La revelación del misterio escondido desde antes de la creación del mundo

Evangelio según San Lucas 10,17-24. 

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre". El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo". 

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!". 

Santa Teresa del Niño Jesús

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS 1873-1897

La santa más popular de los tiempos modernos y también la menos vistosa; arropada incluso por una piedad llena de bonísimas intenciones, la fuerza interior de esta alma ha impresionado a los contemporáneos.

Sólo la fuerza interior, porque de puertas para afuera, una más en el Carmelo normando de Lisieux: callada, obediente, gris, débil de cuerpo, , que ni siquiera gozaba de buena reputación entre sus compañeras y sus superiores.

Nunca hizo nada extraordinario, nunca se movió de su sitio, un convento cualquiera en un rincón de provincias; las estadísticas se estrellan en su figura, aquí no hay nada que contar, nada periodístico, llamativo, brillante.

Se limitó a seguir lo que ella llamaba el caminito, «la petite voie».

Adorar, rezar, sufrir, trabajar, obedecer, encomendar. Su reino pertenece a lo invisible, a lo sobrenatural, y murió ignorada de todos.

La gran santa de los últimos siglos vivió de espaldas al relumbrón de la modernidad, conjurando con su entrega silenciosa el estruendo diabólico que nos rodea.

Sólo después de su muerte su libro, Historia de un alma, y sus milagros la hicieron famosa, y la Iglesia la ha hecho patrona de las misiones.

Asombroso patronazgo suyo, al menos a primera vista; la pobre monjita de Lisieux patrona de la actividad misionera, motor de la evangelización, ella, de horizontes humanos tan cortos, sin medios, sin dinero, sin salud. Sólo poniéndose en manos de Dios para todo y no conformándose con menos.

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SANTA TERESA DE JESUS JONET, Virgen Fundadora del Instituto de las Pequeñas Hermanas de los Ancianos Abandonados.

Santa Teresa nació el 9 de enero de 1843, en Lérida, Cataluña. Deseaba ingresar en la vida religiosa y solicitó su admisión con las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no pudo profesar a causa de la legislación en vigor. Se dedicó entonces a la enseñanza y se hizo terciaria carmelita.

En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, destinada a recoger ancianos sin familia y sin medios de subsistencia. El 27 de enero de 1873, tomó el hábito y fue nombrada superiora.

Para poder recibir a más ancianos, compró el antiguo convento de los agustinos. Esta casa se convirtió más tarde, en la casa madre de la congregación de las Pequeñas Hermanas de los Ancianos Abandonados. Fue aprobada por la Santa Sede en 1887, y hasta ese año contaba ya con 58 filiales.

Santa Teresa aprendió con las terciarias carmelitas la devoción a la Santísima Virgen y con las clarisas el amor a los pobres; en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente deseo de identificar constantemente sus sentimientos a la voluntad divina. 

La santa solía decir: "No hay nada pequeño cuando se trata de la gloria de Dios".

Murió el 26 de agosto de 1897. Pío XII la beatificó el 27 de abril de 1958.

Himno

Nos apremia el amor, vírgenes santas,
Vosotras, que seguisteis su camino,
Guiadnos por las sendas de las almas
Que hicieron de su amor amar divino.

Esperasteis en vela a vuestro Esposo
En la noche fugaz de vuestra vida,
Cuando llamó a la puerta, vuestro gozo
Fue contemplar su gloria sin medida.

Vuestra fe y vuestro amor, un fuego ardiente
Que mantuvo la llama en la tardanza,
Vuestra antorcha encendida ansiosamente
Ha colmado de luz vuestra esperanza.

Pues gozáis ya las nupcias que el Cordero 
Con la Iglesia de Dios ha celebrado,
No dejéis que se apague nuestro fuego
En la pereza y el sueño del pecado.

