«La recompensa es la vida eterna»

Bomberos ante el coche del sobrino del Papa

El chófer del camión contra el que se estrelló el coche del sobrino del Papa
Raúl Pombo:"Sentí el impacto y cuando me tiré a la banquina vi el auto metido abajo"
"Empecé a parar los coches que pasaban para pedir un matafuegos, porque se prendió fuego"

Redacción, 19 de agosto de 2014 a las 17:10

Mueren la mujer y dos hijos de un sobrino del Papa en accidente de coche en Argentina

La familia regresaba a la Capital Federal tras pasar el fin de semana largo en las sierras cordobesas

El camionero Raúl Pombo, quien manejaba el camión que fue chocado esta madrugada en la autopista Rosario-Córdoba, aseguró hoy que sintió "el impacto" y cuando se tiró "a la banquina", vio "el auto metido abajo" de su vehículo.

"Yo sentí el impacto y cuando me tiré a la banquina vi el auto metido abajo. No sé qué le pasó (al conductor del coche), porque yo no estaba ni parado ni nada", expresó.

Pombo, en declaraciones a la prensa, manifestó que arrastró al Chevrolet Spin, donde viajaba la familia Bergoglio, "aproximadamente unos 200 metros", a la altura de la localidad de James Craik, en dirección Córdoba-Villa María.

"Cuando sentí el impacto miré por el espejo y no sabía qué pasaba. Me tiré a la banquina y estaba el auto abajo... Empecé a parar los coches que pasaban para pedir un matafuegos, porque se prendió fuego", añadió. El camionero, que resultó ileso, indicó que "con la ayuda de muchas otras personas que posibilitaron el matafuegos, no se alcanzó a incendiar" su vehículo. En el accidente murieron Valeria Carmona y sus dos hijos varones de 8 meses y 2 años. El esposo de la mujer y sobrino del Papa, Emanuel Bergoglio, fue internado en grave estado en el Hospital Pasteur, en Villa María.

La familia regresaba a la Capital Federal tras pasar el fin de semana largo en las sierras cordobesas. (RD/Agencias)

"En su hora de dolor, los argentinos nos sentimos conmovidos ante la tragedia"
El Gobierno argentino expresa sus condolencias al papa por muerte de sus familiares
"Sabemos que tendrá la fortaleza necesaria para afrontar esta situación tan penosa"

Bombero ante el coche del sobrino del Papa

El Gobierno de Cristina Fernández expresó hoy sus condolencias y las del pueblo argentino por el fallecimiento de tres familiares del papa Francisco en un accidente de tráfico, según un comunicado oficial.
"La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el Gobierno nacional y el pueblo argentino expresan al Papa Francisco sus sinceras condolencias ante el profundo dolor por el fallecimiento de sus familiares", señala un escueto texto difundido por la Cancillería argentina.

"El Papa Francisco siempre ha estado cerca de todos aquellos que sufren y hoy, en su hora de dolor, los argentinos nos sentimos conmovidos ante la tragedia que lo enluta a él y su familia y sabemos que tendrá la fortaleza necesaria para afrontar esta situación tan penosa", concluye el texto.

La familia de uno de los sobrinos del pontífice, Emanuel Horacio Bergoglio (de 35 años), sufrió un accidente esta madrugada, al chocar el automóvil en el que viajaban con un camión que circulaba delante. En el accidente falleció la mujer de Emanuel Horacio Bergoglio, Valeria Carmona (36 años) y José Bergoglio (8 meses), mientras que el otro hijo de la pareja, Antonio Bergoglio (2 años) murió en el hospital.

El sobrino de Francisco se encuentra hospitalizado en estado grave, mientras que el conductor del camión contra el que chocaron resultó ileso.

El siniestro, cuyas causas se investigan, se produjo en la autopista que enlaza las ciudades de Rosario y Córdoba, en el centro del país, en el kilómetro 594 -a la altura de la localidad de Villa María- cuando la familia regresaba a Buenos Aires tras un viaje de ocio. (RD/Agencias)

Evangelio según San Mateo 20,1-16a. 

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. 

Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. 

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. 

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? 

Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos". 

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón 87, 1.4-6                    

«La recompensa es la vida eterna»

Los primeros justos venidos al mundo, como Abel y Noé, son como los llamados a primera hora, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Posteriormente otros justos después que ellos, Abrahán, Isaac, Jacob y sus contemporáneos, llamados a media mañana, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Otros justos: Moisés, Aarón y los que como ellos fueron llamados al mediodía, recibirán el mismo tiempo que nosotros  la felicidad de la resurrección; después de los santos profetas, llamados como al caer de la tarde, recibirán la misma felicidad que nosotros.

