Lo que no quieres que te hagan a ti, no lo hagas tampoco tú a los demás

Evangelio según San Lucas 13,1-9. 


En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".


San Juan Pablo II

Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920.

Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él. Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro. Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania. A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del ”Teatro Rapsódico”, también clandestino. Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda. En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada ”Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyla tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado. Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la ”sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros. Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994. Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno ”in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio. Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas,11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: ”Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); ”Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003); ?¡Levantaos! ¡Vamos!? (mayo de 2004) y ?Memoria e identidad? (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

Fue beatificado por Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011, que en su homilía lo recordó así:

”Hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium”.

”El nuevo Beato escribió en su testamento: ”Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszy½ski, me dijo: ”La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio”. Y añadía: ”Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado”. ¿Y cuál es esta ”causa”? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: ”(No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás”.

”Karol Wojtyla subió al solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su ”timonel”, el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar ”umbral de la esperanza”. Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de ”adviento”, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz”. Juan Pablo II fue canonizado, junto con Juan XXIII, por el Papa Francisco en una ceremonia histórica a la que asistió el Papa emérito, Benedicto XVI, el 27 de abril de 2014.

Vatican Information Service

Karol Józef WoJtyła nació en Wadowice (Polonia), el 18 de mayo de 1920.

Fue el segundo de los dos hijos de Karol Wojtyła y de Emilia Kaczorowska, que murió en 1929. Su hermano mayor Edmund, de profesión médico, murió en 1932 y su padre, suboficial del ejército, en 1941.

A los nueve años recibió la Primera Comunión y a los dieciocho el sacramento de la Confirmación. Terminados los estudios en la escuela media de Wadowice, en 1938 se matriculó en la Universidad Jagellónica de Cracovia.

Cuando las fuerzas de la ocupación nazi cerraron la Universidad en 1939, el joven Karol trabajó (1940-1944) en una cantera y en una fábrica química de Solvay para poder mantenerse y evitar la deportación a Alemania.

Sintiendo la llamada al sacerdocio, a partir de 1942 siguió los cursos de formación en el seminario mayor clandestino de Cracovia, dirigido por el Card. Arzobispo Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también éste clandestino.

Después de la guerra, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal, que tuvo lugar en Cracovia el 1 de noviembre de 1946. Seguidamente, fue enviado por el Card. Sapieha a Roma, donde obtuvo el doctorado en teología (1948) con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de san Juan de la Cruz. En este período -durante las vacaciones- ejerció el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos en Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948, regresó a Polonia y fue coadjutor, primero, en la parroquia de Niegowić, en los alrededores de Cracovia, y después en la de San Florián, en la ciudad, donde fue también capellán de los universitarios hasta 1951, cuando retomó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953, presentó en la Universidad Católica de Lublín una tesis sobre la posibilidad de fundamentar una ética cristiana a partir del sistema ético de Max Scheler. Más tarde, fue profesor de Teología Moral y Ética en el seminario mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología de Lublín.

El 4 de julio de 1958, el Papa Pío XII lo nombró Obispo Auxiliar de Cracovia y titular de Ombi. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958, en la catedral de Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964, fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, que lo crearía Cardenal el 26 de junio 1967. Participó en el Concilio Vaticano II (1962-65) dando una importante contribución a la elaboración de la constitución Gaudium et spes. El Cardenal Wojtyła participó también en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos, anteriores a su Pontificado. Fue elegido sucesor de San Pedro, con el nombre de Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978, y el 22 de octubre inició su ministerio de Pastor universal de la Iglesia.

El Papa Juan Pablo II realizó 146 visitas pastorales en Italia y, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 332 actuales parroquias romanas. Los viajes apostólicos por el mundo -expresión de la constante solicitud pastoral del Sucesor de Pedro por todas las Iglesias- han sido 104. Entre sus documentos principales, se encuentran 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. Al Papa Juan Pablo II se le atribuyen también 5 libros: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre 1994); "Don y misterio: en el cincuenta aniversario de mi sacerdocio" (noviembre 1996); "Tríptico romano", meditaciones en forma di poesía (marzo 2003); "¡Levantaos, vamos!" (mayo 2004) y "Memoria e Identidad" (febrero 2005).
El Papa Juan Pablo celebró 147 ritos de beatificación -en los cuales proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Tuvo 9 consistorios, en los que creó 231 (+ 1 in pectore) Cardenales. Presidió también 6 reuniones plenarias del Colegio Cardenalicio.

