiraciones, para luego meditar y vivir tu voluntad.

Petición
María, intercede por mí para que la voluntad de Dios sea todo en mi vida.

Meditación del Papa
Es importante en nuestra oración: debemos aprender a confiar más en la divina Providencia, pedirle a Dios la fuerza para salir de nosotros mismos para renovarle nuestro "sí", para repetirle "Hágase tu voluntad", para adecuar nuestra voluntad a la suya. Es una oración que hacemos a diario, ya que no siempre es fácil confiar en la voluntad de Dios, repetir el "sí" de Jesús, el "sí" de María. Los relatos del evangelio de Getsemaní muestran dolorosamente que los tres discípulos elegidos por Jesús para estar cerca a él, no fueron capaces de velar con Él, de compartir su oración, su adhesión al Padre, y se sintieron abrumados por el sueño.

Queridos amigos, pidamos al Señor ser capaces de velar con Él en la oración, de seguir la voluntad de Dios cada día, incluso si habla de Cruz, de vivir en intimidad cada vez mayor con el Señor, para traer a esta "tierra", un poco del "cielo" de Dios. Benedicto XVI, 1 de febrero de 2012.

Reflexión
¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? Es una pregunta que aún hoy Cristo lanza a cada uno de los que le siguen por el camino de la donación total en el cristianismo. En aquella oportunidad Cristo no predicaba sólo a sus apóstoles sino a cuantos lo seguían y querían aprender de Él. Por tanto no se trata de una pregunta a alguno exclusivamente consagrados a su seguimiento sino que está dirigida a todos los bautizados. Es allí cuando de pronto llega la dulce madre y algunos de sus hermanos que en la usanza de esa cultura significaba los parientes y no únicamente los hermanos carnales. (Así se les decía a los primos hermanos)

Quieren hablar con Jesús. Se lo comunican. Cualquiera hubiera pensado que el Señor, como buen hijo, hubiera dejado todo para atender a los suyos. Realmente nada impide pensar que debió atender a su madre con premura y atención. Sin embargo, el texto evangélico no nos señala una gracia que sólo correspondía a los suyos sino que nos reporta la enseñanza que quiere sacar el Señor de eso tan banal como dejar la conversación y hablar con su mamá.

¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?, preguntará a los atentísimos auditores. Nadie se lo esperaba. Ni siquiera nosotros si nos lo preguntara hoy, y, de hecho, nos lo pregunta porque el Evangelio es palabra viva de Cristo.

Cuantos hicieren la voluntad de mi Padre... esos son mis hermanos y mis hermanas y mi madre. Nada más significativo ni más lógico. Si el Señor se hizo hombre para redimirnos, nosotros los hombres nos asemejaremos a Él en la medida en que nos igualemos en lo que más amó Cristo, como fue en cumplir la Voluntad de su Padre que está en los cielos.

Entonces, la pregunta sigue siendo viva y operante en cada uno de los que profesamos el nombre de cristianos: ¿Somos al presente hermanos verdaderamente de Cristo en el cumplimiento exquisito de la Voluntad Santísima de su Padre Celestial?

Propósito
Hacer diariamente un examen de previsión al iniciar el día, es decir, revisar si lo que voy a hacer es conforme a la voluntad de Dios.

Diálogo con Cristo
Señor, quiero ser parte de tu familia. Quiero que tu voluntad sea la norma de mi vida, sé que ése es el camino para la santidad. Te suplico por la gracia que me des a conocer el camino para conocer y vivir tu voluntad, porque es muy fácil decir que creo en ti y luego comportarme de otro modo. Es fácil cumplir el deber y olvidarme de que la única motivación de mis obras eres Tú. Quiero ser cada vez más auténtico, más íntegro, quiero creer en Ti y demostrarte con mis obras que te amo. Gracias, Señor, porque sé que cuento con tu ayuda.

A las fuentes del cristianismo

Cada bautizado, en cualquier lugar del mundo, está a prueba como oro en el crisol.

A lo largo de los siglos ha habido hombres y mujeres deseosos de volver a las fuentes del cristianismo. ¿Por qué? Porque la experiencia cristiana puede quedar oscurecida y adulterada entre las mil mareas que surgen en las diferentes épocas de la historia.

