“Si tu quieres”

El Papa y Lombardi en el avión

La visita reorienta la atención de la Iglesia en toda la región
Federico Lombardi: "Este viaje es de gran importancia para la Iglesia en Asia"
"Muestra que los viajes del Papa son un instrumento para la evangelización"

Redacción, 17 de agosto de 2014 a las 17:27

 Hacía 15 años que no iba un Papa a Asia, era un tiempo demasiado largo

El jefe de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, dijo hoy que el viaje en curso de Francisco a Corea del Sur "tiene una gran importancia en el desarrollo de su pontificado".

En declaraciones a la prensa, el sacerdote jesuita explicó su afirmación en el hecho de que el viaje "dio realmente un nuevo ordenamiento a la atención de la Iglesia a Asia".
"Este viaje muestra que los viajes del Papa son un instrumento para la evangelización y la participación de la Iglesia", agregó.

El responsable de la prensa vaticana destacó que "hacía 15 años que no iba un Papa a Asia, era un tiempo demasiado largo, también porque el último viaje de Juan Pablo II fue muy corto, a Nueva Delhi".

"Creo que esto realmente es un aspecto importante de esta vista a Corea, no sólo a Corea sino a Asia. En cierto sentido, como vimos particularmente hoy, las orientaciones que el Papa dio no son sólo para una ocasión específica, son para siempre", agregó. (RD/Agencias)

Evangelio según San Mateo 19,16-22. 

Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos". 

"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?". "Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes. 

San Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo 
Homilía “¿Puede salvarse el rico?”, 8-9; PG 9,603

“Si tu quieres”

Este joven aunque cree que nada le falta a su virtud, sabe que todavía le falta la vida. Por eso viene pedírselo a aquel que puede concedérselo. Está seguro de estar en regla con la Ley; sin embargo implora al Hijo de Dios. De una fe pasa a otra fe. Las amarras de la Ley no lo defendían bien de los vaivenes; inquieto, deja este amarre peligroso y viene para echar el ancla al puerto del Salvador. Jesús no le reprocha por haber faltado a algún artículo de la Ley, sino que le mira con cariño (Mc 10,21), emocionado por esta aplicación de buen alumno. No obstante lo declara todavía imperfecto: es buen obrero de la Ley, pero perezoso para la vida eterna.

Está bien, sin duda alguna; "la Ley santa" es como un pedagogo (Rm 7,12; Ga 3,24) que instruye por el temor y conduce hacia los mandatos sublimes de Jesús y hacia su gracia. "Jesús es la plenitud de la Ley para justificar totalmente a los que creen en él" (Rm 10,4). No es un esclavo que fabrica esclavos, sino que Él da la categoría de hijos, hermanos, coherederos, a todos los que cumplen la voluntad del Padre (Rm 8,17; Mt 12,50)… Esta palabra "si quieres" muestra admirablemente la libertad del joven; sólo depende de él escoger, es dueño de su decisión. Pero es Dios quien da, porque es el Señor. Da a todos los que la desean y emplean todo su ardor y ruegan, con el fin de que la salvación sea su propia elección. Enemigo de la violencia, Dios no fuerza a nadie, sino que ofrece la gracia a los que la buscan, se la ofrece a los que lo piden, abre a los que llaman (Mt 7,7).


Santa Elena, reina

En Roma, en la vía Labicana, santa Elena, madre del emperador Constantino, que, entregada con singular empeño a ayudar a los pobres, acudía piadosamente a la iglesia mezclada entre los fieles, y habiendo peregrinado a Jerusalén para descubrir los lugares del nacimiento de Cristo, de su Pasión y Resurrección, honró el pesebre y la cruz del Señor con basílicas dignas de veneración.