Desde 1978, convocó 15 asambleas del Sínodo de los Obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 asamblea general extraordinaria (1985) y 8 asambleas especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y 1999).

El 13 de mayo de 1981 sufrió un grave atentado en la plaza de San Pedro. Salvado por la mano maternal de la Madre de Dios, después de una larga hospitalización y convalecencia, perdonó a su agresor y, consciente de haber recibido una nueva vida, intensificó sus compromisos pastorales con heroica generosidad.

En efecto, su solicitud de Pastor encontró además expresión en la erección de numerosas diócesis y circunscripciones eclesiásticas, en la promulgación de los Códigos de derecho canónico latino y de las iglesias orientales, en la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Proponiendo al Pueblo de Dios momentos de particular intensidad espiritual, convocó el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, además del Gran Jubileo de 2000. Se acercó a las nuevas generaciones con las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud.

Ningún otro Papa ha encontrado a tantas personas como Juan Pablo II: en las Audiencias Generales de los miércoles (más de 1.160) han participado más de 17 millones y medio de peregrinos, sin contar todas las demás audiencias especiales y las ceremonias
religiosas (más de 8 millones de peregrinos sólo durante el Gran Jubileo del año 2000), y los millones de fieles con los que se encontró durante las visitas pastorales en Italia y en el mundo; numerosas también las personalidades políticas recibidas en audiencia: se pueden recordar a título de ejemplo las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con Jefes de Estado, e incluso las 246 audiencias con Primeros Ministros.

Murió en Roma, en el Palacio Apostólico Vaticano, el sábado 2 de abril de 2005 a las 21.37 h., en la vigilia del Domingo in Albis y de la Divina Misericordia, instituida esta última por él. Los solemnes funerales en la Plaza de San Pedro y su sepultura en las Grutas Vaticanas fueron celebrados el 8 de abril.
 
La Didajé (c. 60-120), catequesis judeo-cristiana 
§ 1-6


«Escoge, pues, la vida» (Dt 30,19)

Hay dos caminos: uno el de la vida, otro el de la muerte; pero entre los dos hay una gran diferencia. Pues bien, el camino de la vida es el siguiente: Primero amarás a Dios que te ha creado; en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; y lo que no quieres que te hagan a ti, no lo hagas tampoco tú a los demás. Y esta es la enseñanza que viene de estas palabras: Bendecid a los que os maldicen, pedid por vuestros enemigos, ayunad por los que os persiguen. ¿Qué mérito tiene, en efecto, amar a los que os aman? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por eso vosotros amad a los que os odian y no tendréis enemigos. Abstente de los deseos carnales y corporales... 

     

El segundo mandamiento de la doctrina es éste: No matarás, no serás un adúltero, no seducirás a los muchachos, no cometerás ni fornicación, ni robo, ni magia, ni envenenamiento; no matarás bajo ningún pretexto a niños ni por aborto o después de nacer; no desearás los bienes de tu prójimo. No perjurarás, ni dirás falso testimonio, ni mantendrás propuestas difamatorias, ni guardarás rencor. No tendrás dos maneras de pensar ni dos palabras: porque la duplicidad en el lenguaje es una trampa mortal. Tu palabra no será mentirosa, ni vana, sino efectiva. No serás ni avaro, ni rapaz, ni hipócrita, ni malvado, ni orgulloso; no tendrás malos proyectos contra tu prójimo. No debes odiar a nadie, sino que debes reprender a uno y orar por ellos, y amar a los demás más que a tu propia vida. 

      Hijo mío, huye del mal y de todo lo que se parece al mal... Vigila que nadie te desvíe de este camino de la doctrina, porque éste tal te enseña lejos de Dios. Si puedes llevar todo entero el yugo del Señor, serás perfecto; si no, por lo menos haz lo que esté en tu mano. 

Referencias bíblicas: Mt 22,37s; 7,12; Tb 4,15; Mt 5,44s; 1P 2,11; Ex 20; Mt 24,4)

¿Qué tipo de frutos estoy dando?

Lucas 13, 1-9. Sábado XXIX tiempo ordinario. Ciclo C. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria

(para ponerme en presencia de Dios)

Señor, gracias por este nuevo día, por el don de la vida y por las gracias que me has dado. Te ofrezco este rato de oración para pedirte perdón por las veces que te he ofendido y te he olvidado, pero confío en tu misericordia y tu amor, que me levantan y me ayudan a fortalecer más mi relación contigo. Te pido aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Meditando en tus palabras, Señor, mi corazón se siente llamado a un examen sincero delante de Ti. Muchas veces caigo en la tentación de juzgar a los demás según el estado de vida que llevan, por sus errores o por sus miserias, y no me doy cuenta de que, en el fondo, yo no me encuentro “libre de culpas”. Conoces muy bien el interior del hombre y sabes que a veces puedo caer en la tentación de la soberbia, creerme superior a los demás y  capaz de juzgarlos, cuando realmente no es así.

