«Aquí hay uno que es más que Salomón»

Evangelio según San Lucas 11,29-32. 

Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás. 

San Daniel Comboni

San Daniel Comboni, obispo y fundador

En Khartum, en Sudán, san Daniel Comboni, obispo, que fundó el Instituto para las Misiones en África (Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús), y tras ser elegido obispo en ese continente, se entregó sin reservas y pr  edicó el Evangelio por aquellas regiones, trabajando también por hacer respetar la dignidad human

Daniel Comboni: hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de Africa Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia. La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas.

Hijo único - padres santos 
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.

Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».

En el corazón de Africa - con Africa en el corazón


Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa». 

Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «Africa o muerte!». Cuando regresa a Italia, el recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de Africa», un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar Africa por medio de Africa», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.

Un Obispo misionero original
En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.

Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.

Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).

El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.

La cruz como «amiga y esposa» 

En 1880 Comboni vuelve a Africa por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».

Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.

Fue beatificado en marzo de 1996 por SS Juan Pablo II y canonizado por el mismo papa en octubre de 2003.

San Gregorio de Nisa (c. 335-395), monje, obispo Homilía 1 sobre el Cantar de los Cantares

«Aquí hay uno que es más que Salomón»

El texto del Cantar de los Cantares de Salomón presenta al alma como una desposada, adornada para la unión incorporal, espiritual y sin mancha alguna, con Dios.  El que quiere que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» » (1Tm 2,4) expone aquí los medios más adecuados, el medio bienaventurado para ser salvado, con ello entiendo el que pasa por el amor. Algunos pueden encontrar también la salvación en el temor: considerando los castigos que nos aguardan en el infierno, nos ayudan a preservarnos del mal. Lo mismo ocurre con los que llevan una vida recta y de virtud porque esperan el salario reservado a aquellos cuya existencia ha sido piadosa: esos actúan no por amor al bien, sino con la esperanza de recibir la recompensa. 

Ahora bien, para lanzarse a la perfección se comienza por echar fuera del alma el temor; supone un sentimiento servil el hecho de estar unido a su amo por cualquier cosa que no es por el amor... Se ama «con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Mc 12,30) no a uno de estos dones con que podemos ser gratificados, sino por amor a aquel que es la fuente misma de estos bienes. Así debe ser, pues, el alma según lo que ha dicho Salomón... 

¿Crees tú que evoco a Salomón, el hijo de Bersabé que en lo alto del monte ofreció mil bueyes y que, siguiendo los consejos de su mujer extranjera, cometió un pecado? No. Pienso en otro Salomón, nacido  también de la estirpe de David según la carne; su nombre es «paz» [Salomón quiere decir «hombre de paz» (1 Cro 22,9)]. Él es el verdadero Israel, el constructor del Templo de Dios, el poseedor del conocimiento universal. Su sabiduría no tiene medida; mejor dicho, él es, por esencia sabiduría y verdad; su nombre y su pensamiento son perfectamente divinos y sublimes. Se sirvió de Salomón como de un instrumento y, a través de su voz, es Él quien se dirige a nosotros, primero en los Proverbios, seguidamente en el Eclesiastés, después en el Cantar de los Cantares. Es así que pone a nuestra reflexión, con método y orden, la manera de progresar hacia la perfección.

La señal más grande de Dios.
Lucas 11, 29-32. Lunes XXVIII del tiempo ordinario. No se le dará otra señal que la de Jonás.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre Nuestro, aunque estás en el cielo, has querido habitar en nuestros corazones. En esta oración concédeme darte el honor y la reverencia que mereces, por ser mi Dios y mi Padre. Te pido también un corazón abierto, para que tu Reino entre en mi vida, y pueda agradarte en todo lo que hago. Gracias porque nunca me abandonas y quieres darme en cada momento lo que más necesito. Así sea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo. Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Cuando Dios envía un mensaje, pide una respuesta. Él habla siempre, en la creación, en la historia, en los hombres y mujeres que encontramos cada día. Sólo hay que estar atento a su voz…

Cristo nos habla hoy de dos momentos fuertes de la historia de la salvación. Nínive que se convierte gracias al profeta Jonás y una reina que viaja lejos para ver el don de la sabiduría en el rey Salomón. Hay un punto que une estos dos eventos: en los dos, un personaje de Israel atrae extranjeros hacia Dios. O, en otras palabras, Dios sale a buscar a aquellos que están más alejados de Él; Dios no abandona a la oveja perdida en la montaña.