Por lo que se puede conjeturar, santa Elena nació en Drepano de Bitinia. Probablemente era hija de un posadero. El general romano Constancio Cloro la conoció hacia el año 270 y se casó con ella, a pesar de su humilde origen. Cuando Constancio Cloro fue hecho césar, se divorció de Elena y se casó con Teodora, hijastra del emperador Maximiano. Algunos años antes, en Naissus (Nish, en Servia), Elena había dado a luz a Constantino el Grande, que llegó a amar y venerar profundamente a su madre, a la que le confirió el título de «Nobilissima Femina» (mujer nobilísima) y cambió el nombre de su ciudad natal por el de Helenópolis. Alban Butler afirma: «La tradición unánime de los historiadores británicos sostiene que la santa emperatriz nació en Inglaterra»; pero en realidad, la afirmación tan repetida por los cronistas medievales de que Constancio Cloro se casó con Elena, «quien era hija de Coel de Colchester», carece de fundamento histórico. Probablemente, dicha leyenda, favorecida por ciertos panegíricos de Constantino, se originó en la confusión con otro Constantino y otra Elena, a saber: la Elena inglesa que se casó con Magno Clemente Máximo, quien fue emperador de Inglaterra, Galia y España, de 383 a 388; la pareja tuvo varios hijos, uno de los cuales se llamó Constantino (Custennin). Esta Elena recibió el título de «Luyddog» (hospitalaria). Dicho título empezó, más tarde, a aplicarse también a santa Elena, y un documento del siglo X dice que Constantino era «hijo de Constrancio (sic) y de Elena Luicdauc, la cual partió de Inglaterra en busca de la cruz de Jerusalén y la trasladó de dicha ciudad a Constantinopla».

Algunos historiadores suponen que las iglesias dedicadas a Santa Elena en Gales, Cornwall y Devon, derivan su nombre de Elena Luyddog. Otra tradición afirma que santa Elena nació en Tréveris, ciudad que pertenecía también a los dominios de Magno Clemente Máximo.

Constancio Cloro vivió todavía catorce años después de repudiar a santa Elena. A su muerte, ocurrida el año 306, sus tropas, que se hallaban entonces estacionadas en York, proclamaron césar a su hijo Constantino; dieciocho meses más tarde, Constantino fue proclamado emperador. El joven entró a Roma el 28 de octubre de 312, después de la batalla del Puente Milvio. A principios del año siguiente, publicó el Edicto de Milán, por el que toleraba el cristianismo en todo el Imperio. Según se deduce del testimonio de Eusebio, santa Elena se convirtió por entonces al cristianismo, cuando tenía ya cerca de sesenta años, en tanto que Constantino seguiría siendo catecúmeno hasta la hora de su muerte: «Bajo la influencia de su hijo, Elena llegó a ser una cristiana tan fervorosa como si desde la infancia hubiese sido discípula del Salvador». Así pues, aunque conoció a Cristo a una edad tan avanzada, la santa compensó con su fervor y celo su larga temporada de ignorancia y Dios quiso conservarle la vida muchos años para que, con su ejemplo, edificase a la Iglesia que Constantino se esforzaba por exaltar con su autoridad.

Rufino califica de incomparables la fe y el celo de la santa, la cual supo comunicar su fervor a los ciudadanos de Roma. Elena asistía a los divinos oficios en las iglesias, vestida con gran sencillez, y ello constituía su mayor placer. Además, empleaba los recursos del Imperio en limosnas generosísimas y era la madre de los indigentes y de los desamparados. Las iglesias que construyó fueron muy numerosas. Cuando Constantino se convirtió en el amo de Oriente, después de su victoria sobre Licinio, en 324, santa Elena fue a Palestina a visitar los lugares que el Señor había santificado con su presencia corporal.