Además, cada corazón descubre dentro de sí las fuerzas del hombre viejo, ese modo de pensar y de comportarse que no nace de la nueva vida en Cristo, sino de las pasiones y de la mentalidad de este mundo. Esas fuerzas son capaces de anular aspectos esenciales de la fe católica.

Cristo había indicado con palabras claras cuáles son las exigencias del Evangelio: hay que renunciar a la propia vida (cf. Mt 16,24-26), no volver la vista atrás (cf. Lc 9.62), y dejarlo todo por el Reino de los cielos (cf. Mt 13,44-48).

San Pablo reprochaba a algunos de los primeros cristianos por haber abandonado a Cristo para volver a actuar según la carne: “¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado? Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación? ¿Tan insensatos sois? Comenzando por el espíritu, ¿termináis ahora en la carne?” (Ga 3,1?3).

San Pedro dirige palabras apasionadas a quienes, tras haber iniciado el buen camino, vuelven a las malas acciones de la vida pasada: “Porque si, después de haberse alejado de la impureza del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente en ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera. Pues más les hubiera valido no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido, volverse atrás del santo precepto que le fue transmitido. Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: «el perro vuelve a su vómito» y «la puerca lavada, a revolcarse en el cieno»” (2Pe 2,20?22).

Lo que denuncia la Biblia vale para cada generación humana. Cada bautizado, en cualquier lugar del mundo, está a prueba como oro en el crisol (cf. Sb 3,6). Necesita vivir íntimamente unido a Cristo, en el Espíritu Santo, como parte de la Iglesia, para resistir las terribles asechanzas de Satanás (cf. 1Pe 5,8-9).

De ahí nace el deseo de estar cerca de la fuente, del manantial de aguas vivas, que viene de Cristo y se recibe en el Espíritu Santo (cf. Jn 4,10-14; Jn 7,37-39). Sólo así es posible un cristianismo auténtico, limpio, purificado, que va contra corriente y que resiste a las embestidas de un mundo que odia a los creyentes (cf. Jn 15,18-19).

Volver a Cristo, escuchar su invitación: “convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Ese es el camino de la renovación auténtica, la que necesita cada bautizado que desea seguir al Maestro, que trabaja por ser piedra viva de la Iglesia, que suplica la gracia de las gracias: ser acogido por la misericordia que nos salva, conservar encendida la llama de la fe hasta la muerte, mientras espera el regreso definitivo del Señor: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20).

A los doce años tenía muy claro que podía tener relaciones, que solo debía cuidarme

Lo cierto es que toda esta enseñanza recibida sobre los condones y anticonceptivos sembró en mí la idea del libertinaje, que el sexo era meramente placer y que no tenía de qué avergonzarme si lo hacía a mis doce años

Recuerdo el día que mi profesor de segundo grado (yo tenía 7 años) nos explicó cómo era que veníamos al mundo. Sudaba muchísimo y parecía un poco nervioso, buscando la mejor manera de explicarnos cómo sucedían las relaciones sexuales entre nuestros padres, de las cuales nosotros éramos el fruto.

A los ocho años ya escuchaba sobre los métodos anticonceptivos. Aunque no entendía muy bien sobre las relaciones sexuales, ya sabía que debía cuidarme con esas pastillas o condones aunque no me importaba mucho porque aun estaba muy pequeña para esas cosas. Pero poco a poco el bombardeo crecía.

Recuerdo que cuando estaba en tercer grado mi hermano mayor por tres años (sexto grado) tenía que hacer un trabajo extenso sobre los métodos anticonceptivos. Para su trabajo buscó muchos recortes y publicidad, e incluso le pidió a mi papá que le regalara un condón para pegarlo en su trabajo. Me hicieron creer que todo esto era tan bueno como decirle “no” a las drogas.

A los diez años, y sin aún entender bien esto de las relaciones sexuales, yo ya sabía que si no me “cuidaba” podía tomar una “pastilla del día siguiente”. De cualquier forma, no usar un condón provocaría que quedara embarazada y con ello arruinaría mi vida.

Finalmente, al entrar en la adolescencia (a los 12), todo empezó a complicarse para mí. Tenía muy claro que podía tener relaciones pero solo debía cuidarme. Era algo muy natural, y me parecían sumamente estúpidas las chicas que salían embarazadas cuando había tantas formas de impedirlo.