Al fin del mundo todos los cristianos, cual  los llamados a la hora undécima, recibirán junto con ellos  la felicidad de la resurrección. Todos la recibirán al mismo tiempo, pero fijaos después de cuánto tiempo, la recibirán los primeros. Por tanto si los primeros llamados reciben la felicidad después de tanto tiempo, mientras que nosotros la recibimos después de un breve intervalo, aunque todos la recibimos simultáneamente, parece como si nosotros la recibiéramos primero, por aquello de que nuestra recompensa no se hará esperar.

En cuánto a recibir  la recompensa, todos seremos iguales: los últimos igual que los primeros y los primeros igual que los últimos, pues aquel denario, es la vida eterna.

San Bernardo de Claraval

San Bernardo de Claraval, abad y doctor de la Iglesia
fecha: 20 de agosto
n.: c. 1090 - †: 1153 - país: Francia
otras formas del nombre: Bernardo de Clairvaux
canonización: C: Alejandro III 18 ene 1174
hagiografía: Vaticano

Memoria de san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, el cual, habiendo ingresado junto con treinta compañeros en el nuevo monasterio del Císter, fue después fundador y primer abad del monasterio de Clairvaux, donde dirigió sabiamente, con la vida, la doctrina y el ejemplo, a los monjes por el camino de los mandamientos del Señor. Recorrió una y otra vez Europa para restablecer la paz y la unidad e iluminó a toda la Iglesia con sus escritos y sus sabias exhortaciones, hasta que descansó en el Señor cerca de Langres, en Francia.

Patronazgo: patrono de varias regiones y ciudades europeas, de los apicultores y fabricantes de velas; protector contra las obsesiones, las enfermedades de infancia, las enfermedades de los animales, contra las tormentas y el mal tiempo, y para invocar en la hora de la muerte.
refieren a este santo: San BalduínoSan Esteban HardingBeato Eugenio III,Beat Gerardode ClairvauxSan Malaquías de Down y Connor 

Queridos hermanos y hermanas, hoy quisiera hablar sobre san Bernardo de Claraval, llamado el “último de los Padres” de la Iglesia, porque en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los padres. No conocemos en detalle los años de su juventud; sabemos con todo que él nació en 1090 en Fontaines, en Francia, en una familia numerosa y discretamente acomodada. De jovencito, se prodigó en el estudio de las llamadas artes liberales – especialmente de la gramática, la retórica y la dialéctica – en la escuela de los Canónicos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine, y maduró lentamente la decisión de entrar en la vida religiosa. En torno a los veinte años entró en Cîteaux (Císter, n.d.t.), una fundación monástica nueva, más ágil respecto de los antiguos y venerables monasterios de entonces y, al mismo tiempo, más rigurosa en la práctica de los consejos evangélicos. Algunos años más tarde, en 1115, Bernardo fue enviado por san Esteban Harding, tercer Abad del Císter, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux).

El joven abad, tenía sólo 25 años, pudo aquí afinar su propia concepción de la vida monástica, y empeñarse en traducirla en la práctica. Mirando la disciplina de otros monasterios, Bernardo reclamó con decisión la necesidad de una vida sobria y mesurada, tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios monásticos, recomendando la sustentación y el cuidado de los pobres. Entretanto la comunidad de Claraval era cada vez en más numerosa, y multiplicaba sus fundaciones.

