«- Señor, y éste ¿qué?... - ¿A ti qué? Tú sígueme»
- 07 Junio 2014
- 07 Junio 2014
- 07 Junio 2014
SEMANA DEL CENÁCULO
DÍA SEXTO: DON DE PIEDAD
“… hoy mencioné el don de la piedad. Esta palabra, "piedad", no tiene aquí el sentido superficial con que a veces la utilizamos: tener lástima de alguien. No, no tiene ese sentido.
La piedad, como don del Espíritu Santo, se refiere más bien a nuestra relación con Dios, al auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre. Es sinónimo de amistad con Dios, esa amistad en la que nos introdujo Jesús, y que cambia nuestra vida y nos llena el alma de alegría y de paz. (Francisco, Audiencia 4 de junio, 2014)
SÚPLICA DEL DON DE PIEDAD AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, gracias por haberme revelado mi identidad más sobrecogedora, la de saberme hijo adoptivo de Dios, y poderlo llamar, sin ser pretencioso, “Padre”.
Gracias por poner en mis ojos el cristalino transfigurador, por el que, a pesar de mi falta de visión trascendente, me permites valorar a las personas como sacramentos de Cristo.
Gracias, Espíritu Santo, porque como efecto de tu don de Piedad, me mueves a tratar a todos con respeto; no solo a los que viven más cerca de mí, sino a todos, y a todo.
Pero quería darte gracias de manera muy especial por tantos que de manera discreta, generosa, gratuita, ofrecen diariamente sus manos, para hacer el bien, y ejercitan de forma desbordante el don de Piedad.
Soy testigo del amor de muchos que, en momentos de necesidad, han acudido en mi ayuda como verdaderos hermanos con la espontaneidad del amor cristiano, que nace de ti, de tus insinuaciones íntimas.
Tengo que agradecerte los momentos de fragilidad física y de ánimo, porque han sido esos momentos los que más me han dejado palpar el derroche del don de Piedad que concedes a la comunidad humana.
Por el don de Piedad, hay muchos que se consagran de por vida a adorar a Dios, y lo tratan como Él se merece. Por el don de Piedad, se extiende por el mundo el movimiento solidario, sensible a todas las pobrezas de nuestros semejantes. Y por el don de Piedad, cada vez más, se levantan las voces que reclaman respeto a la naturaleza, y al medio ambiente.
Por pura necesidad de correspondencia a tanta largueza de los demás, no permitas que me endurezca y pase por la vida sin mirar a los lados y sin descubrir la necesidad de los que me rodean. Sobre todo, que no pierda la sensibilidad hacia la belleza de la Creación. No permitas que me olvide de Dios. ¡Ven, Espíritu Santo, con tu don de Piedad!
El Papa rodeado de sacerdotes
El Papa invita a los sacerdotes a "no olvidar a Cristo, su primer amor"
Francisco reclama "pastores, antes que intelectuales"
"Apacienta. Con la teología, con la filosofía, con la patrología, con lo que estudias, pero apacienta"
Redacción, 06 de junio de 2014 a las 12:53
‘¿Soy pastor, o soy un empleado de esta ONG que se llama Iglesia?'. Hay una diferencia
(RV).- Pastores, antes que intelectuales, que nunca olvidan a Cristo, su "primer amor", y permanecen siempre siguiéndole: este es el retrato que el Papa Francisco, en la homilía de la Misa celebrada en Santa Marta, ha hecho de todos los hombres consagrados a Dios en el sacerdocio.
"¿Como va el primer amor?". Es decir, ¿estoy enamorado de ti como el primer día? ¿Soy feliz contigo o te ignoro? Preguntas universales que hay que hacerse a menudo, dice el Papa Francisco. Y no solo los esposos dentro de la pareja, sino también sacerdotes, obispos, frente a Jesús. Porque es Él, afirma, quien nos pregunta como un día hizo con Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". La homilía del Papa parte precisamente de este diálogo del Evangelio en el que Cristo pregunta por tres veces al primero de los Apóstoles si le ama más que los demás, una manera - observa - para volver a llevarle al "primer amor".
"Esta es la pregunta que me hago, que hago a mis hermanos obispos y a los sacerdotes: como está el amor de hoy, el que inspira Jesús, ¿no? ¿Es como al principio? ¿Estoy enamorado como el primer día? ¿O el trabajo, las preocupaciones un poco me hacen mirar a otras cosas, y olvidar un poco el amor? Los esposos pelean, pelean. Y eso es normal. Pero cuando no hay amor, no se pelea: se rompe".
"Nunca hay que olvidar el primer amor. Nunca", subraya el Papa Francisco, quien resalta otros tres aspectos a tener presente en la relación de diálogo de un sacerdote con Jesús. Ser ante todo - antes del estudio, antes de querer ser "un intelectual de la del filosofía o de la teología o de la patrología - un "pastor", tal como Jesús pidió a Pedro: "Apacienta a mis ovejas". El resto, sostiene el Papa, viene "después".
"Apacienta. Con la teología, con la filosofía, con la patrología, con lo que estudias, pero apacienta. Sé pastor. Porque el Señor nos ha llamado para esto. Y las manos del obispo sobre nuestra cabeza es para ser pastores. Es una segunda pregunta, ¿no? La primera es: ‘¿Cómo va el primer amor?'. Esta, la segunda: ‘¿Soy pastor, o soy un empleado de esta ONG que se llama Iglesia?'. Hay una diferencia. ¿Soy pastor? Una pregunta que yo debo hacerme, los obispos deben hacerse, también los sacerdotes: todos. Apacienta. Sigue adelante".
Y no hay "gloria" ni "majestad", observa el Papa Francisco, para el pastor consagrado a Jesús: "No, hermano. Acabará de la forma más normal, incluso más humillante, muchas veces: en la cama, que te dan de comer, que te tienen que vestir ... Pero inútil, allí, enfermo...". El destino es "acabar - repite - como acabó Él": amor que muere "como la semilla de trigo y así vendrá el fruto. Pero yo no lo veré". Finalmente, el cuarto aspecto, la "palabra más fuerte", indica el Papa Francisco, con la cual Jesús concluye su diálogo con Pedro, "sígueme".