Por eso, tu invitación es clara: ¡conviértete! Que entre en lo más profundo de mi corazón y enderece el camino, levante nuevamente la mirada viendo hacia la meta, que eres Tú. Ayúdame a conocerme a fondo, reconociendo con humildad mis debilidades y pecados;  ayúdame con tu gracia a que cada día pueda seguir siempre hacia donde Tú quieres.

Además, tu paciencia y tu misericordia me dan confianza para volver a comenzar. El escuchar la parábola de la higuera me hace recapacitar y me dice que Tú estás ahí para ayudarme a dar esos frutos que el Padre quiere que yo dé. Ten misericordia de mí, Señor, y dame un arrepentimiento sincero de mis pecados para así, amarte con un corazón más puro.

“Echemos un vistazo a Pablo con su valentía que proviene de este amor, y miremos a Jesús que llora sobre aquella ciudad que no es fiel. Miremos la fidelidad de Pablo y la infidelidad de Jerusalén, y al medio veamos a Jesús, su corazón, que nos ama tanto. ¿Qué podemos hacer? La pregunta: ¿me parezco más a Pablo o a Jerusalén? Mi amor por Dios es tan fuerte como el de Pablo o mi corazón es un corazón tibio como el de Jerusalén? Que el Señor, por la intercesión de san Juan Pablo II, nos ayude a responder a esta pregunta. ¡Que así sea!”

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 31 de octubre de 2013).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ofreceré algo que me cuesta de mi día ordinario por la conversión de los pecadores.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Amen a sus enemigos... ¡Qué difícil Señor!


Hoy a tus pies traigo un corazón que se resiste a perdonar. El dolor que le causaron fue tan fuerte, que alcanzó gravedad de tragedia para mi corazón y para mi vida... 


Hoy ante ti, Jesús Sacramentado, recordamos tus palabras: "Ama a tus enemigos.." Un mandamiento nuevo, era algo que rebasaba toda doctrina, toda ley. Era algo que estremecía las entrañas y el corazón, era algo que sobrepasaba todo sentimiento humano para llegar a tocar lo que naturalmente no correspondía a nuestro sentir, a nuestro apasionado corazón y razón cuando alguien o algo nos daña...
Jesús, nos pedías algo que tu sabías qué difícil y "cuesta arriba" es para nuestro corazón otorgar el perdón, pero...sabías que tus palabras iban a tener ejemplo y respuesta a esta petición cuando en la cruz dirías: - ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!... y por eso tus palabras: - Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen ¿no hacen lo mismo que los publicanos?. Y si saludan tan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario, ¿no hacen eso mismo los paganos?. Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial, es perfecto. (Mateo 5,43-48)

Jesús, hoy a tus pies traigo un corazón que se resiste a perdonar. El dolor que le causaron fue tan fuerte, que alcanzó gravedad de tragedia para los sentimientos y para mi vida... ¡ten compasión de mí! ¡Ayúdame para que poco a poco la paz vaya entrando en mi corazón y pueda, con tu apoyo, otorgar ese perdón que tu pides.
Pero tal vez mi corazón no tenga heridas tan profundas sino que esté lleno de rencillas, de palabras mal interpretadas, de antipatías gratuitas, de que no se por qué.... "pero no me cae bien", no soporto a "esa" persona, guardo pequeños rencores sin una causa real...de una palabra, de una mirada, de algo que no me gustó y me cayó mal... de una rivalidad... de una envidia... ya no nos hablamos... que ella o él de "su brazo a torcer" ¡yo no!.
Jesús, manso y humilde de corazón, dime ¿qué dices de este corazón que aún no ha aprendido a perdonar y no solo eso sino que no sabe orar y rogar para que, olvidando tanta pequeñez y tontería, sea generoso y pida por ella o por él?
Quiero paz, Señor, esa paz tan hermosa que tu sabes dar al corazón, al alma que se libera de la esclavitud de todos esos mezquinos sentimientos, porque ya empezó a amar como tu nos amas olvidando y perdonando todas nuestras faltas.
Quiero ser grande, volar muy alto, que por amor a ti no me importen tanto las cosas pequeñas de este mundo... parecerme a ti que sabes amar dando todo por nada, ayúdame, Señor. Amén.