Estamos ahora mismo en presencia de Cristo en oración. «Aquí hay uno que es más que Salomón; aquí hay uno que es más que Jonás.» Él bajó del cielo para encontrarnos y atraernos hacia su Padre. Como Jonás, cruzó el mar que dividía a Dios y al hombre, caminó por nuestras calles, nos invitó al arrepentimiento. Sin embargo, hizo aún más: como Rey que es, estableció su trono en la cruz, y desde ahí nos atrae con la sabiduría de su entrega incondicional a cada uno de nosotros. Siendo Hijo de Dios, se lanzó hasta la profundidad del pecado y de la muerte para rescatarnos. ¿Acaso hay señal más grande del Amor que Dios nos tiene?

No podemos permanecer indiferentes ante Dios que nos busca ansiosamente. Contemplemos el crucifijo y, ante esta señal tan grande, digamos como el centurión: «Verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios». Confiémonos a Él, respondámosle con amor y entrega en nuestra propia vida.

"Escucha de Dios que nos habla, y también escucha de la realidad cotidiana, atención a las personas, a los hechos, porque el Señor está en la puerta de nuestra vida y golpea en muchos modos, pone señales en nuestro camino; está en nosotros la capacidad de verlos. María es la madre de la escucha, escucha atenta de Dios y escucha también atenta de los acontecimientos de la vida".

(Homilía de S.S. Francisco, 1 de junio de 2013).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Visitaré a Cristo Eucaristía para agradecerle su entrega y pedirle la gracia de corresponder a su amor.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Orar desde la adversidad
Cristo Sufrió y asumió el sufrimiento como instrumento de salvación ¿Podremos seguir su ejemplo?

Un rayó cayó en un frutal y rompió la mayor parte de las ramas. Sin embargo, una de ellas quedaba sujeta al tronco por unas pocas fibras y por la corteza, gracias a lo cual daba todavía frutos. 

La adversidad, el sufrimiento, forma parte de nuestra existencia. Una infinita gama de dolor, de sufrimiento acosan al ser humano. El mal, el sufrimiento, no entraba en los planes de Dios, el pecado nos lo trajo y desde entonces se pasea entre nosotros. Para el cristiano la enfermedad, el dolor, tiene que ser una escuela de santificación, “signo de predilección divina”, oportunidad de crecimiento.

“¿Puede engendrar felicidad la adversidad?”, pregunta José Luis Martín Descalzo. Él mismo da esta respuesta: “Puede engendrar, al menos, muchas cosas: Hondura de alma, plenitud de condición humana, nuevos caminos para descubrir más luz, para acercarnos a Dios. Por eso no hay que tenerle miedo al dolor. Lo mismo que no le tenemos miedo a la noche. Sabemos que el sol sigue saliendo aunque no lo veamos. Sabemos que volverá. Dios no desaparece cuando sufrimos. Esta ahí, de otro modo, como está el sol, cuando se ha ido de nuestros ojos”.

Cristo sintió el amargor del cáliz y el abandono del Padre. Sufrió y asumió el sufrimiento como instrumento de salvación. El vino para salvar siempre. “Decidle a Juan lo que habéis visto y oído; los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen y a los pobres se les anuncia el Evangelio” (Lc 7, 22). Según el Evangelio, Cristo recorría toda Galilea enseñando y curando toda enfermedad y dolencia…Y se extendía su fama. y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfermedades y dolores y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los curaba (Mt 40, 23-25).

Cristo se acerca al que sufre y con él usa gestos de amor: palabras, silencios... A él le oye, le ve, le toca, le toma de la mano y camina con él (Jn 9, 1). Como siente compasión por el que sufre, a todos sana. Cristo sigue acercándose a cada uno de los que sufren. Será bueno tener fe en él y poner los ojos en él, no estar sin su presencia y amistad.