Demos gracias a Dios y, humildemente,
Pidamos al Señor que su llamada
Nos encuentre en vigilia permanente,
Despiertos en la fe y en veste blanca.
Amén

Dios y Padre Nuestro, que abres las puertas de tu reino a los pequeños y humildes, haz que sigamos confiadamente el camino de sencillez que siguió Santa Teresa del Niño Jesús, para que, por su intercesión, también nosotros lleguemos a descubrir aquella gloria que permanece escondida a los sabios y prudentes según el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Oración a Santa Teresa de Jesús Jonet

Escucha, Señor, nuestras plegarias y concede a los que celebramos la virtud de Santa Teresa de Jesús  Jonet, virgen, crecer siempre en tu amor y perseverar en él hasta el fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia Homilia 65 sobre Lucas

La revelación del misterio escondido desde antes de la creación del mundo

Considerando las palabras que Jesús nos dirige cuando habla con su Padre de nosotros: "Tu has escondido todas estas cosas a los prudentes y a los sabios, y tu las has revelado a los pequeños. Si, Padre, porque así lo has querido".  En efecto, Dios Padre nos ha revelado el misterio escondido desde antes de la creación del mundo en el silencio de Dios, el misterio de su Hijo único hecho hombre, el misterio conocido desde antes de la creación del mundo y rebelado a los hombres al final de los tiempos. San Pablo, en efecto, escribe: " A mí, el más  insignificante  de entre los santos, se me ha concedido la gracia de anunciar a las naciones la insondable riqueza de Cristo, y de mostrar a todos cómo se cumple este misterioso plan escondido desde el principio de los siglos en Dios que crea el universo" (Ef. 3,8-9) 

Este grande y adorable misterio de nuestro Salvador estaba escondido en el conocimiento del Padre, desde antes de la creación del mundo. También nosotros, somos conocidos y predestinados, adoptados como hijos. Así lo enseña San Pablo cuando dice: "Bendito sea Dios, Pare de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de bienes espirituales. El nos eligió antes de la creación del mundo para que nosotros fuéramos santos e inmaculados en su presencia; en su amor El nos ha destinado a ser adoptados como hijos suyos, por medio de Jesucristo" (Ef. 1,3-5) El Padre nos ha dado a conocer, a nosotros los pequeños, el misterio escondido de todos los tiempos..." A vosotros, dice Jesús, se os ha concedido comprender los misterios del Reino de los cielos" (Lc.8,10), a vosotros que habéís creído, que habéís conocido la Revelación del Cristo, que entedéis la ley en su sentido espiritual, que estáís atentos a entender las profecías, que confesaís que Cristo es Dios y Hijo de Dios, a vosotros a quien el Padre ha tenido a bien de revelar a su Hijo.

Santa Teresa del Niño Jesús – 1 de octubre

«Doctora de la Iglesia, maestra del camino espiritual, con su virtud esta gran carmelita ha legado al mundo un excelso tratado de cómo sobrenaturalizar lo ordinario. Es la patrona de las misiones»
Santa Teresita Del Niño Jesús Con El Rosario

(ZENIT – Madrid).- Su frágil apariencia y forma de expresión de algunos escritos, que pueden recordar un estilo un tanto infantil, a estas alturas, y con lo que se sabe de ella, no puede confundir a nadie. La gran Teresa de Lisieux era una mujer de una reciedumbre espiritual poco común. Fue doctora del amor en grado sublime, ciertamente heroico. Sobrenaturalizó las pequeñas cosas cotidianas, afrontando con decisión irrevocable por amor a Cristo las que más cuestan, las que interrumpen el flujo del amor a Dios y a los demás en cuestiones aparentemente nimias, sutiles, pero que esconden cierto grado de  Tuvo una vida corta, intensa y entregada, rebosante de tanta ternura y de tal riqueza, que habría sido irreparable de todo punto no haber podido contar con su impresionante testimonio de amor. Por fortuna, dejó plasmada en su formidable Historia de un alma, además de hacerlo en sus cartas y escritos, la pasión que inundaba todo su ser en un gesto supremo de generosidad, culminando esta obra a punto de morir. Sembró el amor hasta que exhaló el último suspiro. Esta insigne carmelita, patrona de las misiones, continúa perfumando con su exquisita caridad el orbe entero.