El matrimonio, alianza entre un varón y una mujer

El legislador canónico indica que el matrimonio es un alianza entre un varón y una mujer. ¿Podría cambiarse esta prescripción, y admitir otras formas de matrimonio en la Iglesia? 


La legislación de la Iglesia Católica recoge, ya desde el primer canon que dedica al matrimonio, la necesidad de que la alianza matrimonial está constituida por un varón y una mujer. Trataremos de analizar aquí el alcance de esta indicación, así como las motivaciones del legislador canónico al dar esta norma.


El derecho canónico, al regular el matrimonio, recoge una figura jurídica anterior a él mismo: en efecto, el legislador en tantas ocasiones, al regular una institución, no lo hace con plena libertad de legislar, sino que se debe limitar a recoger las figuras que existen, y procurar ordenar las relaciones de justicia que de ahí surgen. Ciertamente, al regularlas, habrá de innovar muchas veces, pero no podrá alterar aquellos aspectos de la institución que le son esenciales. Si lo hace, no estamos ante la institución que originó la legislación, sino otra distinta, probablemente necesaria y legítima, pero la institución que originó la legislación sigue existiendo, y sigue estando necesitada de que el derecho reconozca las relaciones de justicia que surgen. Esto es, dicho de otro modo, una exigencia del derecho natural.


Valga un ejemplo. Si en la sociedad civil el legislador, al afrontar los efectos jurídicos de la filiación y la paternidad, concede que la autoridad civil puede reconocer un padre distinto del biológico, no podrá hacerlo hasta el punto de negar que la esencia de la filiación y la paternidad es la relación biológica que existe. Puede haber otra filiación, pero existirá a modo de semejanza con la biológica o natural. En este ejemplo, la filiación y paternidad aprobada por la autoridad civil sería la adoptiva, cuya necesidad en la sociedad está fuera de duda. Pero lo que no puede aprobar el legislador es ignorar que la esencia de la filiación y paternidad es el vínculo biológico que existe entre un hijo y su padre o madre, al menos como semejanza o modelo. Una legislación así sería simplemente absurda, entre otros motivos porque seguirá habiendo padres e hijos, y necesitan que el ordenamiento regule sus relaciones.


Y sin embargo, si se consulta cualquier Código civil se puede observar que la mayor parte de los artículos sobre la filiación se dedican a asuntos como las herencias y sucesiones, la administración de los bienes del hijo por sus padres, la autorización del juez para ciertas decisiones, etc. Si acaso, algún artículo con sabor de anticuado que indica que los hijos deben respeto y obediencia a sus padres, y éstos deben procurar el bienestar de sus hijos. Cualquiera se da cuenta que la esencia de la filiación y paternidad no es la que aparece en el Código. También lo sabe el legislador, aunque como es comprensible debe regular las relaciones de justicia que surgen, no definir la esencia de qué es un padre y un hijo y cómo se deben tratar.


Al matrimonio se puede aplicar esta doctrina. Cuando se lee el Código de derecho canónico, se observa que la mayoría de los cánones se dedican al consentimiento, los impedimentos, la convalidación y otros aspectos similares. Todos ellos son necesarios, pero no definen la esencia del matrimonio.



¿Cuál es, pues, la esencia del matrimonio? En parte la respuesta está en el canon 1055 § 1. Este canon, por otro lado, recoge casi literalmente la doctrina contenida en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II. Se debe recordar, como ya se ha indicado, que el legislador canónico no tiene disponibilidad sobre la esencia del matrimonio. En esta materia se limita a recoger la institución de derecho natural que existe. He aquí el canon 1055 § 1:


Canon 1055 § 1: La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.


Hemos indicado que recoge la esencia del matrimonio, en parte. Puesto que la esencia del contrato matrimonial más bien habría que buscarla en la familia, en el mutuo acuerdo al que llegan los contrayentes en formar una familia. Por familia se debe entender lo que es natural a esta institución, es decir, incluye la disposición a la generación y educación de los hijos.