El Dios que se nos revela en Jesús es un Dios que comparte con el ser humano su situación, la de caminante y peregrino, la de un ser débil como el barro. Sentirse débil, cansado, perdido y rezar a Dios, es disipar dudas, temores, reponer fuerzas para seguir en el camino. 

En los momentos de dificultad, hay que doblar la rodilla y levantar el corazón y la mirada al cielo. Louis Veuillot, tras la muerte de su mujer y de sus tres hijos, pasaba mucho tiempo orando. A un amigo que le miraba, le dijo: “No estoy derribado en tierra; estoy sencillamente de rodillas”.

Ramón Font cuenta cómo a una joven le ayudó la oración durante 9 horas que estuvo encaramada en un árbol en medio del río Segre. Aquella mucha rezaba continuamente. “Me impresionó comprobar que en momentos difíciles, aquél en concreto para la chica, lo único que la sostenía y daba fuerzas era ese Dios que está al lado de quienes sufren, de quienes le reclaman y de quienes le quieren”.

Leonard Cohen, escritor, compositor y cantante, nacido en Montreal, Canadá, que ha actuado en casi todos los países del mundo, afirma: “Si me siento flácido, hago ejercicio. Si me siento perezoso mentalmente, procuro meditar. Si me siento perdido, rezo”.

“A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor; desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia” (Sal 141, 2).

El itinerario de la oración pasa por noches que son pruebas de angustia y desesperación. “Cuando nos veamos cubiertos de tinieblas, sobre todo si no somos nosotros la causa, no temblemos. Considera que estas tinieblas que te cubren te las ha enviado la providencia de Dios, por razones que solo él conoce, pues nuestra alma, a veces se ahoga y es engullida por las olas. Entonces, aunque nos dediquemos a la lectura de las Escrituras o a la oración, hagamos lo que hagamos nos encerramos cada vez más en las tinieblas (…). Son unos momentos llenos de desesperación y temor, porque la esperanza en Dios y el consuelo de la fe han abandonado totalmente al alma, que está llena de dudas y angustia.

Aquellos a quienes la confusión ha puesto a prueba, en un momento determinado, sabrán que al final se producirá un cambio. Dios no nos abandona jamás en ese estado, pues eso destruiría la esperanza (…) sino que la permite salir rápidamente de esta situación.

Bienaventurado el que soporte estas tentaciones... Después de la gracia viene la prueba. Hay un tiempo para la prueba. Y hay también un tiempo para el consuelo” (Isaac El Sirio)

El sufrimiento purifica. Ante cualquier tragedia o cruz, sobran todas las explicaciones. Sólo la fe, el silencio y el misterio tienen la respuesta acertada. Cuando el dolor aprieta, cuando las calamidades públicas azotan sin compasión, en momentos de dificultad la gente eleva los ojos a Dios. Así rezan estos versos:

“En un pueblo de la costa, cuando el mar da poca pesca, a la iglesia van los hombres. Cuando mucha, a la taberna”.

El Maestro invita a ser sus discípulos, a seguirle, a cargar con la cruz, a dar la vida por los demás. En la historia ha habido testimonios elocuentes de entrega como el P. Damián, Madre Teresa, Maximiliano Kolbe... Muchos otros, sin ser tan famosos, donan órganos para que otros puedan aprovecharse de ellos.

Es bueno pedir, sin dudar. El Pastor de Hermas, decía: “Pídele sin titubear y conocerás que su gran misericordia no te abandona, sino que dará cumplimiento a la petición de tu alma”.

Es bien conocida la oración: “Dios concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas cosas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.

Siete hábitos diarios para las personas que deseen ser Santas

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los sacramentos.

Estas leyendo esto porque estas interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad “reza siempre y sin desfallecer” (Lc. 18:1). Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, pasando un tiempo considerable con el en forma regular y, en este caso básicamente todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a esto.
La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los sacramentos.

Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del Angelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino todos esto hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en el medio del mundo.

Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos. Uno, recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico es un trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo. Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos. Segundo, al mismo tiempo tu debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida–más importante que comer, dormir, trabajar y descansar. Quiero aclararte que estos hábitos no se pueden adquirir a las corridas.

Ese no es el modo que nosotros queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos más atentos durante el día en un lugar en silencio, y sin distracciones donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón Tercero, quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estas perdiendo el tiempo en realidad lo ganas. Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempos para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen al El primero. Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro que el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezan o han rezado mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.

Primer Hábito
El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana, cuando te arrodillas y utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. Como el fundador del Opus Dei indica “Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza.

Si, con la ayuda de Dios, te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.

¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! (Camino, 191)

En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el “minuto heroico” en la mañana y, a la noche va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y espiritual a lo largo del día para parar lo que este haciendo para cumplir los otros hábitos.

Segundo Hábito
El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿Quien no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que esta en tu mente y en tu corazón. Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver que es lo que Jesús te esta pidiendo y que te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos su dicho “Sin Mí, nada pueden hacer.”

Tercer Hábito
El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador y el resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual. Decía el Beato Josemaría Escrivá “No dejes tu lección espiritual. La lectura ha hecho muchos santos” (Camino 116). En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque con su práctica a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las ideas allí expresadas en acción.

Cuarto Hábito
El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete (cfr. Jn. 6, 22-65). Ella debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo posible del hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y en unidad cuerpo y alma hacia el Cristo resucitado y nosotros mismos. Como el papa Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America “La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega” (n°35).

Quinto Hábito
El quinto hábito es rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento, como niños recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor el cual da sentido a toda nuestra existencia.

Sexto Hábito
El sexto hábito también es Mariano. El rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Como el Beato Josemaría señaló “El Rosario es eficacísimo para los que emplean como arma la inteligencia y el estudio. Porque esa aparente monotonía de implorar a Nuestra Señora, como niños con su Madre, puede destruir todo germen de vanagloria y de orgullo” (Surco 474). El Rosario es un hábito que una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a través del corazón de María. El no puede rechazar nada de Ella.

Séptimo Hábito
El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. El santo Fundador del Opus Dei decía “Examen de conciencia. Labor diaria. Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna? (Camino, 235). Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntádote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos. También miras una particular área la cual tu tienes identificada con ayuda de tu director espiritual quien conoce tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos discutidos en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y un acto de contricción por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.

Luego tomarás tu merecido descanso, que te esforzaras para santificar a través de tu diálogo interior con la Santísima Trinidad y tu madre María mientras te quedas dormido. Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuan ocupado este, (y nunca me pareció encontrarme con gente que no este muy ocupada a no ser que este permanentemente retirada), puede frecuentemente encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día. Piensa, ¿que necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento quince minutos antes de comenzar el trabajo? O la media hora o mucho más gastada mirando programas de televisión o videos. También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual?
¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.

Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor “para servir y no para ser servido.” Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos. Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas siempre, ten por seguro, que cuando caemos en algo grande o pequeño, tenemos siempre un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.

La etapa de discernimiento
Discernir significa medir fuerzas, capacidades, valorarse y arriesgarse 

Etapa de Discernimiento
Tomás de Kempis, autor de la Imitación de Cristo, exhortaba a tener prudencia en las acciones con las siguientes palabras: "No se debe dar crédito a cualquier palabra ni a cualquier espíritu; mas con prudencia y espacio se deben, según Dios, examinar las cosas. [...] La buena vida hace al hombre sabio, según Dios, y experimentado en muchas cosas. Cuanto alguno fuere más humilde en sí y más sujeto a Dios, tanto será más sabio y sosegado en todo."
A veces no sabemos que rumbo tomar ni por cual decisión optar; es en estos momentos donde necesitamos sabiduría, prudencia y discernimiento para no equivocarnos, ni herirnos ni herir a las personas que están a nuestro alrededor, lo peor que nos puede pasar en la vida es "pasar" por ella y que ella nos pase a nosotros, o simplemente querer pasarla bien. ¿Por qué lo peor? Porque Dios nos ha dado una vida para construirla y al igual que Jesús, no nos la ha dado para pasarla bien sino para pasar haciendo el bien. Discernir significa medir fuerzas, capacidades, valorarse y arriesgarse. El Papa Juan Pablo II nos hacía un reto que no podemos olvidar: "Jóvenes, cuando elijáis vuestro futuro, no lo elijáis sólo para vosotros mismos."