Vino al mundo en Alençon, Francia, el 2 de enero de 1873. Tuvo el privilegio de nacer en un hogar de dos auténticos hijos de Dios, encumbrados por la Iglesia a los altares: Luís y Celia. Vio desfilar ante ella a sus hermanas María, Paulina y Celina, precediéndole en el Carmelo. Soñó con seguir sus pasos ardientemente, suplicó tanto, que al final obtuvo lo que deseaba. Tenía de su parte, además de la gracia divina, el apoyo de su padre; su madre ya había fallecido.

Leonia, otra de sus hermanas, eligió a las religiosas de la Visitación. Como su fe no tenía fronteras, en julio de 1887 Teresa arrancó con su oración la conversión del condenado a muerte Pranzini. Esa Navidad la marcó a fuego. Comprendió que el Niño Dios se había hecho pequeño por amor a ella, para infundirle valor en su seguimiento. Y aunque tenía 15 años, su padre no dudó en conducirla ante el papa León XIII, a quien expuso con firmeza su deseo de ingresar en el Carmelo, lo cual se produjo en 1888.

Profesó en 1890, cuando su padre ya había enfermado, teniendo claro su objetivo de escalar las más altas cumbres del amor. Apuraba el tiempo, como si supiese que no se le concedería demasiado, orando, haciendo penitencia y aprovechando todos los momentos para mortificarse con cualquier circunstancia propiciada por la convivencia. Delicada, sensible y exquisita en su trato, sufría gestos que contravenían su visión de cómo debía ser la vida religiosa y los ofrendaba a Cristo. Según el precepto evangélico buscaba expresamente a las hermanas de trato más complejo y les dedicaba a conciencia lo mejor de sí. «Ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón». Llevó con espíritu ejemplar las bajas temperaturas del convento: –«he sufrido de frío en el Carmelo hasta morir»–, silenció su horror a determinados insectos, soportó con dulzura acusaciones infundadas sin justificarse, etc. Y cuando veía que su debilidad podía ponerla en grave aprieto faltando a la caridad, huía, haciendo de este gesto una victoria sobre su tendencia dominante. Era la expresión de su oración continua. «Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi gratitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba».

Anhelaba el martirio: «Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos». El primero le fue otorgado. Sin embargo, en un momento dado de su vida expresó: «He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce». En 1893 fue designada ayudante de la maestra de novicias. Desconocían que vivía una intensa aridez. Y es que estaba tan centrada en la Eucaristía que era hartamente difícil imaginarlo. Sabía que la vivencia de la virtud sin la gracia de Dios es imposible. Humildemente escribió: «Yo soy un alma minúscula, que solo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor». Con esas «pequeñeces» iluminó el camino de la perfección y se convirtió en maestra de la infancia espiritual. «La santidad no consiste en esta o la otra práctica, sino en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre». En 1894 murió su padre, y a finales de ese año comenzó a escribir la Historia de un alma por indicación de la madre Inés de Jesús, su hermana Paulina. En 1895 se sintió llamada a ofrendarse al amor misericordioso. Poco después experimentó la más alta intensidad del mismo, la «herida de amor». Acogió con entusiasmo la misión de acompañar espiritualmente a Bellière, que se preparaba para ser misionero, y en 1896 la del padre Roulland que se hallaba en misiones en el extranjero. En Semana Santa de ese año sufrió los primeros ataques de hemoptisis, y entró en la «noche de la fe», que perduró hasta el fin de sus días. En 1897, ya gravemente enferma, la madre María de Gonzaga le indicó que continuase el manuscrito de su vida. El 8 de julio de ese año fue conducida a la enfermería. En el Cuaderno amarillo se constata la inmensa riqueza que continúo legando en el lecho del dolor. Allí entregó su vida el 30 de septiembre, exclamando: «Oh, le amo…». Como vaticinó, tras su partida hizo «caer una lluvia de rosas».