"Si hemos perdido la orientación o no sabemos cómo responder sobre el amor, no sabemos cómo responder a este ser pastores, no sabemos cómo responder o no tenemos la certeza de que el Señor no nos vaya a dejar solos incluso en los momentos más malos de la vida, en la enfermedad, Él dice: ‘Sígueme'. Esta es nuestra certeza. Tras las huellas de Jesús. Por ese camino. ‘Sígueme'".
A todos nosotros, sacerdotes y obispos, termina el Papa Francisco, el Señor nos dé "la gracia de encontrar siempre o recordar el primer amor, de ser pastores, de no tener vergüenza de acabar humillados en una cama o también mal de la cabeza. Y que siempre nos de la gracia de ir detrás de Jesús, tras las huellas de Jesús: la gracia de seguirlo".
Evangelio según San Juan 21,20-25.
Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?". Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: "Señor, ¿y qué será de este?".
Jesús le respondió: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme". Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: "El no morirá", sino: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?".
Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.
Santa Teresa de Jesús (1515-1582), fundadora del Carmelo Descalzo, mística, doctora de la Iglesia. Camino de perfección, 17
«- Señor, y éste ¿qué?... - ¿A ti qué? Tú sígueme»
Es cosa que importa mucho entender que no a todos lleva Dios por un camino, y por ventura el que le pareciere va por muy más bajo, está más alto en los ojos del Señor.
Así que no porque en esta casa todas traten de oración, han de ser todas contemplativas. Es imposible. Y será gran desconsolación para la que no lo es...
Yo estuve más de catorce años que nunca podía tener meditación sino junto con lección. Habrá muchas personas de este arte, y otras que, aunque sea con lección, no pueden tener meditación, sino rezar vocalmente, y aquí se detienen más... Y otras personas hay hartas de esta manera, y si hay humildad, no creo saldrán peor libradas al cabo sino muy en igual de los que llevan muchos gustos, y con más seguridad en parte; porque no sabemos si los gustos son de Dios o si los pone el demonio...
Estotros (los no agraciados con gustos espirituales en la oración) andan con humildad, sospechosos que es por su culpa, siempre con cuidad de ir adelante. No ven a otros llorar una lágrima, que, si ella no las tiene, no le parezca está muy atrás en el servicio de Dios, y debe estar por ventura muy más adelante; porque no son las lágrimas, aunque son buenas, todas perfectas; y la humildad y mortificación y desasimiento y otras virtudes, siempre hay más seguridad. No hay qué temer, ni hayáis miedo que dejéis de llegar a la perfección como los muy contemplativos.
SIN ESTORBOS
Hechos de los apóstoles 28,16-20.30-31; Sal 10, 4. 5 y 7; Juan 21, 20-25
Podríamos hacer una lista interminable de cosas que quisiéramos cambiar o mejorar en nuestro ambiente para que sea más fácil hablar de Dios. En ocasiones ver las dificultades nos impide mirar más adelante y nos quedamos como bloqueados ante ellas. Entonces surge la queja, la auto-compasión y el dar lástima. Surgen las comparaciones: “Si yo viviese en…” “Si mandase otro gobierno…” “Si mi parroquia fuese distinta…” “Si…” Mil sinrazones que obstaculizan nuestra acción y, sobre todo, obstaculizan la misión del Espíritu Santo.
“Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con un soldado que lo vigilase. Tres días después, convocó a los judíos principales; cuando se reunieron, les dijo: – «Hermanos, estoy aquí preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres…” Pablo había sido acusado por los judíos, perseguido con la misma saña con que el se aplicaba a buscar a los cristianos en su mocedad, y eso mismo le había llevado hasta Roma, preso y vigilado. El apóstol de los gentiles podía haberse dedicado a predicar a los paganos y “pasar” de los judíos que tantos disgustos le estaban dando. Sin embargo San Pablo sabía que el Señor no se desdice. El pueblo elegido había sido el pueblo de Jacob y, por lo tanto, podía y debía anunciarles a Jesucristo, la “esperanza de Israel.” Con esa libertad y fidelidad al Espíritu Santo consiguió vivir en Roma “recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.” Sin duda alguna no le faltaron dificultades y tropiezos, pero era interiormente libre. Las dificultades existen y existirán siempre, pero no tienen porqué ser obstáculos.
“Pedro dice a Jesús: – «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: – «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»” Esta me parece una de las afirmaciones más claras de la divinidad de Jesucristo. Dios hace lo que quiere ¡y a nosotros qué?. A veces nos pasamos la vida pensando la de cosas que le vamos a echar en cara a Dios cuando nos encontremos frente a frente con Él. Dios cuando nos pone en situaciones difíciles nos da la gracia para superarlas, luego es un atrevimiento el intentar pedirle explicaciones. “Tú sígueme” y lo demás sobra. Fiarse de Dios es evitar los estorbos pues los retos los superamos con la ayuda principal del Espíritu Santo, o mejor dicho, Él se salta los obstáculos a la torera a pesar de nuestra falta de confianza y de entrega. Esta noche y mañana pediremos insistentemente el don del Espíritu Santo. No se nos ocurra pedir que Dios siga nuestra propia “hoja de ruta” para la salvación del mundo, sino que nosotros nos zambullamos con plena confianza en la historia de la salvación de Dios, ya que cuenta con nosotros. La Virgen María “simplemente” se pone en manos de Dios y, así, entre mil dificultades, nunca tuvo ningún estorbo. Sacudamos nosotros los estorbos de nuestra vida y bajo los dones del Espíritu Santo actuemos con la libertad de los hijos de Dios.
SAN ROBERTO,
Abad
He venido a poner fuego en la tierra:
y ¿qué he de querer sino que arda?
(Lucas, 12, 49).
San Roberto, abad de Newminster, distinguió se entre todos los religiosos de su Orden por su fervor y su piedad; todos tenían puestos en él sus ojos y lo tomaban por modelo. Sin cesar recomendaba a Dios las almas a su cargo; noche y día pedía con lágrimas la santificación de ellas. Murió el 7 de junio de 1159. Diversos milagros atestiguaron ante los hombres su santidad y la gloria que gozaba junto a Dios.