Una vez que hemos descubierto que no estamos de-más en el mundo y que hemos avanzado por la vida buscando respuestas, debemos detenernos y discernir, para esto se hace necesario intensificar el dialogo con Dios y con los otros; en esta etapa se hace urgente y necesario preguntarse muy en serio, ¿que quiero? ¿puedo conseguirlo? ¿por cuanto tiempo?¿con qué auxilios? Y lo más importante ¿Eso es lo que Dios quiere y me pide? ¿Puedo darlo? ¿Quiero darlo? ¿Me hará feliz? Si hay algo que caracteriza a esta etapa es que nunca como en ella, el destino está en tus manos.

El destino
"Cuentan que había un hombre muy sabio y anciano en la cumbre de un "monte". La gente de la aldea al corregir a sus hijos siempre les decían: no griten, porque el anciano sabio que mora en lo alto del monte dice que: ¡Quién grita pierde la razón y ofusca el corazón!. No peleen, porque el anciano enseña: ¡Quién emplea la fuerza oculta su vulnerabilidad, al no ser fuerte como hombre, libera un monstruoso animal que lleva dentro de sí! No falten a sus mayores, ya que el sabio de la montaña instruye: ¡Quién ignora las canas, ignora el futuro y quien no respeta el mañana, irrespetara el ahora! Todos los minutos, a cada acción de los jóvenes y niños rebeldes, le sucedía una enseñanza de los padres, de lo que decía el anciano sabio que moraba el monte. Como era de esperarse, ellos estaban artos de tanta enseñanza, y un día, dos de ellos se decidieron poner fin a la fama de sabio del viejo del monte. Salieron con esa intención muy temprano y buscaban la manera de consumar su plan. De pronto dos pajarillos que ensayaban sus débiles alitas cayeron ante ellos de la copa de un álamo. El mayor de los dos jóvenes exclamó: ¡Ya lo tengo! ¿Qué cosa? Preguntó el otro. La manera de acabar con la fama de sabio del viejito.

- Esto es lo que haremos: nos acercaremos a él con las manos ocultas y le preguntaremos: Anciano sabio: ¿A qué hemos venido? Si nos dice algo parecido como: a preguntar algo, creo..., le diremos: sí. Dinos: a parte de las preguntas ¿traemos algo más? Si nos dice que llevamos los pajaritos, porque tal vez nos vio y no nos dimos cuenta, le diremos ¿Y como están esos pajaritos?

Si nos dice que están vivos, los apretamos y sofocamos y se los enseñamos muertos. Si nos dice que están muertos, abrimos las manos y los dejamos volar. Y se acabó su fama y la necedad de nuestros padres, y ya.
Así subían el monte cuando llegaron donde el sabio y le dijeron:

- Dinos sabio ¿A qué hemos venido?
El anciano con sus ojos cerrados, les respondió:
- Supongo que han venido a buscar respuestas.
- Mas o menos, dijeron los jóvenes. ¿Sabes si traemos algo más?
- Si, respondió el anciano suspirando profundamente.
- ¿Dinos que traemos?

- Traen sus vidas y unos pajaritos en sus manos.
Palideciendo, los dos jóvenes replican:
- ¿Dinos como están esos pajaritos?
- Ya se los he dicho, pero no supieron escuchar. Abriendo los ojos y clavándolos en los de los jóvenes les dijo: Traen sus vidas y unos pajaritos entre sus manos. Esos pajaritos representan su juventud y sus vidas, ellas están como ellos: en sus manos. Si los quieren vivos, vivirán, si los quieren muertos, morirán".

¿Sabes lo que quieres y como lo quieres?

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