Pío XI la beatificó el 29 de abril de 1923, y la canonizó el 17 de mayo de 1925. Juan Pablo II la proclamó doctora de la Iglesia el 19 de octubre de 1997.

¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
Lucas 10, 17-24. Tiempo Ordinario. Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo. 

Oración introductoria
Gracias, Señor, por mostrarme el camino para llegar al Padre, permite que sea un pequeño y sea dichoso de estar cerca de Ti.

Petición
Señor, concédeme ser sencillo para buscar siempre el camino que me lleve a Ti.

Meditación del Papa Francisco
Siempre como misioneros del Evangelio, con la urgencia del Reino que está cerca. Todos deben ser misioneros, todos pueden escuchar la llamada de Jesús y seguir adelante y anunciar el Reino.

Dice el Evangelio que estos setenta y dos regresaron de su misión llenos de alegría, porque habían experimentado el poder del Nombre de Cristo contra el mal. Jesús lo confirma: a estos discípulos Él les da la fuerza para vencer al maligno. Pero agrega: “No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están escritos en el cielo”. No debemos gloriarnos como si fuésemos nosotros los protagonistas: el protagonista es uno solo, ¡es el Señor! Protagonista es la gracia del Señor. Él es el único protagonista. Nuestra alegría es sólo esta: ser sus discípulos, sus amigos. Que la Virgen nos ayude a ser buenos obreros del Evangelio.(S.S. Francisco, 7 de julio de 2013)

Reflexión
¡Qué alegría de los discípulos después de una jornada tan exitosa! Los demonios les temen, curan leprosos, hacen caminar a los paralíticos, dan la vista a los ciegos etc.

Todo perfecto después de unos días de misiones. Como tantos de nosotros que al final de la semana nos alegramos porque nos ha ido bien en los estudios, hicimos el bien a una persona, nos subieron el sueldo en nuestro trabajo, nos callamos cuando quisimos decir una palabra ofensiva a alguien, aumentaron las ventas de nuestros negocios y demás aspectos positivos que nos pudieron haber pasado. Nos sentimos contentos, como los discípulos, porque las cosas salieron como nosotros queríamos. Sin embargo, Cristo nos dice que no debería ser éste el motivo principal de nuestra alegría.

La satisfacción tan agradable y tan necesaria que experimentamos por haber hecho el bien en esta tierra nos debería llevar a pensar en los méritos que ganamos para el cielo. Este es el motivo principal por el cual deberíamos de estar contentos. Saber que hemos actuado de tal forma que nuestros nombres están escritos en el reino de los cielos.

Sabiendo los motivos de nuestra verdadera alegría es como si hubiésemos encontrado el tesoro que buscábamos en nuestra vida.

Custodiemos este tesoro y no permitamos que los ladrones de la vanidad, avaricia, egoísmo nos lo arrebaten.

Propósito
Alegrarme con Jesús al hacer el bien en esta tierra, y saber que son méritos para el cielo.

Diálogo con Cristo
Te doy gracias, Señor, porque esta oración provoca mi anhelo de corresponder a tu amor con una vida santa. Ayúdame a vivir amando a los demás, por Ti, desde Ti y como Tú me has enseñado.

Con María, levantando el corazón
Cuando escuches en la misa: “Levantemos el corazón” tómate fuerte de la mano de María y pídele que te asista

Madre mía, hace unos días he leído una meditación de San Agustín que dice: "No escuchemos en vano la invitación:" ¡Levantemos el Corazón!" Y con todo el corazón ascendamos a Él"… y allí me quedé, Madrecita, preguntadote: ¿Que es ascender a él?