MEDITACIÓN SOBRE EL FERVOR
I. Tener fervor en el servicio de Dios, es hacer todo lo que Dios nos pide con ardor, con prontitud y con alegría. Un hombre fervoroso vuela allí donde le llama el deber. Busca grandes ocasiones de dar a Dios pruebas de su amor; no desprecia las pequeñas; nada le parece difícil, por nada tiene lo que ya ha hecho, arde en deseos de hacer algo más heroico en lo por venir para la gloria de Jesucristo. ¿Te hallas en estas disposiciones? Estuviste en ellas, ¿por qué no has perseverado? Vuelve lo antes posible a ese primer estado de fervor del que te relajaste.
II. Un hombre fervoroso resiste generosamente a todas las tentaciones; un hombre tibio y flojo sucumbe en ellas. Nada cuesta a un cristiano que está animado de este hermoso fuego: todo incomoda a un cristiano frío, todo le parece difícil e insoportable. El hombre fervoroso está siempre feliz y siempre contento, porque Dios derrama en su alma consolaciones celestiales para recompensarlo por los placeres del mundo que le sacrifica; el cristiano flojo y tibio no goza de los consuelos del Cielo, porque no es lo suficientemente fiel a Dios como para merecer los.
III. El medio para encender el fervor en tu corazón es, en primer lugar, servir a Dios cada día como si cada día comenzases a servirle; es olvidar el poco bien qué ya hayas hecho, es considerarte como un servidor inútil. Compara lo que has hecho por Dios con lo que Jesucristo ha hecho por ti. En segundo lugar, cada día sirve a Dios como si fuese el último de tu vida. ¿Qué harías ahora si estuvieras seguro de morir mañana?
El fervor
Orad por los que trabajan
en la salvación de las almas.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado Roberto, abad, nos haga agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos.
Roberto de Newminster, Santo Abad
Abad cisterciense, 7 de junio
Martirologio Romano: En Newminster, en el territorio de Northumberland, Inglaterra, san Roberto, abad de la Orden Cisterciense, el cual, amante de la pobreza y de la vida de oración, junto con doce monjes instauró este cenobio, que a su vez fue origen de otras tres comunidades de monjes.
Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.
Estudió en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby, desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del monasterio cisterciense de Fountains.
Alrededor de 1138, encabezó la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth (Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y Sawley (1148).
La vida de Capgrave nos dice que sus propios monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48) para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al santo inglés con el máximo de los cistercienses.
Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.
Fuente: Vidas de los santos, Alban Butler
Gargrave, localidad del distrito de Craven, en Yorkshire, fue el lugar de nacimiento de san Roberto. Tras de haber recibido las órdenes sacerdotales, fue rector en Gargrave durante un tiempo y después tomó el hábito de los benedictinos en Whitby. Algo más tarde, obtuvo el permiso de su abad para unirse a otros monjes de la abadía de Saint Mary, en York, quienes se habían agrupado, autorizados por el arzobispo Thurston, y en los terrenos que le habían sido cedidos, con el propósito de dar nueva vida a la estricta regla benedictina. Ahí, en la mitad del invierno, en condiciones de extrema pobreza, sobre el desnudo suelo del valle de Skeldale, fundaron los monjes un monasterio que, más tarde, llegaría a ser famoso como FountainsAbbey (Abadía de las Fuentes), nombre que se le dio en relación con unos manantiales que había en las proximidades. Por su expreso deseo, los monjes estaban afiliados a la reforma del Cister, y Fountains se convirtió, con el tiempo, en una de las casas más fervientes de la orden. El espíritu de la santa alegría imperaba sobre una vida de ejercicios de devoción, alternados con los duros trabajos manuales. En un sitio prominente entre los monjes se hallaba san Roberto, en razón de su santidad, su austeridad y la dulzura inmutable de su carácter. En sus modales era extremadamente modesto -dice la Crónica de Fountains-, lleno de gentileza cuando estaba en compañía, misericordioso en los juicios y ejemplar en la santidad y sabiduría de sus conversaciones.
Ralph de Merly, el señor de la región de Morpeth, visitó la abadía en 1138, cinco años después de su fundación, y quedó tan hondamente impresionado por la virtud de los hermanos, que decidió construir un monasterio para el Cister en sus propiedades. Para habitar en la nueva casa, conocida con el nombre de abadía de Newminster, lord Morpeth sacó de Fountains a doce monjes y, para gobernarlos, se nombró abad a san Roberto. El santo conservó el puesto hasta su muerte. A fuerza de trabajo constante, logró que la abadía floreciese de manera tan extraordinaria, que, para 1143, pudo fundar una segunda casa en Pipewell, en Northamptonshire y, más tarde, otras dos en Sawley y en Roche.
Como hombre entregado a la meditación y a la plegaria que era, escribió un comentario sobre los Salmos que, desgraciadamente, no ha sobrevivido. Se le habían otorgado dones sobrenaturales y tenía poder sobre los malos espíritus. Hay una anécdota que ilustra el espíritu de mortificación de que estaba dotado. Se sometía a ayunos tan rigurosos durante la Cuaresma, que, en una ocasión, al llegar la Pascua, ya había perdido enteramente el apetito. ¡Ay, padre mío! ¿Por qué no queréis comer? le preguntó entristecido el hermano encargado del refectorio. Creo que me comería un panecillo de avena con mantequilla, repuso el abad. En cuanto le trajeron lo que había pedido, no se atrevió a tocarlo, por considerar que, si lo hacía, era como ceder a la gula y, a fin de cuentas, ordenó que se diera el panecillo a los pobres. En la puerta del convento recibió el pan un joven y hermoso peregrino, quien inmediatamente desapareció, con todo y el plato. Cuando el hermano tornero trataba de dar explicaciones plausibles sobre la desaparición del recipiente, el mismo plato quedó de pronto sobre la mesa, frente al abad. Todo el mundo afirmó que el hermoso peregrino que se comió el panecillo era un ángel.
Afirman las crónicas que, en su juventud, san Roberto estudió en París, y registran un segundo viaje suyo al continente, cuando fue blanco de algunas críticas por parte de sus monjes, en relación con ciertos informes falsos sobre mala administración de su abadía, y decidió ir a visitar a san Bernardo para ponerle en claro las cosas. Pero éste, que evidentemente conocía a fondo a san Roberto, resolvió que no había necesidad de desmentir las necias acusaciones ni de defenderse contra los cargos. La mencionada visita debe haber tenido lugar en 1147 o 1148, puesto que por entonces y antes de regresar a Inglaterra, se entrevistó san Roberto con el Papa Eugenio III. El abad de Newminster visitaba a menudo al ermitaño san Godrico, por quien sentía particular afecto. La noche en que san Roberto murió, san Godrico vio ascender su alma al cielo como una bola de fuego. La fecha era el 7 de junio de 1159. La fiesta de san Roberto se conmemora en la diócesis de Hexham.