Constantino mandó arrasar la explanada y el templo de Venus que el emperador Adriano había mandado construir sobre el Gólgota y el Santo Sepulcro, respectivamente, y escribió al obispo de Jerusalén, san Macario, para que erigiese una iglesia «digna del sitio más extraordinario del mundo». Santa Elena, que era ya casi octogenaria, se encargó de supervisar la construcción, movida por el deseo de descubrir la cruz en que había muerto el Redentor. Eusebio dice que el motivo del viaje de santa Elena a Jerusalén, fue simplemente agradecer a Dios los favores que había derramado sobre su familia y encomendarse a su protección; pero otros escritores lo atribuyen a ciertas visiones que la santa había tenido en sueños, y san Paulino de Nola afirma que uno de los objetivos de la peregrinación era, precisamente, descubrir los Santos Lugares. En su carta al obispo de Jerusalén, Constantino le mandaba expresamente que hiciese excavaciones en el Calvario para descubrir la cruz del Señor. Hay algunos documentos que relacionan el nombre de santa Elena con el descubrimiento de la Santa Cruz. El primero de esos documentos es un sermón que predicó San Ambrosio el año 395, en el que dice que, cuando la santa descubrió la cruz, «no adoró al madero sino al rey que había muerto en él, llena de un ardiente deseo de tocar la garantía de nuestra inmortalidad». Varios otros escritores de la misma época afirman que santa Elena desempeñó un papel importante en el descubrimiento de la cruz; pero es necesario advertir que San Jerónimo vivía en Belén y no dice una palabra sobre ello (ver más detalles en el artículo dedicado a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz).

Como quiera que haya sido, santa Elena pasó, ciertamente, sus últimos años en Palestina. Eusebio dice: «Elena iba constantemente a la iglesia, vestida con gran modestia y se colocaba con las otras mujeres. También adornó con ricas decoraciones las iglesias, sin olvidar las capillitas de los pueblos de menor importancia». El mismo autor recuerda que la santa construyó la basílica «Eleona» en el Monte de los Olivos y otra basílica en Belén. Era bondadosa y caritativa con todos, especialmente con las personas devotas, a las que servia respetuosamente a la mesa y les ofrecía agua para el lavamanos. «Aunque era emperatriz del mundo y dueña del Imperio, se consideraba como sierva de los siervos de Dios». Durante sus viajes por el Oriente, santa Elena prodigaba toda clase de favores a las ciudades y a sus habitantes, sobre todo a los soldados, a los pobres y a los que estaban condenados a trabajar en las minas; libró de la opresión y de las cadenas a muchos miserables y devolvió a su patria a muchos desterrados.

El año 330, el emperador Constantino mandó acuñar las últimas monedas con la efigie de Flavia Julia Elena, lo cual nos lleva a suponer que la santa murió en ese año. Probablemente la muerte la sobrecogió en el Oriente, pero su cuerpo fue trasladado a Roma. El Martirologio Romano conmemora a santa Elena el 18 de agosto. En el Oriente se celebra su fiesta el 21 de mayo, junto con la de su hijo Constantino, cuya santidad es más que dudosa. Los bizantinos llaman a santa Elena y a Constantino «los santos, ilustres y grandes emperadores, coronados por Dios e iguales a los Apóstoles».

La principal fuente de información sobre santa Elena es la biografía de Constantino escrita por Eusebio (Vita Constantini), cuyos principales pasajes pueden verse en Acta Sanctorum, agosto, vol. III. Ver también M. Guidi, Un Bios di Constantino (1908). J. Maurice publicó una interesante obrita sobre santa Elena en la colección L´Art et les Saints (1929).

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Esta gran santa se ha hecho famosa por haber sido la madre del emperador que les concedió la libertad a los cristianos, después de tres siglos de persecución, y por haber logrado encontrar la Santa Cruz en Jerusalen.

Nació en el año 270 en Bitinia (sur de Rusia, junto al Mar Negro). Era hija de un hotelero, y especialmente hermosa.   Y sucedió que llegó por esas tierras un general muy famoso del ejército romano, llamado Constancio Cloro y se enamoró de Elena y se casó con ella. De su matrimonio  nació un niño llamado Constantino que se iba hacer célebre en la historia por ser el que concedió libertad a los cristianos.

Pero al morir Constancio Cloro, fue proclamado emperador por el ejército el hijo de Elena, Constantino, y después de una fulgurante victoria obtenida contra los enemigos en el puente Milvio en Roma (antes de la cual se cuenta que  Constantino vio en sueños que Cristo le mostraba una cruz y le decía:    « con éste signo vencerás» ), el nuevo emperador decretó  que la religión Católica tendría en adelante plena libertad (año 313) y con éste decreto terminaron tres siglos de crueles y sangrientas persecuciones que los emperadores romanos habían hecho contra la Iglesia de Cristo.