Y me respondiste:
- Si ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba"(Col 3,1)
Te confieso, Madre, que creí comprender tu respuesta, pero ya no estoy segura. Por eso espero que, en esta Misa, le pidas a tu Esposo, el Espíritu Santo, que me ilumine el alma.
Mientras transcurre la Misa siento la paz de saber que mi oración ha sido escuchada.
Y llega el momento, antes de la Consagración y como preparación a ella, en que el sacerdote pronuncia las palabras:

- "Levantemos el corazón"
En ese momento mil preguntas me inundan el alma y, sin atinar a más, me postro a tus pies y te las presento, de una en una:

-¿Cómo puedo levantar mi corazón, Madre, si me pesa tanto por causa de mis miserias y pecados? ¿Cómo puedo levantarlo si veo que tiene raíces demasiado profundas en las cosas de la tierra?
El tiempo se ha detenido en la Parroquia de Luján. No puedo responder al sacerdote si tú, Madre, no me explicas.

- Hija mía- y mi alma se calma y escucha- como lees en San Pablo (Col 3,1), levantar el corazón es deleitarse en los bienes de arriba, no en los de la tierra.

- Pero, Madre, no todo en mi corazón es anhelo de cielo… Hay demasiadas mezquindades con que me apego a la tierra.

- Comprendo, hija. Lo sientes tan pesado que no puede elevarse por sí mismo.

- ¿No tengo esperanza, entonces?
Y tu mirada sonríe y puedo sentir el océano de misericordia de tu Corazón, dulce Reina y Madre de Misericordia…

- Nada de eso, hija, si tu corazón no sube solo pues, súbelo tu, alto, muy alto…

-¿Qué tan alto, Madrecita? ¡No llego, no puedo!…
Y tu respuesta alegre me asombra el alma:

- Busca un sicómoro, ¡Vamos, trepa!, alto, como Zaqueo, y quédate en espera para que Jesús Eucaristía te diga: "Hoy me hospedaré en tu casa"

-¿Un sicómoro, Madre? Estamos dentro de la Parroquia ¡No hay sicómoros aquí!.. Ay, Madre, sé más explícita que tu torpe hija no te comprende.

Y me tiendes las manos para hacerme "pie", como me hacía mi padre para ayudarme a trepar a un árbol.

- Ven hija ¡Trepa a mi Corazón!

-¡Madre! ¡Claro! ¡Tu Corazón! Sí, solo tú puedes elevar mi corazón lo suficientemente alto...
Y levanto mi corazón hasta el Tuyo, pongo mi corazón en el Tuyo.

Ahora sí puedo responder al sacerdote:

- "Lo tenemos levantado hacia el Señor".
Madre, tú llevas mi corazón hasta donde Cristo ya ha llegado. Y allí me quedo, de tu mano…

Se acerca el momento de la Consagración. Con mi corazón en el Tuyo veo que estamos alto, muy alto, pues sólo desde tan alto puede adorarse plenamente a Jesús Eucaristía…

Sólo desde tan alto el alma puede rendirse ante un milagro cotidiano y conocido, pero jamás comprendido plenamente en su más profunda esencia…

Alto, Madre… mi corazón está alto… Sin embargo, sigo parada en el piso de la parroquia.

- La altura es interior, hija. Es un subir del alma para expresar su más profunda gratitud por tan grande amor…

Me preparo para recibir a Jesús bajo la apariencia de pan. Estoy en tu Corazón, Madre ¿Qué mejor lugar para recibirle?

Allí entregaré a Jesús a su Madre "que lo recibirá amorosamente, le colorará honrosamente, le adorará profundamente, le amará perfectamente, le abrazará estrechamente y le rendirá, en espíritu y en verdad, muchos obsequios que en nuestras espesas tinieblas nos son desconocidos"(San Luis María Grignion de Montfort)

"Levantemos el corazón". Apenas si empiezo a comprender la magnitud de la propuesta.

"Lo tenemos levantado hacia el Señor" Apenas si empiezo a comprender la magnitud de tal respuesta.