En esos mismos años, antes de 1130, Bernardo emprendió una vasta correspondencia con muchas personas, tanto importantes como de modestas condiciones sociales. A las muchas Cartas de este periodo hay que añadir los numerosos Sermones, como también Sentencias y Tratados. Siempre a esta época asciende la gran amistad de Bernardo con Guillermo, abad de Saint-Thierry, y con Guillermo de Champeaux, una de las figuras más importantes del siglo XII. Desde 1130 en adelante empezó a ocuparse de no pocos y graves cuestiones de la Santa Sede y de la Iglesia. Por este motivo tuvo que salir más a menudo de su monasterio, e incluso fuera de Francia. Fundó también algunos monasterios femeninos, y fue protagonista de un vivo epistolario con Pedro el Venerable, abad de Cluny, sobre el que hablé el pasado miércoles. Dirigió sobre todo sus escritos polémicos contra Abelardo, un gran pensador que inició una nueva forma de hacer teología, introduciendo sobre todo el método dialéctico-filosófico en la construcción del pensamiento teológico. Otro frente contra el que Bernardo luchó fue la herejía de los Cátaros, que despreciaban la materia y el cuerpo humano, despreciando, en consecuencia, al Creador. Él, en cambio, se sintió en el deber de defender a los judíos, condenando los cada vez más difundidos rebrotes de antisemitismo. Por este último aspecto de su acción apostólica, algunas decenas de años más tarde, Ephraim, rabino de Bonn, dedicó a Bernardo un vibrante homenaje. En ese mismo periodo el santo abad escribió sus obras más famosas, como los celebérrimos Sermones sobre el Cantar de los Cantares. En los últimos años de su vida – su muerte sobrevino en 1153 – Bernardo tuvo que limitar los viajes, aunque sin interrumpirlos del todo. Aprovechó para revisar definitivamente el conjunto de las Cartas, de los Sermones y de los Tratados. Merece mencionarse un libro bastante particular, que terminó precisamente en este periodo, en 1145, cuando un alumno suyo, Bernardo Pignatelli, fue elegido Papa con el nombre de Eugenio III.

En esta circunstancia, Bernardo, en calidad de Padre espiritual, escribió a este hijo espiritual el texto De Consideratione, que contiene enseñanzas para poder ser un buen Papa. En este libro, que sigue siendo una lectura conveniente para los Papas de todos los tiempos, Bernardo no indica sólo como ser un buen Papa, sino que expresa también una profunda visión del misterio de la Iglesia y del misterio de Cristo, que se resuelve, al final, con la contemplación del misterio de Dios trino y uno: “”Debería proseguir aún la búsqueda de este Dios, que aún no ha sido bastante buscado”, escribe el santo abad “pero quizás se puede buscar y encontrar más fácilmente con la oración que con la discusión. Pongamos por tanto aquí término al libro, pero no a la búsqueda” (XIV, 32: PL 182, 808), a estar en camino hacia Dios.

Quisiera detenerme sólo en dos aspectos centrales de la rica doctrina de Bernardo: estos se refieren a Jesucristo y a María Santísima, su Madre. Su solicitud por la íntima y vital participación del cristiano en el amor de Dios en Jesucristo no trae orientaciones nuevas en el estatus científico de la teología. Pero, de forma más decidida que nunca, el abad de Claraval configura al teólogo con el contemplativo y el místico. Sólo Jesús – insiste Bernardo ante los complejos razonamientos dialécticos de su tiempo – solo Jesús es "miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón (mel in ore, in aure melos, in corde iubilum)". De aquí proviene el título, que se le atribuye por tradición, de Doctor mellifluus: su alabanza de Jesucristo “se derrama como la miel”. En las extenuantes batallas entre nominalistas y realistas – dos corrientes filosóficas de la época – el abad de Claraval no se cansa de repetir que sólo hay un nombre que cuenta, el de Jesús Nazareno. "Árido es todo alimento del alma", confiesa, "si no es rociado con este aceite; es insípido, si no se sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo en ello Jesús”. Y concluye: “Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí, si no siento resonar el nombre de Jesús” (Sermones en Cantica Canticorum XV, 6: PL 183,847). Para Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor. Y esto, queridos hermanos y hermanas, vale para todo cristiano: la fe es ante todo encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y sólo así se aprende a conocerle cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más. ¡Que esto pueda sucedernos a cada uno de nosotros!

En otro célebre sermón del domingo dentro de la octava de la Asunción, el santo abad describió en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. “¡Oh santa Madre, - exclama - verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!... Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en su intensidad los sufrimientos físicos del martirio” (14: PL 183,437-438). Bernardo no tiene dudas: "per Mariam ad Iesum", a través de María somos conducidos a Jesús. Él confirma con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo. No por casualidad, un siglo y medio después de la muerte de Bernardo, Dante Alighieri, en el último canto de la Divina Comedia, pondrá en los labios del Doctor melifluo la sublime oración a María: “Virgen Madre, hija de tu Hijo/ humilde y más alta criatura/ término fijo de eterno consejo,..." (Paraíso 33, vv. 1ss.). Estas reflexiones, características de un enamorado de Jesús y de María como san Bernardo, provocan aún hoy de forma saludable no sólo a los teólogos, sino a todos los creyentes. A veces se pretende resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo, con las únicas fuerzas de la razón. San Bernardo, en cambio, sólidamente fundado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una relación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad. La teología reenvía a la “ciencia de los santos”, a su intuición de los misterios del Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que son punto de referencia del pensamiento teológico. Junto a Bernardo de Claraval, también nosotros debemos reconocer que el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios “con la oración que con la discusión”. Al final, la figura más verdadera del teólogo sigue siendo la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza sobre el corazón del Maestro.