Constantino amaba inmensamente a su madre Elena y la nombró Augusta o Emperatriz, y mandó hacer monedas con la figura de ella, y le dio pleno poderes para que empleara el dinero del gobierno en las obras buenas que ella quisiera.    Elena que se había convertido al cristianismo, se fue a Jerusalén, y allá, con los obreros, que su hijo, el emperador, le proporcionó, se dedicó a excavar en el sitio dónde había estado el monte Calvario y allá encontró la cruz en la cual habían crucificado a Jesucristo (por eso la pinta con una cruz en la mano).

En Tierra Santa hizo construir tres templos: uno en el Calvario, otro en el Monte de los Olivos, y el tercero en Belén.   Gastó su vida en hacer buenas obras por la religión y los pobres, y ahora reina en el cielo y ruega por nosotros que todavía sufrimos en  la tierra.

Oremos  
Tú, Señor, que todos los años nos alegras con la fiesta de Santa Elena, concede a los que estamos celebrando su memoria imitar también los ejemplos de su vida santa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

18 de agosto 2014 Lunes XX Ez 24, 15-24

Con la muerte de la esposa del profeta y su comportamiento que no manifiesta ni luto, ni tristeza, Ezequiel quiere significar que, de modo similar, pasará con Israel (entendida como una esposa para Dios) en relación con el Señor. No habrá duelo por desamor que continuamente ha manifestado Israel con Dios. ¡Son tan frías las relaciones humanas cuando no hay amor! Nos pasa con alguien esto? Quizás con Dios? Señor, que el hielo del desamor, no sea como un veneno para mi corazón.

Francisco ya vuela de regreso a Corea

El vuelo papal salió pasadas las seis de la mañana de la base aérea de Seúl
Francisco concluye su maratoniano viaje a Corea del Sur
El Papa “del fin del mundo” viajó al otro extremo del mundo con un mensaje de paz y reconciliación

Jesús Bastante, 18 de agosto de 2014 a las 06:37

El avión de Korean Air despegaba de la base aérea de Seúl, muy cerca de la cual los mandos militares de Corea del Sur arrancaban hoy mismo ensayos militares, junto a tropas estadounidenses, cerca de la frontera con Pyong Yang

(J. Bastante).- Francisco vuela en estos momentos de vuelta al Vaticano, tras un maratoniano viaje de cinco días a Corea del Sur que pasará a la historia por los llamamientos a la unidad de los dos estados enfrentados, la denuncia de los excesos del capitalismo y la reivindicación de una Iglesia cada vez más universal y que se ejemplifica en el Papa "del fin del mundo" que ha viajado hasta el otro extremo del globo para volver a dar testimonio de la fe en Cristo.

Minutos después de la una de la tarde (seis de la mañana en España), el avión de Korean Air despegaba de la base aérea de Seúl, muy cerca de la cual los mandos militares de Corea del Sur arrancaban hoy mismo ensayos militares, junto a tropas estadounidenses, cerca de la frontera con Pyong Yang. Y es que la paz es tan frágil en este rincón del mundo como lo parece en Tierra Santa, Centroáfrica o en esa treintena de conflictos olvidados.

Francisco, peregrino de la paz y del Evangelio de la Alegría, llegó a la base en helicóptero tras oficiar su última misa en la catedral de Seúl. El premier surcoreano,Chung Hong-won y el cardenal Andrew Yeom Soo-jung, junto a los obispos de las 16 diócesis de Corea del Sur, despidieron a Francisco en una breve ceremonia en el aeropuerto que puso fin al primer viaje a Asia del pontífice argentino.

Bergoglio, sonriente pero fatigado, portaba su ya clásica maletilla negra. En el avión, como prometió, mantendrá un encuentro-entrevista con los periodistas acreditados en el vuelo papal.

Corea despidió a Francisco con un día plomizo, pero con toda su fe. En el camino de regreso, el Papa volverá a pasar por once países, entre ellos China. El gigante asiático y la Santa Sede están condenados a entenderse.