Pentecostés -
Ac 2,1-11; 1 Co 12,3 b-13;Jn 20,19-23
El Espíritu cuenta la vida entera de Jesús, desde su concepción en que la sombra divina, como la nube del desierto, fecundó María, hasta su muerte, en el que entregó el Espíritu en manos del Padre.
En la sinagoga de Nazaret declaró la magnitud de la posesión por el Espíritu. Al leer Isaías encontró la significación y el retrato de su unción espiritual: El Señor me ha enviado para dar la buena nueva a los pobres, a curar los corazones rotos, a anunciar a los cautivos la libertad, ya los presos el retorno de la luz y proclamar un año de gracia del Señor, el día que nuestro Dios hará justicia, a consolar a todos los que lloran, ... (Is 61, 1-2).
Al ser Jesús el jefe de la Iglesia, todo el cuerpo participa de la unción del Espíritu. Jesús sopló sobre los discípulos y, como dice el Evangelio, los envió de la misma manera que él había sido enviado por el Padre. No es de extrañar, por tanto, que la secuencia que acabamos de cantar haga la súplica ardiente que venga el Espíritu, identificándolo como padre de los pobres. En Jesús fue padre de los pobres. En la Iglesia ha sido, es y debe ser, padre de los pobres.
Nuestro obispo, profeta y poeta, Pere Casaldàliga, lo declaraba así en su antología Cantares de la entera libertad (Managua 1984, p 73)
El Espíritu ha decidido administrar el octavo sacramento: ¡la voz del Pueblo!
La temprana comunidad del Cenáculo tuvo una especialísima cuidado de los pobres, tal como narran repetidamente los Actos de los apóstoles. Hablan de poner todo en común y que cada uno sólo retire el necesario. Desde entonces, tanto la múltiple asistencia de la caridad como la desgarradora y comprometedora doctrina social de la Iglesia marca un camino real para vivir en el Espíritu. Las encíclicas sociales, el Concilio Vaticano II, los Sínodos, los documentos de Medellín, de Puebla, de Aparecida y, más actualmente, "La joya del Evangelio" del Papa Francisco amplifican el clamor de los pobres y urgen el remedio a nivel planetario.
En su Diario, San Ignacio discierne sobre la pobreza y subraya con comprensión profunda como el Espíritu secunda el éxito de la predicación en pobreza de los 72 enviados. Se le concede una visión del Espíritu a modo de "llama ígnea". Reproduce el imaginario del relato de Lucas de la primera lectura. El Espíritu es fuego. El Papa se quejaba a Lampedusa de la frialdad europea y falta de misericordia, todo lo contrario del calor divino que comunica el Espíritu.
San Pablo dice que el Espíritu ayuda nuestra debilidad cuando no sabemos orar. Él nos suple, llamando a Dios confiadamente como Abba. También el Espíritu da voz a los pobres, con un grito desgarrador y entrañable. Es un lenguaje radical de una humanidad absoluta, exigiendo libertad y justicia. Dios reconoce este clamor del Espíritu. Y Dios nos lo da como Jesús y para Jesús. Tenemos la capacidad y la misión de escuchar y de interpretar estas tantas lenguas ... la lengua del hambriento, de las víctimas de guerra, los forasteros, los apaleados, los abusados, los niños del trabajo, de la mujer despreciada, los diferentes, los nadie ...!
En una visión global, la tierra es como una patera que circula por el universo solar a 40 Km por segundo, donde el pasaje no mira unos por otros, sino que cada uno procura su propio bienestar. El Espíritu que planeando sobre las aguas dio vida al mundo urge la orientación de la brújula hacia el bien común. Entre todos lo haríamos todo, sólo que cada uno cuidara suficientemente su entorno, su parcela.
Sin el Espíritu Santo, Dios es lejano,
Jesucristo queda en el pasado,
el Evangelio es como letra muerta,
la Iglesia no pasa de una simple organización;
la autoridad es una dominación,
la misión, una propaganda,
el culto, una evocación melancólica,
la actuación cristiana, una moral de esclavos.
Pero en el Espíritu, el cosmos es exaltado
y se percibe su gemido para dar a luz el Reino,
Cristo resucitado está presente,
el Evangelio es una potencia de vida,
la Iglesia significa la comunión trinitaria,
la autoridad se experimenta como un servicio liberador,
la misión se convierte potencia de un nuevo Pentecostés,
la liturgia es un memorial y una anticipación,
la actuación humana es divinizada. (Ignacio Hazim, obispo ortodoxo oriental)
Ven, oh Santo Espíritu;
Padre de los pobres, ven.
Los dones del Espíritu Santo y la oración el entendimiento
Frutos del don de entendimiento
"No quiero, hermanos, que Uds. ignoren lo que se refiere a los dones espirituales... Por eso les hago saber que nadie puede decir «Jesús es el Señor», sino por el Espíritu Santo" (1Co 12, 1.3). Mediante el don del entendimiento, el Espíritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios" (1 Co 2, 10), comunica al creyente una chispa de esa capacidad penetrante que le permite casi ver los misterios de Dios.
Por la fe creemos las verdades reveladas, sin entenderlas, pues son misterio. Reflexionando y orando, nuestro entendimiento se adentra a las profundidades del misterio. Cuanto más descubre el intelecto, más misteriosa se hace la verdad divina. Cuánto más luz recibe, más se vislumbra la inmensidad del misterio. El Espíritu de Amor responde a esta búsqueda amorosa del creyente. Aporta una penetración diversa, un ver, una intuición, un saber, que da a la mente un conocimiento inmediato, sereno, de la verdad sobrenatural sin que deje de ser misterio.
En la oración, este don ayuda y perfecciona al intelecto. Mientras no actúa el Señor, sería una temeridad querer orar sin la labor de nuestras mentes. Cuando el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda, captamos de un modo nuevo, claro y, por lo general, gozoso las verdades. El alma puede prorrumpir en la respuesta de alabanza y amor. Ya no hace falta investigar, ya se goza del conocimiento.