¿Puede haber matrimonios en los que no haya posibilidad de descendencia? Se trata de uno de los grandes debates actuales. A veces se habla de modelos de familia, para ampliar el concepto de familia a otras uniones en las que no existe esta posibilidad, o para incluir a las uniones no matrimoniales en las que hay descendencia. Sin entrar en el debate de fondo, desde luego quien defiende que haya otros modelos de familia está mirando a un tipo de familia como prototipo de familia: los otros modelos de familia que defiende intentan asemejarse al concepto de familia que todos conocemos, en el que hay padres e hijos unidos establemente por un vínculo libremente adquirido por los padres. Por eso, parece que sería un error que el legislador llamara familia a lo que no es, ni puede ser.


Por lo tanto, no sería lógico que el legislador aprobara como matrimonial una unión en la que no existe la posibilidad de descendencia natural. En ese sentido el Código de derecho canónico prescribe que el matrimonio canónico es un consorcio entre hombre y mujer. Por lo que se lleva dicho hasta aquí, se ve claro que este concepto de matrimonio no está a disposición del legislador canónico: no podría aprobar un matrimonio en el que no haya un varón y una mujer. Tal supuesto matrimonio desvirtuaría la esencia misma del matrimonio, pues sería otra unión. A esta conclusión se puede llegar también a la luz del canon 1096, que prescribe que el conocimiento mínimo del matrimonio que se debe tener incluye que se trata de un consorcio permanente entre un varón y una mujer.


Como se ve, se trata de una exigencia de la naturaleza del matrimonio. Pero el matrimonio es más amplio que la posibilidad de que haya descendencia o prole: quien quiera conocer el pensamiento del legislador canónico acerca del matrimonio, no puede limitarse a examinar el Código de derecho canónico. En el matrimonio entran otras consideraciones, como son la complementariedad entre los contrayentes, el recíproco respeto y la mutua ayuda, entre otras muchas, que el canon 1055 resume en la expresión “el bien de los cónyuges”. Aun así, siguiendo con el ejemplo de la legislación civil y la filiación, hay muchísimos aspectos que se escapan al Código, no por desconocimiento del legislador, sino porque no es posible recogerlos en un texto jurídico. No se puede pretender que un cuerpo legal, con la concisión y rigor propias del lenguaje jurídico, exprese o regule cuestiones como el amor que deben tener los cónyuges. Pero el legislador no ignora que el amor conyugal forma parte del bien de los cónyuges. El desarrollo de esta cuestión excede del objetivo de este artículo.


Sin embargo, el amor sólo no constituye un matrimonio. En una pareja puede existir el amor, pero mientras no se decidan a poner en marcha un proyecto de unión que incluya la formación de una familia, no se puede hablar de matrimonio. Puede ser una relación legítima, y laudable desde el punto de vista moral, pero no hay matrimonio. Estaríamos ante una alianza de otro tipo. No sería lógico que el legislador aplicara las normas del matrimonio a esta relación.


Se debe añadir, además, una precisión: el reconocimiento del matrimonio como una realidad heterosexual, no se basa en una razón de discriminación o desigualdad con ninguna persona por razón de su tendencia o gustos, sino que -como se puede observar por lo que se lleva dicho- tiene su fundamento en la naturaleza del matrimonio. Es decir, por poner un ejemplo, aunque una pareja de homosexuales pueda acordar una unión lo más estrecha que la legalidad permita -sin entrar aquí a juzgar la legitimidad de tal unión legal-, nunca podrán tener descendencia. Nunca podrán crear una familia.

Desaprobar una unión matrimonial para estas parejas no es discriminación hacia ellos, sino reconocer este hecho, que es tan claro que ningún legislador puede cambiar.

El Papa Francisco, en la audiencia del miércoles

Evoca a Juan Pablo II y su 'No tengáis miedo, abrir las puertas a Cristo'
El Papa alienta al diálogo: "No gritar, no avasallar al otro, corazón abierto"
"No dialogamos cuando no escuchamos o interrumpimos, para demostrar que tenemos razón"
José Manuel Vidal, 22 de octubre de 2016 a las 10:30
Si no dejo que el otro me diga todo lo que lleva en el corazón y comienzo a gritarn o hay diálogo...Hoy se grita tanto...



(José M. Vidal).- Multitudinaria audiencia jubilar del Papa en San Pedro, bajo el lema 'Misericordia y diálogo'. En su catequesis, Francisco hizo un canto al diálogo, que implica escucha humilde y paciente, respeto y caridad. Por eso, para dialogar es necesario "no gritar, no avasallar al otro" y no interrumpirlo continuamente, para demostrar que tenemos razón.
Día soleado en Roma y la gente que llena la Plaza de San Pedro y llega hasta la avenida de la Conciliazione.