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO (A) -Is 56,1.6-7 / Rm 11,13-15.29-32 / Mt 15,21-28

Queridos hermanos y hermanas,

"El Reino de Dios es semejante a un banquete familiar en la que los pequeños animales domésticos se benefician de las migajas que caen de la mesa ". Esta parábola no es de Jesús, sino de la anónima mujer cananea que fue, es y será un ejemplo de fe para todos. ¿Por qué siempre nos será ejemplo de fe? Hay tres reacciones sucesivas de Jesús en el episodio que acabamos de escuchar. Primero no contesta ni una palabra. Después recuerda el principio de que su misión está circunscrita al pueblo escogido. finalmente, con una severidad inusitada, como si forzara la situación para provocar una reacción decisiva, justifica su posición tildando de cachorros a los no judíos. Pero la astucia femenina puesta al servicio de la fe desarma tanto la reticencia de Jesús como la tendencia de los discípulos a hacer de guardaespaldas del Maestro. Aquella fe que a lo largo de los Evangelios encontramos que sustenta la acción de los que recurren a la compasión de Jesús en situaciones de enfermedad y de opresión del espíritu del Mal, en el evangelio de hoy la vemos fuera de los límites del pueblo de Israel. La fe obtiene la curación de la hija de la cananea: "Que sea tal como quieres".

No es el único texto evangélico que nos deja entrever la cuestión en que se debatían los cristianos de la primera generación. Les era un gran problema saber si la obra y el mensaje de Jesús estaban destinados sólo al pueblo elegido o bien si tenían un alcance universal. En otras palabras: ¿la salvación que Dios mostraba a través de Jesucristo era para todos o sólo para quienes cumplían las prácticas vinculadas a la religión judía?

El cristianismo primera hora se reflejaba en otros ejemplos de la vida de Jesús, como la curación a distancia del hijo de un funcionario romano o la profesión de fe del centurión cuando Jesús muere en cruz. Así los primeros cristianos aprendieron que los favores de Dios no conocen límites ni en el espacio ni en el tiempo.

Hoy mismo el texto de San Pablo, el gran apóstol llamado maestro de los pueblos paganos, nos mostraba la otra cara en la que podemos contemplar la cuestión. Dirigiéndose él precisamente a los Romanos de origen pagano, el Apóstol veía como los judíos entraban igualmente en el plan de Dios objeto de compasión. Todos estos cristianos de la primera generación, profundizando las antiguas Escrituras, daban cuenta como el amor compasivo de Dios reúne todos. Por eso hemos leído la profecía de Isaías que promete a los extranjeros de entrar en la montaña sagrada y en la casa de oración que es el templo. También por este motivo hemos ido repitiendo en el salmo: "Que os alaben las naciones, Dios nuestro, que te alaben los pueblos a la vez ". Esto explica el carácter misionero de la Iglesia. Tras tantas acciones de curación y de liberación de falsos espíritus ancestrales, los cristianos intentan aportar en toda geografía mundial la palabra consoladora y redentora de Jesús, que se maravilla y da gracias al Padre de haber revelado los sencillos los misterios del Reino.

Estos días que el papa Francisco está en Corea del Sur, los comentaristas son unánimes en reconocer que en aquel país crece el cristianismo porque encuentran un factor de liberación.

La encontramos también nosotros? Sabemos transmitir la fe como promotora de libertad?

He aquí un buen punto de revisión. Si el hecho de ser cristianos no nos da más libertad interior, algo no funciona en nosotros. Beneficiarse de las migajas resulta ya una gran suerte. Pero la voluntad de Dios es que seamos plenamente hijos suyos y nos sentimos. La Eucaristía es verdaderamente el pan de los hijos.

Que el Señor que todo lo sabe y todo lo puede, que nos alimenta aquí en nuestra vida mortal, nos haga comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos del cielo (cf. Secuencia Lauda Sion). Amén.

FELICIDADES AL PAPA FRANCISCO POR SU APOSTOLADO EN COREA A TODOS LOS CREYENTES Y CONSAGRADOS ESTIMULANDOLES LA FE EN JESUS.

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