Quisiera concluir estas reflexiones sobre san Bernardo con las invocaciones a María, que leemos en su bella homilía: “En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres – dice – piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si tu la sigues, no puedes desviarte; si la rezas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta...” (Hom. II super “Missus est”, 17: PL 183, 70-71).

Oración: Señor, Dios nuestro, tú hiciste del abad san Bernardo, inflamado en el celo de tu casa, una lámpara ardiente y luminosa en medio de tu Iglesia; concédenos, por su intercesión, participar de su ferviente espíritu y caminar siempre como hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén 

Oración y ritmo respiratorio

LE REPITO ESTA TRADICION TAN ANTIGUA Y ACTUAL OJALA LE SIRVA PARA PROFUNDIZAR…

Una tradición de siglos, y que prácticamente está en todas las religiones, relaciona el ritmo de la respiración con la oración, que va repitiendo una breve expresión, una jaculatoria o un mantra. La forma más conocida en la tradición cristiana, es "la oración de Jesús", en la que vamos repitiendo siguiendo el compás de nuestra respiración: "Señor Jesús, ten piedad de mí".

La respiración consta de tres momentos bien diferenciados: la inspiración, la quietud y la expiración. En el primer momento entra en nuestro cuerpo lo necesario oxígeno, que nos llega como elemento absolutamente imprescindible para vivir. Luego, en unos instantes que llamamos quietud, el oxígeno realiza una misión purificante que se va distribuyendo por nuestro cuerpo. Finalmente espiramos: sacamos fuera el anhídrido carbónico. Y así día y noche, conscientes o inconscientes, vamos revitalizando nuestro organismo de forma continuada.

Hay evidentemente una analogía entre el ritmo respiratorio y la invocación a Dios en la que pedimos que entre en nosotros, nos renueve y nos purifique. Es una imagen de la liberación personal gracias a la presencia de Aquel que, estando en nosotros, nos comunica vida y nos ayuda a superar los niveles negativos de nuestro corazón y de nuestra conducta.  

Analogía e imagen, sin embargo, quedan cortos para explicar la realidad. El don de la presencia, el don de la nueva vitalización y de la purificación son de tal calidad y gratuidad, que tienen su explicación en el amor. Dios en nosotros es Amor recibido, es Amor liberador y es Amor transformador. Nos ama, nos purifica y nos vitaliza.

La oración de Jesús no queda dentro del ámbito personal: es una fuerza expansiva. El mismo ritmo de entrada, presencia, liberación y vitalización, tiende a expandirse hacia fuera de nosotros. El Amor recibido nos lleva a un amor dado que se quiere hacer presente, liberador y vitalizador hacia otras personas, hacia nuestra sociedad y, de forma muy especial, hacia todos aquellos que están sufriendo la intoxicación de una sociedad injusta, discriminadora, un sistema que destruye y mata. Ejercitar la oración de Jesús o cualquier otra forma de orar según el ritmo de la respiración nunca puede convertirse en una forma de terapia personal, que nos cierra sobre nosotros mismos. Si realmente es oración, por su propio dinamismo, nos abre a la expansión del amor hacia el Otro y los otros.

Francisco, en el Aula Pablo VI

"Lo que Cristo combate es al Maligno, que siembra cizaña entre hombres y pueblos"
El Papa recuerda su viaje a Corea: "Cristo no anula las culturas"
Los speakers le transmiten el más sentido pésame en las diversas lenguas

José Manuel Vidal, 20 de agosto de 2014 a las 10:58

"Saludos a los campeones de América, el San Lorenzo, aquí presente, que es parte de mi identidad cultural"

(José M. Vidal).- Audiencia del miércoles en la sala Pablo VI. Audiencia de luto por la tragedia que acaba de sacudir a la familia del Papa Francisco, con la muerte de la esposa de su sobrino y sus dos hijos pequeños. Se nota emoción en el ambiente. El Papa hace referencia al suceso y agradece las condolencias. En la catequesis se centra en su reciente viaje a Corea y asegura que "Cristo no anula las culturas"

Se le va triste al Papa, aunque quiere dar sensación de normalidad: su familia es el mundo. Y la gente lo percibe y le acompaña en su sentimiento, mientras los speakers le presentan condolencias en las distintas lenguas.
La lectura del profeta Isaías parece elegida para la ocasión: "Mira las tinieblas cubren la tierra, pero sobre ti amanecerá el Señor. Su gloria aparecerá sobre ti".