El don del entendimiento en las Escrituras
Así Isabel reconoció la maternidad divina de María: "Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»". Es así nuestra experiencia cuando se nos revela el sentido de una palabra de la Escritura. En ese momento se renueva en nosotros la experiencia de los discípulos de Emaús tras haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan: "¿No ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros en el camino, explicándonos las Escrituras?" (Lc 24, 32).
Otras veces el don del entendimiento permite al orante admirar la íntima armonía entre diversas verdades reveladas. Puede ser que captemos en alguna de ellas un resumen de todas. Así, por ejemplo, meditando el prólogo de San Juan, quizás alguno descubra en la frase "El verbo se hizo carne", todo el misterio del amor de Dios Creador y Redentor, y sólo le queda inclinar la cabeza, como hace la Iglesia al llegar a estas palabras en el Credo.
Cómo pedir el don del entendimiento
¿Cómo propiciamos este don en la oración? El evangelio nos ha dado el presupuesto: sencillez de corazón. Jesús lleno de gozo en el Espíritu Santo dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito... Nadie conoce quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». El orgullo del espíritu, con todas sus manifestaciones, es contrario a la presencia de este don. Dice Santa Catalina de Siena que la soberbia cubre el ojo de la inteligencia como una nube y le impide ver. La humildad del corazón abre la puerta para el Espíritu.
Luego, detenernos en la luz, según el sabio consejo de San Ignacio: "No el mucho saber harta y satisface el alma sino el sentir y gustar internamente de las cosas de Dios" (Ejercicios, nn. 2 y 76). María aquí es el gran ejemplo: escrutaba sin cansarse el sentido profundo de los misterios realizados en Ella por el Todopoderoso, dándoles vueltos en su corazón, es decir, con el amor más que con el raciocinio (cf. Lc 2, 19 y 51).
Y como siempre, pedir, pedir mucho: "Ven Espíritu Santo".
el consejo
María y el don de consejo
Los dones del Espíritu Santo y la oración el consejo
"Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la adre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda,su madre le dice a Jesús: «No tienen vino». Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Hagan lo que él os diga»" (Jn 2, 1-5).
Parecería un diálogo falto de lógica. Pero María ha comprendido lo que la lógica humana no ve y ha acertado en su indicación a los criados. Intuimos la presencia en su mente de otra luz, propia del don de consejo. Con este don la persona, bajo la inspiración del Espíritu Santo, juzga rectamente lo que conviene hacer, incluso en los casos más difíciles. "No faltan nunca problemas que a veces parecen insolubles. Pero el Espíritu Santo socorre en las dificultades e ilumina... Puede decirse que posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables" (Juan Pablo II, 24 de abril de 1991).
El don del consejo y la virtud de la prudencia
El don del consejo perfecciona a la virtud de la prudencia. Por la prudencia discurrimos e investigamos cuidadosamente los medios más a
propósito para alcanzar el fin inmediato a la luz del fin último. Con el don de consejo el Espíritu Santo nos habla al corazón, y nos da a entender de modo directo lo que debemos hacer. Así cuando llegó a la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén la noticia de la conversión de muchos griegos en Antioquía, enviaron allí a Bernabé, "hombre lleno de fe y del Espíritu Santo", para ver qué ocurre. Él por su parte toma la feliz decisión de ir a Tarso para buscar la ayuda de Saulo, y así da inicio al ministerio apostólico de Pablo (Hech. 1, 22-26). Sin duda, fue una decisión iluminada por el Espíritu Santo. Y cuando finalmente la Iglesia afronta la cuestión de la observación o no de la ley mosaica, la conclusión reza: "nos ha parecido a nosotros y al Espíritu Santo".
Frutos y petición del consejo
¿Cómo ayuda el don del consejo a la oración? Nuestra oración está llamada a influir en la vida: «No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial... Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca» ( Mt 7, 21. 24). Si el "hombre prudente" pone por obra la palabra escuchada en la oración, el don de consejo ayuda poderosamente a aclarar cuál es esta palabra concreta y su aplicación vital.
Para disponernos al don, necesitamos en primer lugar la humildad convertida en súplica: "Enséñame Señor a hacer tu voluntad porque tú eres mi Dios. Señor, muéstrame tus caminos, enséñame tus senderos" (Ps 143, 10; 25, 4). A veces Dios ilumina de pronto, sin previa reflexión; otras veces es una iluminación superior que guía nuestro razonar, pues el don perfecciona la virtud, no la elimina.
Luego, cultivemos el silencio del alma para dar espacio a la escucha del Espíritu. Callar sobre todo las preocupaciones, pasiones, apegos, todo lo que es ruído de la criatura. Y del yo. Cuándo escuchamos mucho ruído interior, podemos sospechar que allí no habla el Espíritu Santo. Importa también la prontitud para poner por obra lo que le agrada al Divino Huésped. La persona ordinariamente dócil a sus inspiraciones, se hace cada vez más connatural con Él: "En el momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza a hacernos sensibles a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de Dios... De este modo madura en nosotros una sintonía profunda, casi connatural en el Espíritu" (Papa Francisco, 7 de mayo de 2014).
Pidamos a María, Madre del Buen Consejo, que nos alcance la gracia de este don.
SEMANA DEL CENÁCULO
DÍA SÉPTIMO: DON DE TEMOR DE DIOS
Lo primero para entender este santo temor de Dios es distinguirlo del miedo. El miedo es una “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario; recelo o aprensión que uno tiene de que le suceda una cosa contraria a lo que desea” (Diccionario de la Real Academia). El Don de Temor es un hábito sobrenatural por el cual el justo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, adquiere docilidad especial para someterse totalmente a la voluntad divina por reverencia a la excelencia y a la bondad de Dios. El Temor de Dios es el temor a alejarse de Dios, el temor de no ser felices, el temor de errar el camino de felicidad que Él nos propone.
SÚPLICA DEL DON DE TEMOR DE DIOS, AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, si a la hora de comprender tus dones he tenido que abrirme a un significado diferente al que el diccionario atribuye a las palabras que los denominan, es en la interpretación del don de Temor de Dios donde necesito mayor ayuda para comprender debidamente lo que quiere decir la formulación del séptimo don.