Mis papás estaban de acuerdo con los métodos anticonceptivos y nos hablaban de ellos como algo positivo. Parecía que se sentían como si estuvieran salvándonos la vida y a mi hermano le regalaban condones. Conmigo y mis hermanas se mostraban un poco más recelosos por ser mujeres. Lo cierto es que toda esta enseñanza recibida sobre los condones y anticonceptivos sembró en mí la idea del libertinaje, que el sexo era meramente placer y que no tenía de qué avergonzarme si lo hacía a mis doce años.

En el colegio, en octavo grado (cuando tenía 13 años) nos dieron en el colegio una materia obligatoria por ley: “educación de la salud”. En ella nos explicaron sobre los métodos anticonceptivos, las enfermedades de transmisión sexual y lo malas que éstas podían ser si no nos protegíamos. Total, aunque yo ya pensaba que tener relaciones sexuales era algo natural en la adolescencia y que en algún momento “iba a suceder”, me daba miedo porque no quería enfermarme o “quedar embarazada” por un descuido o porque el condón falló. Con eso comenzó un gran temor hacia el sexo. Lo veía como algo bueno, deseable, pero peligroso a la vez. Comencé a sentir en mí misma el descontrol entre el miedo y los deseos, y tomaba mucho tiempo de mi día pensando en el placer que me podía proporcionar.

Para mis 14 años yo ya había tenido 3 enamorados. Todos los chicos fueron de mi misma edad. El primero a los 8, fue prácticamente un tonteo. El segundo fue a mis 13 y el siguiente a mis 14 años. Con estos dos últimos ya el tema del sexo era un tema común, pero no era algo que se hablara de frente. En ninguno de los casos cedí, porque no era algo serio. Sin embargo, no sé cómo hubiera reaccionado si me lo hubieran pedido de frente, como sé que a algunas chicas de esa edad ya sus enamorados se lo piden. Supongo que en mi caso se habría dado con el tiempo, pero en ese momento la lucha era solo conmigo misma, en mi mente y fantasía.

A esa edad (14 años) comencé a ir a clases de Primera Comunión y leyendo el Catecismo entendí que lo que estaba pensando no estaba bien. ¡Por primera vez escuchaba algo diferente, que me decía que no todo era tan bueno como nos hacían creer! Fue entonces que decidí intentar controlar mis pensamientos y acciones, pero el solo deseo no era suficiente. Era una lucha diaria conmigo misma y con mi cuerpo. Escuché de un hombre la anécdota de lo bien que se había sentido después de ofrecer rezar un Rosario diario a la Virgen. Yo comencé hacerlo y le pedí muchas fuerzas y control.

A la semana me sentía totalmente diferente, ya no era una lucha sino una motivación, fue como si la Virgen María me hubiera bañado de su pureza y castidad.

La castidad no es solo abstenerse ni reprimirse, sino vivir en Dios la grandiosidad de la pureza. Es una sensación indescriptible donde solo cabe la idea de un amor puro y verdaderamente libre, tus pensamientos son diferentes porque de lo físico pasas a lo emocional. El noviazgo ya no es “esa cosa que me puede perjudicar” sino una relación respetuosa que nos puede hacer madurar tanto a él como a mí.

La larga explicación que les he dado sobre el efecto que causó en mí la temprana explicación sobre los métodos anticonceptivos y “su uso imprescindible” no es para que se enteren de mi vida, sinopara que entiendan el daño que nos puede causar a los niños y adolescentes cuando se nos “informa” sobre estas cosas aun sin decir “ten sexo” y sin darnos una orientación moral adecuada. La educación sexual que se nos imparte ya desde niños, en un afán de prevenir embarazos no deseados y ETS, lo que causan son más casos de embarazos indeseados y una mayor propagación de las ETS por el aumento de la actividad sexual entre los jóvenes.

Es evidente que al darnos un condón o una pastilla no nos están diciendo “espera”, sino que nos están diciendo: “ten sexo, no importa esperar, solo cuídate”. Ante este condicionamiento de los niños y adolescentes, es nuestra responsabilidad ofrecerles otra perspectiva y ayudarlos desde pequeños a amar de verdad.