Algunas frases del discurso del Papa

"Viaje apostólico a Corea, un gran don"
"Un país donde se encuentran antiguas culturas y la perenne novedad del Evangelio"
"Mi gratitud a la señora presidenta de la República, a los obispos y a todos los que colaboraron con mi visita"
"Tres palabras: memoria, esperanza y testimonio, para condensar el viaje"
"Sus habitantes son grandes trabajadores"
"La Iglesia es custodia de la memoria y de la esperanza"
"Dos acontecimientos principales: la beatificación de 124 mártires coreanos y el encuentro con los jóvenes"
"El joven es siempre una persona a la búsqueda de algo por lo que vale la pena vivir"
"La Iglesia en Corea custodia la memoria de los laicos en la obra de evangelización"
"Allí, la comunidad no fue fundada por los misioneros, sino por los laicos...fascinados por algunos textos cristianos"
"Sufrió violentas persecuciones"
"La comunidad está fundada en la fe y en el testimonio y en el martirio"
"Practicaron el amor fraterno, que supera cualquier diferencia social"
"Compartir con los más pobres y excluídos"
"Cristo no anula las culturas, no suprime el camino del pueblo que, a través de los siglos y mileniso, buscan la verdad"
"Cristo no abole lo que es bueno, sino que lo cumplimenta"
"Lo que Cristo combate es al Maligno, que siembra cizaña entre hombre y hombre, que siembra la idolatría del dinero"
"Que todos los hijos de la tierra Coreana puedan realizar un camino de fraternidad y de reconciliación"
"Que el Señor bendiga siempre al pueblo coreano y le dé paz y prosperidad"
Saluda especialmente a una pareja francesa que llegó a Roma con sus hijos a lomos de dos asnos. Los manda levantar en medio de la audiencia y reciben el aplauso de los presentes, mientras el Papa trata de hacer una broma: "Los asnos no han entrado, ¡verdad?"

Saludo en español. "De modo especial saludo a los campeones de América, el San Lorenzo, aquí presente, que es parte de mi identidad cultural".

Saludo en italiano. "Felicitaciones a los que llegaron en canoa"

"El Papa también tiene una familia. Somos 5 hermanos y 16 sobrinos"
Y cuenta el accidente de su sobrino: "Está en estado crítico. Os agradezco mucho, mucho"

Texto íntegro del saludo del Papa en español

Queridos hermanos:
A mi regreso del viaje apostólico a Corea, quiero dar gracias a Dios y a todos los que han contribuido a su realización, especialmente a los Obispos coreanos, a la Señora Presidenta y a las Autoridades locales.

Los dos acontecimientos principales de mi visita -la beatificación de 124 mártires y el encuentro con los jóvenes- me han permitido presentar a la Iglesia como una familia que transmite a las nuevas generaciones la fe recibida de sus antepasados. La memoria de los mártires, que fueron capaces de entregar sus vidas por aquello en lo que creían, constituye un ejemplo para los jóvenes de hoy y les da motivos para vivir con esperanza.

La Iglesia coreana nació de la fe de algunos fieles laicos que, fascinados por la sabiduría de las Escrituras, las estudiaron y las adoptaron como regla de vida. Sus aldeas se inspiraron en la comunidad apostólica de Jerusalén, que tenía todo en común. Por eso, he animado a los cristianos de hoy a ser solidarios con los más pobres y marginados.
Además, he tenido la oportunidad de hacer un llamamiento y una oración por la reconciliación de todos los hijos de la tierra coreana, que aún sufren las consecuencias de guerras y divisiones.

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina y otros países latinoamericanos. (...) (El Papa saluda al equio di San Lorenzo, Campió de América) Que la peregrinación al Sepulcro de los Apóstoles Pedro y Pablo aumente su fe y estimule su caridad para con los pobres y necesitados.

Bernardo, Santo

Doctor de la Iglesia, 20 de agosto

Martirologio Romano: Memoria de san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, el cual, habiendo ingresado con treinta compañeros en el nuevo monasterio del Cister, fue después fundador y primer abad del monasterio de Clairvaux (Claraval), dirigiendo sabiamente a los monjes por el camino de los mandamientos del Señor, con su vida, su doctrina y su ejemplo. Recorrió una y otra vez Europa para restablecer la paz y la unidad e iluminó a la Iglesia con sus escritos y sabios consejos, hasta que descansó en el Señor cerca de Langres, en Francia (1153). 