Parece, en principio, que no es propio de quien ha recibido el don de Piedad, por el que le ha revelado la entrañable misericordia de Dios, que deba reaccionar ante Él con miedo o temor, y por tanto, no se explicar que haya que pedir el regalo del “Temor de Dios”, si parece una relación inadecuada con lo que Dios ha querido desvelarnos de sí, através de tu acción.
Sin embargo, cuando se comprende bien lo que significa tu don, surge, inmediatamente, la necesidad de pedirlo, porque sería de una gran injusticia, después de haber recibido los demás dones, el pretender caminar por propia cuenta, con riesgo de ofender a quien ha sido es tan magnánimo.
El don de Temor de Dios evita el engreimiento vanidoso, la conducta pretenciosa, el modo de actuar con protagonismo, la inconsciencia en el camino de la vida. Evita el error de avanzar por sendero engañoso, que se aparte de la voluntad divina, y convierte nuestra vida en un verdadero cántico de alabanza y de sensibilidad agradecida.
¡Ven, Espíritu Santo, derrama sobre mi el don de Temor de Dios, por el que jamás caiga en la insensibilidad ni en la inconsciencia que me hagan vivir afirmado en mis capacidades de manera orgullosa y prepotente.
Espíritu Santo, hazme humilde, reconocedor constante de la fuente de mis destrezas, y de dónde proceden las de los demás, para manifestar con mi modo de vivir y de actuar la actitud que canta el salmista: “Mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros. No pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre” (Sal 130).
Pentecostés
Debo confesar que no me gusta nada la paloma como símbolo del Espíritu Santo. Y no tengo nada contra las pobres palomas, me parecen bonitas como aves, pero son muy sucias, mejor, lo ensucian todo. Parecen muy tiernas, y son bien egoístas, pues sólo se te acercan cuando les echas de comer. Y con esto no le quiero corregir a Dios el que en el Bautismo de Jesús haya querido visualizar al Espíritu Santo como una paloma. Personalmente prefiero los símbolos de Pentecostés. El viento y el fuego.
“De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio ....”
Me gusta el viento que no puedo ver, pero que lo siento rozar mi cara.
Me gusta el viento que no puedo ver, pero que refresca en los días calurosos y de bochorno.
Me gusta el viento que no puedo ver, pero siento como acaricia mis manos sin que lo pueda atrapar con ellas.
Me gusta el viento que no puedo ver, pero me trae aromas de flores a su paso por el jardín.
Me gusta el viento, porque siendo el mismo siempre es nuevo.
¿Acaso no decimos?
“Soplan nuevos vientos”.
“Soplan vientos de paz”.
“Soplan vientos de amor”.
“Soplan vientos de perdón”.
“Soplan vientos de renovación”.
“Soplan vientos de nueva vida”.
¿Qué otra cosa es el Espíritu Santo sino ese soplo divino de la vida?
¿Qué otra cosa es el Espíritu Santo sino esa presencia divina que no podemos agarrar con nuestras manos, pero que sentimos y experimentamos dentro de nosotros?
¿Qué otra cosa es el Espíritu Santo sino ese frescor de Dios que refresca nuestros corazones? “Brisa en las horas de fuego” canta el himno de la Liturgia.
¿Qué otra cosa es el Espíritu Santo sino “ese gozo secreto que enjuga nuestras lágrimas” en los momentos del dolor?
¿Qué otra cosa es el Espíritu Santo sino ese aroma de “amor, de alegría, de paz, de paciencia, de afabilidad, de bondad, de fidelidad, de mansedumbre, de templanza”, (Gal 5,22-23) de perdón, que nos trae de los jardines del corazón de Dios?
El Espíritu Santo es el viento de Dios que empuja a las almas y a la Iglesia aún en medio de las dificultades.
El Espíritu Santo es el viento que nos trae cada día las novedades de Dios.
El Espíritu santo es el viento sopla borrando y limpiando las nubes que oscurecen nuestros corazones.
El Espíritu Santo es el viento que mueve las velas de la Iglesia a lanzarse mar adentro, a salir de sí misma, a dejar sus seguridades y arriesgarse en esa nueva creación que es la obra de Dios de cada día.
El Espíritu Santo es ese aire que respiramos en cada momento y que oxigena los pulmones de nuestro espíritu y de nuestra alma.
Del viento frío solemos decir que nos entra hasta los huesos. El viento del Espíritu Santo nos entra “hasta el fondo del alma”.
El Espíritu Santo es el viento de nuestra libertad. De la libertad de nuestra mente, la libertad de nuestro corazón, de la libertad como personas, la libertad como Iglesia. Donde no hay espíritu de libertad, tampoco hay Espíritu Santo.
“Vieron aparecer unas lenguas de fuego, como llamaradas”.
El fuego es calor y es luz.
El fuego calienta los cuerpos.
El fuego ilumina nuestros espacios.
El fuego quema las escorias para purificar los metales.
El fuego reblandece los duros hierros y los hace flexibles.
Al fuego lo podemos tener cerca, pero no lo podemos agarrar con nuestras manos.
El Espíritu Santo es ese fuego divino que calienta nuestras vidas.
Calienta los fríos de nuestros corazones.
Calienta nuestras voluntades para decidirnos.
Calienta nuestras decisiones para arriesgarnos.
El Espíritu Santo es luz que ilumina las oscuridades de nuestro espíritu.
El Espíritu Santo es luz que ilumina nuestras dudas e indecisiones.
El Espíritu Santo es luz que ilumina nuestros caminos.
El Espíritu Santo es luz que ilumina nuestras esperanzas.
El Espíritu Santo es ese fuego divino que purifica nuestros corazones:
Purifica nuestros egoísmos.
Purifica nuestros orgullos.
Purifica nuestros individualismos.
Purifica nuestros elitismos.
Purifica nuestros exclusivismos.
“Y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua”.
El Espíritu Santo es ese fuego divino que ablanda el acero de nuestros corazones:
Nos hace dóciles a las llamadas de Dios.
Nos hace dóciles a las llamadas de los hombres.
Nos hace dóciles en el servicio a los hermanos.
El Espíritu Santo es ese fuego que y borra las fronteras de los corazones. Las fronteras que dividen y separan. Las fronteras que excluyen y que marginan.
Quema las escorias que esconden a nuestros corazones, para dejarlos libres y abiertos para con todos.