Madre… poco a poco voy comprendiendo cuán profundas son las palabras, los actos, los gestos de la Misa. Pide a Jesús me perdone por todas las veces que respondí mecánicamente, sin pensar.

Amigo, amiga que lees estas líneas, cuando escuches la propuesta "Levantemos el corazón" tómate fuerte de la mano de María y pídele que te asista. Tu corazón puede alcanzar alturas no imaginadas, aunque tus pies sigan pegados al piso de la Parroquia.

NOTA de la autora:
Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por Ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.

Historia de una alma y de una vocación
Teresita de Lisieux tomó como camino de perfección el amor mismo

Françoise Marie Thérèse Martin, nombre civil y de pila de Santa Teresita de Lisieux, nació en la localidad normanda de Alençon el 2 de enero de 1873. Tras la muerte de su madre, en plena infancia de Teresita, su familia se trasladó a Lisieux, en cuyo Carmelo Descalzo ingresó monja a los 15 años de edad.

Su nombre de profesión monástica era Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Otras cuatro hermanas suyas fueron también Carmelitas Descalzas en Lisieux. Pronto le visitó la enfermedad, ofreciendo sus sufrimientos, oraciones y sacrificios por las misiones. Murió tuberculosa y siempre fue débil y frágil.

La hora de la gloria

El día 30 de septiembre de 1897 fallecía en su Convento Carmelitano de Lisieux, convertido desde entonces en centro de peregrinaciones de miles y miles de personas. Sus reliquias además peregrinan, sin cesar, por todo el mundo, acogidas con gran fervor por los miles y de miles de fieles.

Fue el Papa Pío XI quien la beatificó, primero, en 1923 y la canonizó, después, el 17 de mayo de 1925 ante una inmensa multitud, y quien en 1927 la declaró patrona de las misiones. Juan Pablo II la hizo doctora de la Iglesia en 1997. Ya en el lecho de muerte, Teresa de Lisieux había intuido que sería amada por todo el mundo. Su influencia, en efecto, fue pronto unánime y universal. Y así sigue siendo.

"Historia de un alma"

Bajo el título "Historia de un alma", libro publicado por primera vez al año de la muerte de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, se recogen la biografía y las memorias espirituales de Thérèse Martin. Es un libro delicioso y ya universal.

Desde entonces "Historia de un alma", la autobiografía de recuerdos, experiencias y testimonios que Teresita escribió por orden de su Superiora Monástica, se ha convertido en todo un "clásico" imprescindible de la mejor literatura espiritual y en obra clave en la conversión, vocación y consagración de muchas personas.

"Historia de un alma" ha sido traducida a más de 60 idiomas, y el libro ha llegado a ser venerado también por otras religiones. "Historia de un alma" rezuma conocimiento de la Palabra, con más de mil citas bíblicas -400 del Antiguo Testamento y 600 del Nuevo-.

"Mi caminito"...: La infancia espiritual

Leemos en el evangelio de San Mateo: "En aquel momento se acercaron los discípulos de Jesús diciendo: ¿Quién será el más grande en el Reino de los cielos? Él, llamando a sí a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad, os digo, que si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el más grande en el Reino de los cielos". (Mt. 18,-14).

La infancia espiritual consiste en hacerse enteramente niño ante Dios y ante los hombres. No por un espíritu aniñado, ingenuo o enfermizo, no por infantilismo y pura ingenuidad, sino por el amor, la humildad, la sencillez, el candor, la confianza, el abandono filial y la ausencia absoluta de toda clase de complicaciones en la vida espiritual.

¿Qué es la infancia espiritual?

A la luz de los escritos de Teresita y de la interpretación de sus mejores estudiosos y comentaristas, los rasgos fundamentales de la infancia espiritual pueden dividirse en dos grupos, que se complementan mutuamente: uno negativo, no es el sentido peyorativo del término, y otro positivo.

Cuatro son los rasgos negativos principales que presenta la infancia espiritual: la ausencia de mortificaciones extraordinarias, la ausencia de carismas sobrenaturales, la ausencia de método de oración -no de oración ni mucho menos- y la ausencia de obras múltiples o de activismo espiritual.

Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, maestra de vida espiritual y doctora de la Iglesia, fue una persona de oración, de constante y fecunda oración, que definía así: "La oración es una simple mirada al cielo, un grito de gratitud y de amor, así en medio de la prueba como en el seno del gozo. Es una cosa elevada, sobrenatural, que dilata el alma y la une con Dios... Hago como los niños que no saben leer: digo sencillamente a Dios lo que quiere decirle y siempre me entiende".

Más importantes y más decisivos que los llamados rasgos negativos del camino de la infancia espiritual de Santa Teresita de Lisieux son los rasgos positivos. Son los siguientes: la primacía del amor, la confianza y filial abandono, la humildad y la sencillez y la fidelidad a las cosas pequeñas.

Camino de la perfección

Celina, hermana de Teresita y monja carmelita como ella, declaró en el proceso de canonización de nuestra santa: "Al contrario de otros místicos, que se ejercitan en la perfección para alcanzar el amor, Sor Teresa del Niño Jesús tomó como camino de perfección el amor mismo".

Las características de esta opción por el amor, de esta primacía del amor en la santa francesa presentaban, a su vez, estos rasgos más representativos y esenciales: su carácter enteramente infantil y filial, complacer a Jesús, el perfecto desinterés y la inquietud apostólica.

Escribía Teresita: "Los grandes santos han trabajado por la gloria de Dios; mas yo que soy una alma «pequeñita», trabajo únicamente por complacerle, y sería feliz en soportar los mayores sufrimientos, aunque esto fuese para hacerle sonreír una sola vez". Leemos en otras pasajes suyos: "Una sola cosa deseo: la voluntad de Dios... Quiero todo lo que Dios me dé". Y es que, no en vano, el lema de su vida fue "amar al Señor y hacerlo amar".

"Mi vocación es el amor..."

A través del denominado camino de la infancia espiritual, del que hablaremos próximamente, Teresa del Niño Jesús recorrió de manera excepcional los caminos de la humildad, de la sencillez evangélica y de la confianza en Dios. Ardiente su corazón de celo apostólico y de amor de Dios, Teresita ofreció su joven vida, su cuerpo enfermo y las penitencias y rigores del Carmelo por la salvación de las almas, la evangelización de los pueblos y el incremento de la Iglesia.

Ella fue y es en la Iglesia el amor. Escribe en su autobiografía: "Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de San Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos, leí no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano...

Continué leyendo, sin desanimarme y encontré esta consoladora exhortación: ... Al contemplar -prosigue la santa- el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mi misma en ninguno de los miembros que San Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era verme en todos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación... Entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo de amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia... Entonces, llena de alegría desbordante, exclamé:¡Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor... En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor".

"Una lluvia de rosas, una lluvia de gracias"

Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz fallecía en el Carmelo Descalzo de Lisieux el 30 de septiembre de 1987. Tenía tanto solo 24 años. Después, inmediatamente después y ahora, su huella traspasó las fronteras de la muerte. Bien acertó ella al afirmar en el lecho de muerte "todo el mundo me amará". "La santa más grande de los tiempos contemporáneos", como dijo de ella el Papa San Pío X, sigue fecundamente presente en nuestro mundo enviándonos "una lluvia de rosas... ya que cuento con no estar inactiva en el cielo. Mi deseo -añadía- es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas".

Y es que no es lluvia de gracias, acaso, el hecho de que se han hayan editados 2.000.000 ejemplares de "Historia de un alma", otros 800.000 de "Llamada a las almas pequeñas", 300.000 de "Vida abreviada" y más de 40.000.000 de estampas con su retrato.