Acudamos a Dios y acobijémonos en el que él nos ayudara. Si fallan vuelvan a levantarse. El no se cansa de perdonarnos, no nos cansemos nosotros de pedir perdón.Dios tiene dispuesto a alguien para cada uno/a de nosotros, oren por esa persona aunque no la conozcan todavía o no sepan si el novio o novia que tiene es aquel con el que compartirán el resto de sus vidas.

Para mí la Virgen María es como un ejemplo a seguir como mujer. San José también fue un hombre puro que supo amar y respetar a su esposa, de él pueden conseguir mucha ayuda los chicos. La castidad puede ser difícil pero para mí se volvió mucho más fácil al ir de la mano de Jesús y la Virgen María. Si aun tienen dudas o sienten a veces que lo que están haciendo es tonto, pidan fortaleza que Dios: Él siempre está allí, en las buenas y en las malas. No dejen de orar y en verdad les recomiendo la oración del Rosario con mucha fe, ella los acompañara en este camino lo que sea necesario.

¿Cuál es la diferencia entre la paz que se experimenta al desahogarse con un consejero y la paz que trae el sacramento?
En el confesar sus pecados y en el recibir la certeza del perdón, la persona percibe la infinita misericordia de Dios

Una persona que pasa por un momento difícil y acude a un consejero o «counselor » para hablar de sus problemas, puede obtener una cierta paz, particularmente si se trata no sólo de « desahogarse » (¡lo cual procura una paz poco duradera!) sino de buscar ayuda y consejo.
Por diversos motivos : teniendo la posibilidad de hablar, la persona se siente menos sola para sobrellevar sus problemas, sobretodo si el consejero manifiesta una mirada de benevolencia hacia ella.

Por otro lado, el hecho de expresar lo que uno vive con palabras que otro pueda comprender, permite a la persona que sufre no quedarse sólo al nivel de sus emociones y pensamientos, sino acceder a un punto de vista más objetivo y racional, redimensionar ciertas cosas, tomar una cierta distancia de su vivencia subjetiva. Esto es también fuente de una cierta paz. Asimismo, es posible que durante este diálogo la persona pueda recibir algunos buenos consejos y comprender mejor cómo encauzar sus decisiones. Se siente, entonces, menos perdida.

Esta paz, incluso aunque permanezca en un nivel humano, no ha de despreciarse; tiene su valor. Lo que acabamos de decir forma parte de la experiencia de un acompañamiento espiritual y en una cierta medida del del encuentro con un sacerdote en la confesión. En el campo del acompañamiento espiritual, la paz recibida puede ser más profunda y sólida. Se da una gracia particular en el encontrar a la guía espiritual con el sincero deseo de hacer la voluntad de Dios. «Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos » dice Jesús. El fin de un momento de acompañamiento espiritual es el de ayudar a una persona, en un momento particular de su vida a percibir mejor la voluntad de Dios. Una luz en este sentido es donada habitualmente, al menos la suficiente para hoy. Cada vez que una persona entiende mejor qué es lo que el Señor espera de ella, y se compromete en este sentido, recibe una paz. El comprender y el decidirse a cumplir la Voluntad del Padre viene siempre acompañado por la paz. Una gracia y un don de paz más profunda todavía pueden derivar de la confesión y de la absolución recibida, si este sacramento ha sido vivido con sinceridad y verdad, y con un verdadero deseo de progresar hacia una vida más conforme al Evangelio y un amor de Dios más auténtico. En el confesar sus pecados y en el recibir la certeza del perdón, la persona percibe la infinita misericordia de Dios, se siente liberada del peso de sus culpas, se da cuenta de que a pesar de su fragilidad y debilidad, es acogida por Dios y que la bendición de Dios reposa sobre su vida.Esto puede ser un gran consuelo y fuente de una profunda paz. Esta paz deberá después conservarse mediante la fidelidad a la oración y la búsqueda de Dios. Haber recibido esta paz no significa que la persona no tendrá más altos y bajos, combates y luchas, porque son cosas que forman parte de la vida cristiana, pero ha sido de todas maneras un don precioso de Dios.

Una señal de que una cierta paz ha sido verdaderamente don de Dios y fruto de su gracia (y no sólo un tranquilizarse humanamente) es que esta paz impulsa a la gratitud y dilata el corazón hacia un amor más intenso a Dios y más generoso hacia los hermanos.

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