Quema las escorias que entorpecen nuestras lenguas, para que todos podamos hablar el mismo lenguaje universal del amor.
Oración
Espíritu divino: sopla y empuja las velas de nuestro espíritu para que podamos caminar.
Sopla y empuja las velas de nuestra esperanza, para que seamos más que nuestras dificultades.
Sopla y derriba las vallas que nos separan y dividen.
Sopla y derriba los muros que nos impiden ver lo que hay al otro lado.
Purifica nuestros corazones de todo exclusivismo.
Del exclusivismo de creer que solo nosotros tenemos la verdad.
Del exclusivismo de creer que sólo nosotros estamos en lo cierto.
Del exclusivismo de creer que el único camino es el nuestro.
Del exclusivismo de creer que el único Dios es el que nosotros anunciamos.
Calienta con tu fuego a nuestra Iglesia donde todos sintamos el calor de su amor.
Calienta con tu fuego a nuestra sociedad donde todos nos sintamos hermanos. Amén.
Con María...esperado Pentecostés
¿Cómo reconoceré la Espíritu Santo, Señora? Porque Él te dará la fuerza que necesites para cumplir la Voluntad de Dios.
Aquí te espero, Señora mía, en este punto de mi vida y unos días antes de Pentecostés para que tú, Madre querida, me enseñes, me expliques, me acompañes a recibir al que nos ha prometido Jesús…
Quiero encontrarte hoy Señora, mas, ¿dónde te busco?… mi alma comienza a susurrarte amorosamente un Ave María: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo… Sí, Madre, el Señor es contigo y eres llena de gracia… llena de gracia, esa gracia que enamora al mismo Dios, y ha sido sembrada en tu alma por el Espíritu Santo… tú le conoces bien, Señora, háblanos de El…
Y mi corazón te busca, y tú, siempre atenta, te llegas a mi alma y a mis sueños y me cuentas… me enseñas… me amas…
- Hija querida, para que tu corazón entienda lo que significa albergar al Espíritu Santo, lo primero y mas necesario es que sea un corazón de puertas abiertas… un corazón que espera, un corazón que confía mas allá de los límites, un corazón que pide a Jesús a cada instante "Señor, aumenta mi fe"…
- Es bien cierto Señora, tú has hallado gracia delante de Dios por tu oración silenciosa, perseverante, confiadísima, y por tus virtudes, delicadamente sembradas en el alma de quien debía recibir al Salvador del mundo, y aceptadas por ti con alegría, y vividas con fe, no como carga u obligación, sino como signo de amor… Señora, tú conoces bien al Espíritu… no en vano la Iglesia nos dice que eres su fiel esposa…
- Así es hija, el Espíritu llego a mí el día de la Encarnación como propuesta de amor… Y me inundó el alma… mi vida no fue la misma a partir de aquel día, es que las personas ya no son las mismas luego que El entra en sus almas…
- ¿Cómo es esto, Señora? ¿Cómo sabemos que El ha llegado a nuestra alma?, lo sabemos por fe, sí, que lo hemos recibido en el Bautismo y en la Confirmación, pero… ¿como nos damos cuenta en nuestra vida diaria, en la rutina, de que nos estamos dejando guiar por El o si hacemos oídos sordos a sus consejos, a las santas inclinaciones que sugiere a nuestra alma?
- No eres la primera que me hace esta pregunta… Hace ya tiempo me la hizo Tomas… sí, Tomas, el Mellizo, el Apóstol, el que no había creído cuando Jesús se presentó a sus compañeros…, pero ven, vamos a Jerusalén, así lo ves por ti misma…
Mi corazón cierra los ojos al mundo y te sigue, es una sensación hermosa, seguirte, adondequiera que vayas, seguirte, no hay camino más hermoso, María, no hay camino mas seguro…
Jerusalén se presenta ante nuestros ojos quieto y sin ruido, apenas está por salir el sol, uno que otro habitante va saliendo a sus diarias tareas, entramos las dos a la ciudad sin ser vistas… Llegamos a una construcción de dos plantas, que en nada se diferenciaba del resto de las viviendas… Allí se reunían los Apóstoles y algunas mujeres… Quizás era la misma casa en que se celebró la Ultima Cena, pero no quise preguntar…, era demasiado fuerte toda la situación, preferí seguirte sin preguntas…
Entraste, delicadamente, como entras en las almas de los que te aman, te sigo…, era el día de Pentecostés, la fiesta de la cosecha, la plenitud y la abundancia, habían transcurrido 50 días desde el Domingo de Pascua…, los Apóstoles estaban ya reunidos en oración en el piso superior…Te dedicaste a prepararles unos alimentos, te ayudé en lo poco que yo sabía, en realidad, solo atinaba a mirarte, extasiada… Cuando todo estuvo listo, subiste a alimentar a tus amigos, a tus hijos… y recordé como alimentas a todos tus hijos, proporcionando a tus devotos todo lo necesario para el cuerpo y el alma…
Los hombres habían hecho un alto en la oración y agradecieron tu gesto maternal… Cuando bajaste, noté que te seguía Tomas, el Mellizo… el hombre estaba un poco turbado y sus ojos denotaban una gran preocupación…
Señora mía- te dijo, y su voz rebosaba de amor y respeto- necesito preguntaros algo…
Dime hijo, te escucho…
Señora, bien sabes lo que me ha sucedido con el Maestro, cuando me negué a creer en su Resurrección… cuando se presentó ante mí yo me sentí avergonzado a causa de mi incredulidad y lo que más me dolió fue la expresión de sus ojos cuando me dijo "En adelante no seas incrédulo sino hombre de fe"… su mirada reflejaba dolor por mi falta de fe… Señora, no quiero fallarle de nuevo al Maestro, Él nos dijo que nos enviaría el Paráclito, el Espíritu Santo y yo… yo tengo miedo de no reconocerlo… tu sabes, Madre…
Madre… la palabra revoloteaba en el aire y lo perfumaba, sí Madre, Madre nuestra, Madre de la Iglesia, Madre que escucha y aconseja, Madre que calma y consuela… Madre
Tomas, hijo, no temas…-contestó la llena de gracia- no temas… tu corazón debe tener abierta sus puertas al amor de Dios, confiar… Él conoce tus debilidades, pero también conoce tu amor… solo pide, hijo mío, solo pide a Dios luz para el alma, luz para tu corazón, y el Espíritu te dará todo lo que pides y más, mucho más…
¿Cómo lo reconoceré, Señora?