Etimológicamente: Bernardo = corazón de oro. Viene de la lengua alemana 

Fecha de canonización: Fue canonizado el año 1170 por el papa Alejandro III, y posteriormente el papa Pío VIII lo proclamó Doctor de la Iglesia.

En orden cronológico, o sea en cuanto al tiempo, San Bernardo es el último de los llamados Padres de la Iglesia. Pero en importancia es uno de los que más han influido en el pensamiento católico en todo el mundo. 

Nace en Borgoña, Francia (cerca de Suiza) en el año 1090. Sus padres tuvieron siete hijos y a todos los formaron estrictamente haciéndoles aprender el latín, la literatura y, muy bien aprendida, la religión.
La familia que se fue con Cristo 

Esta familia ha sido un caso único en la historia. Cuando Bernardo se fue de religioso, se llevó consigo a sus 4 hermanos varones, y un tío, dejando a su hermana a que cuidará al papá (la mamá ya había muerto) y el hermanito menor para que administrara las posesiones que tenían. Dicen que cuando llamaron al menor para anunciarle que ellos se iban de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí únicamente en la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se fue de religioso. Y más tarde llegaron además al convento el papá y el esposo de la hermana (y ella también se fue de monja). Casos como este son más únicos que raros. 

La personalidad de Bernardo 

Pocos individuos han tenido una personalidad tan impactante y atrayente, como San Bernardo. El poseía todas las ventajas y cualidades que pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva y brillante. Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía de cuantos trataban con él. Esto y su físico lleno de vigor y lozanía era ocasión de graves peligros para su castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano y lo sensual. Pero todo esto lo llenaba de desilusiones. Las amistades mundanas por más atractivas y brillantes que fueran lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más y más desilusionado del mundo y de sus placeres. 

A mal grave, remedio terrible 

Como sus pasiones sexuales lo atacaban violentamente, una noche se revolcó entre el hielo hasta quedar casi congelado. Y el tremendo remedio le trajo mucha paz. 

Una visión cambia su rumbo: una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado. 

Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra 

Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que no llegaban religiosos nuevos. 

Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para irse a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera. 

Pero aquí sí que apareció el poder tan sorprendente que este hombre tenía para convencer a los demás e influir en ellos y ganarse su voluntad. Empezó a hablar tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y casi a todos los jóvenes de los alrededores, y junto con 31 compañeros llegó al convento de los Cistercienses a pedir ser admitidos de religiosos. Pero antes en su finca los había preparado a todos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, se fue de religioso al convento. 

El papá, el hermano Nirvardo, el cuñado y la hermana, ya irán llegando uno por uno a pedir ser recibidos como religiosos. 

Formidable poder de atracción. En toda la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a las comunidades religiosas, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo, porque lo mas probable era que se iría de religioso. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa. 

Fundador de Claraval. En el convento del Císter demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio sumamente árido y lleno de bosques donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle muy claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. 

Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos. 

La oratoria de santo. Después de San Juan Crisóstomo y de San Agustín, es difícil encontrar otro orador católico que haya obtenido tantos éxitos en su predicación como San Bernardo. Lo llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo) porque sus palabras en la predicación eran una verdadera golosina llena de sabrosura, para los que la escuchaban. Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor. 

Su amor a la Virgen Santísima. 

Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo, porque entre todos los predicadores católicos quizás ninguno ha hablado con más cariño y emoción acerca de la Virgen Santísima que este gran santo. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: "Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María". Y repetía la bella oración que dice: "Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir". 

El pueblo vibraba de emoción cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante. "Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial". Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho. 

Viajero incansable. El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso, por imprudente, se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le daño la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo fuertemente las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos. 

Exclamaba: A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas (ya en las noches pararía luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación). 

De carbonero a Pontífice. Un hombre muy bien preparado le pidió que lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas a transportar carbón, y el otro lo hizo de muy buena voluntad. Después llegó a ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Eugenio III. El santo le escribió un famoso libro llamado "De consideratione", en el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. Y llegó a decirle: "Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación". 

Despedida gozosa. Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por ej. Hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba: "Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca". Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a sus eternidad feliz el 20 de agosto del año 1153. Solamente tenía 63 años pero había trabajado como si tuviera más de cien. El sumo pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.  

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