Lluvia de gracias son también las más de 50 Congregaciones Religiosas, masculinas y femeninas, Institutos Seculares o Sociedades de Vida Apostólica que la consideran como patrona e inspiradora. Unos 2.000 templos de todo el mundo están consagrados a su nombre, entre ellos cinco Catedrales y cinco Basílicas y el primer Santuario de Egipto en El Cairo, meta de peregrinaciones cristianas e interreligiosas. Más de 70 Seminarios y numerosas escuelas, obras sociales y agrupaciones de fieles la tienen por titular. La doctora de la Iglesia y patrona de las misiones Santa Teresa de Lisieux es también la compatrona de Francia y hasta de Rusia.

Doctora de la Iglesia

Los requisitos para ser considerado Doctor de la Iglesia los fijó Benedicto XIV, en el siglo XVIII. Son los siguientes: insigne santidad de vida, doctrina eminente y expresa declaración del Papa. En la Liturgia, sus memorias incluyen Misa propia y antífona del Magníficat propia en la Liturgia de las Horas. Por lo que se refiere a su valor teológico, los textos de los Doctores se agrupan entre los argumentos de los teólogos, aunque el "consensus" de los doctores en un tema teológico o su uniformidad dogmática adquiere valor mayor, cualificado en virtud de la declaración de la Iglesia.

Juan Pablo II, en la Carta apostólica mediante la cual la declaraba doctora de la Iglesia, afirmaba solemnemente que Tersita "posee una singular universalidad" y su vida y su mensaje "corroboran el vínculo estrechísimo que existe entre la misión y la contemplación".

En el Concilio Vaticano II

"La doctrina espiritual de Teresa de Lisieux ha contribuido a la expansión del Reino de Dios", afirmaba, en la Carta Apostólica sobre su doctorado del Papa Juan Pablo II, quien recordaba que durante el Concilio II la nueva doctora de la Iglesia fue varias veces evocada por su ejemplo y doctrina y propuesta como maestra de la oración y de la esperanza teologal y modelo de comunión con la Iglesia.

"La fuerza de su mensaje -proseguía el Papa Juan Pablo II- está en la concreta ilustración de cómo todas las promesas de Jesús encuentran pleno cumplimiento en el creyente que sabe acoger con fe en su propia vida la presencia salvadora del Redentor. Todas estas razones son un claro testimonio de la actualidad de la doctrina de la Santa de Lisieux y de la especial incidencia de su mensaje sobre los hombres y mujeres de nuestro siglo".

Esta declaración fue además pedida y avalada por toda la Iglesia: "Respondiendo a los deseos de un gran número de hermanos en el Episcopado y de muchísimos fieles de todo el mundo, oído el parecer de la Congregación para la Causa de los Santos y obtenido el voto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en lo que se refiere a la doctrina eminente, con conocimiento cierto y madura deliberación, en virtud de la plena autoridad apostólica, declaramos a Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, Doctora de la Iglesia Universal. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

Santa Teresita de Lisieux ha sido el treinta y tres doctor de la Iglesia y la tercera mujer, tras Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Ávila, las dos proclamadas en 1970 por el Papa Pablo VI.

Antología de frases

— "Cada vez que queremos amar, estamos ya amando... Se el amor de un corazón enamorado".

— "Cuando no encuentres más que vacío en lo más hondo de ti mismo, cuando tengas la sensación de que el amor te ha dejado caer, cuando no tengas ganas de nada...entonces Dios se hace tu corazón, entonces Dios te regala su amor".

— "Dios no tiene necesidad de nuestras obras, sino de nuestro amor...Yo he elegido hacer amar al Amor".

— "Me ha falta tan solo tu mirada, ¡vivo de amor!... Todo lo que ocurre en el mundo, ocurre en el corazón de quien ama".

— "La santidad no consiste en este o aquel ejercicio, sino en una disposición del corazón que nos hace ser humildes y pequeños en los brazos amorosos de Dios".

— "Una sola cosa deseo: la voluntad de Dios... Quiero todo lo que Dios me dé". Y es que, no en vano, el lema de su vida fue "amar al Señor y hacerlo amar".

— ¡Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor... En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor".

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