Porque El te dará la fuerza que necesites para cumplir la Voluntad de Dios…
¿Cómo sabré que es lo que Dios espera de mí?
Hijo, lo que Dios espera de ti es que ames como Jesús te ama… el amor, además de mandamiento es camino, y es mandamiento porque es camino… ama, hijo, pero ama como Jesús te ama, con esa intensidad…. No esperes realizar grandes milagros u obras para sentir que estás cumpliendo la voluntad de Dios…. Se puede cumplir la voluntad del Padre en las cosas más sencillas, y se puede desobedecer al Padre también en las cosas más sencillas… La madre, cumple la voluntad de Dios amando, cuidando, alimentando a sus hijos, siendo su amiga y serena consejera…. El padre, cumple la voluntad de Dios protegiendo a su familia, velando por su unidad, siendo faro en las tormentas del alma, llevando calma y paz… un trabajador cumple la voluntad de Dios siendo fiel en su labor, respetando a los demás, buscando siempre la paz…
Tomas te miró con rostro aliviado, te abrazó con infinita ternura y vi como gruesas lágrimas surcaban el rostro del hombre… qué hermosa imagen me regalabas al corazón, Madre querida, un hombre que se abraza a ti y puede llorar… toda la angustia del alma, se transforma en lágrimas y caen sobre tu manto… Y retornan al hombre hechas consejo y camino…
Subimos nuevamente al piso superior, y Pedro comenzó nuevamente las oraciones… De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa, y aparecieron unas lenguas, como de fuego, que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos… Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran…
Los hombres estaban entre maravillados y emocionados, y comenzó a escucharse el griterío de la gente que había llegado atraída por el ruido del viento y se agolpaba fuera de la casa… Los Apóstoles bajaron y se acercaron a las personas que allí estaban y comenzaron a proclamar las maravillas de Dios en distintos idiomas, así, cada uno de los presentes les escuchaba en su propia lengua nativa…
Tan opuesta esta escena a la de la Torre de Babel, donde el orgullo de los hombres provocó el nacimiento de las distintas lenguas y no podían entenderse… aquí, gracias al Espíritu, las diferentes lenguas no eran obstáculo para el mensaje, sino canal por el que llegar a todo hombre…
Tú, Señora mía, te quedaste arriba… yo te pregunté, tímidamente…
¿Y ahora, Madre?
Pues, acabas de presenciar el nacimiento de la Iglesia… Una Iglesia que proclama el amor de Dios en toda lengua y a toda cultura… Una Iglesia de puertas abiertas y corazón orante… una Iglesia que es cuerpo de Cristo… y, como todo cuerpo, tiene muchos miembros…
Explícame esto, Señora…
Hija, todos acaban de ser bautizados en el único Espíritu, y así lo serán los que vayan creyendo el mensaje de Jesús… pero cada uno tiene un lugar dentro del cuerpo Místico de Cristo… para que entiendas… un cuerpo no es solo ojos, o manos, o pies, eso no seria un cuerpo, un cuerpo esta formado por muchos miembros, unos mas notables, otros menos notables, pero todos igualmente necesarios y dignos… algunas personas piensan que porque no es evidente en ellos alguna habilidad especial, no pueden encontrar la voluntad de Dios para ellos, nada más lejos de la realidad… mira, no se trata de las cosas que se hacen, sino del amor con que se hacen…. Tiene mas mérito a los ojos de Dios una mamá que sirve un plato de arroz a sus hijos con infinito amor en la intimidad del hogar, que una persona que alimenta a diez solo para que los demás vean su generosidad…, no se trata de las escalas del mundo sino de las escalas de Dios ¿puedes entenderlo? Todos los bautizados han recibido un don especial del Espíritu Santo… Encontrar ese don, a veces dormido dentro del alma, es todo un esfuerzo, implica idas y venidas en el interior de uno mismo, pero luego de la búsqueda y del esfuerzo, el don despliega las alas… todas las personas son muy capaces para algo, según los dones del Espíritu, algunos serán favorecidos con el don de la sabiduría, otros de la inteligencia, otros de la fortaleza, otros del consejo, para otros habrá espíritu de ciencia y en otros de piedad, y para otros habrá un santo temor de Dios…, pero encontrar esos dones dentro del alma, supone un esfuerzo, nadie pretenda descubrirlos mágicamente… además, luego de encontrarlos hay que hacerlos dar fruto, pues recuerda lo que dijo Jesús "Al que tiene se le dará más y al no tiene, aun lo poco que posee le será quitado" se refería aquí a los dones del Espíritu…
Te acercas a mí, tu mirada me da paz, mucha paz… bajamos, la gente se agolpa a la puerta de la casa, salimos sin ser vistas… Un hombre reparó en ti y te reconoció, se acercó y te dijo…
Señora… Señora…
Me alejé para que hablaran solos… Cuando te retiraste, el hombre tenía la mirada como iluminada, y una sonrisa llena de paz… Los primeros devotos tuyos, Señora, los primeros sencillos y fieles devotos…
Volvemos juntas a mi realidad de todos los días… se acerca el domingo de Pentecostés, quiero esperarlo en oración y con las puertas de mi corazón abiertas, como tu me enseñaste… Debemos despedirnos…
-Gracias, Madre -susurra mi alma sin ganas de dejarte- gracias… cada vez que mi corazón te encuentra termina fortalecido, gracias…
- Nos vemos, querida, nos vemos en la misa de Pentecostés, te estaré esperando…
Vuelvo a mi realidad, mientras mi corazón te da el último abrazo y se despide de ti…
Tú susurras algo, que no alcanzo a escuchar… Me quedo con la duda ¿Qué dijiste María, que mi apuro no me dejó oír?... Un pensamiento me viene al corazón, quizás dijiste…"Hija, algún día comprenderás que no hay despedidas entre nosotras, que siempre estamos juntas, que siempre estoy a tu lado, aunque muchas veces, tu angustia, tu soledad, tu tristeza, no te permita verme"….
Amigo que lees estas líneas… espero que tengas un hermoso domingo de Pentecostés… que tu corazón se llene de fuerza para multiplicar los hermosos dones con que el Espíritu ha adornado tu alma…