Lectura del pasaje de la samaritana del Evangelio de Juan:..."¡Dáme de beber!...El agua que yo le daré se convertirá en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna...Señor, dáme de esa agua"

Algunas frases de la catequesis del Papa

"Lo que llama la atención del pasaje es el diálogo entre la mujer y Jesús"
"Un aspecto muy importante de la misericordia es el diálogo"
"Ante todo, es un signo de gran respeto"
"Pone a la gente en condición de escucha"
"En segundo lugar, el diálogo es expresión de caridad"
"Además, nos invita a ponernos delante del otro, viéndolo como un don de Dios"
"No dialogamos cuando no escuchamos bastante o tratamos de interrumpir a los otros, para demostrar que tenemos razón"
"No dejamos que el otro termine de explicar lo que quiere decir y esto impide el diálogo y es agresión"
"El auténtico diálogo necesita momentos de silencio"
"Dialogar ayuda a las personas a humanizar las relaciones y a superar las incomprensiones"
"Hay tanta necesidad de diálogo en nuestras familias"
"Cuánta ayuda puede venir entre el idálogo entre los maestros y los alumnos y entre los empresarios y los empleados"
"Del diálogo vive también la Iglesia"
"El diálogo sobre la creación es una exigencia"
"O el diálogo entre las religiones"
"Todas las formas de diálogo son expresión de la gran exigencia del amor de Dios"
"El diálogo abate el muro de las divisiones y de la incompnresiones y crea puentes de comunicación"
"No se olviden. Dialogar es escuchar lo que el otro me dice y decir, con humildad, lo que yo pienso"
"Si no dejo que el otro me diga todo lo que lleva en el corazón y comienzo a gritarn o hay diálogo...Hoy se grita tanto..."
"No gritar, no avasallar al otro, corazón abierto"
"Con el diálogo podemos hacer crecer las semillas de la misericordia de Dios"

Texto íntegro del saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas


En el encuentro con la mujer Samaritana, Jesús entra progresivamente en su vida y le da la posibilidad de expresarse. El diálogo entre ellos se revela como un acto fundamental para encontrar la misericordia divina.

El diálogo permite conocer, entender y acoger las exigencias de cada persona; es expresión de caridad para buscar el bien común; nos coloca delante del otro viéndolo como un don de Dios, que nos interpela y ayuda a humanizar nuestras relaciones y a superar los desacuerdos; nos da la ocasión para escucharnos recíprocamente y resolver los inconvenientes que se presentan.

La Iglesia necesita del diálogo para comprender las necesidades y anhelos que están en el corazón de los hombres y las mujeres de cada tiempo, y poder salir a su encuentro con una palabra de esperanza. En este diálogo constante, la Iglesia descubre la verdad profunda de su misión en medio del mundo y contribuye a la construcción de la paz.


***


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los invito a ser por medio del diálogo instrumentos que creen una red de respeto y fraternidad para derribar los muros de la división y de la incomprensión, y así crear puentes de comunicación para ser signos de la misericordia de Dios. Muchas gracias.

Saludo en polaco

Recuerda su paso por Polonia y por el campo de Auschwitz

"Hace 38 años, resonaban en esta plaza las palabras: 'No tengáis miedo. Abrir las puertas a Cristo'"

"Juan Pablo II, Papa de profunda espiritualidad"

Queridos hermanos y hermanas

han llegado aquí, en peregrinación nacional para agradecer a Dios por el Bautismo que su pueblo recibió hace 1050 años, así como por todo el bien que ha nacido en los corazones de los jóvenes de todo el mundo, durante el inolvidable encuentro en Cracovia. Me uno a ustedes en este agradecimiento. Me siento inmensamente agradecido a Dios que me ha permitido conocer su nación, la patria de San Juan Pablo II, donde pude visitar el Santuario de Jasna Gora, el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia y el Centro Juan Pablo II ‘No tengan miedo'.
A Aquel que se identifica sobre todo en cada hombre humillado y que sufre, le agradezco por el silencio que me fue concedido en el lugar del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. ¡En este silencio el mensaje de la misericordia asume una importancia inaudita!».

Luego en su emocionado recuerdo, el Papa Francisco repitió en la Plaza de San Pedro la exhortación al mundo de San Juan Pablo II, el 22 de octubre de 1978:

«Queridos hermanos y hermanas,

Hace exactamente treinta y ocho años, casi a esta hora, en esta Plaza resonaban las palabras dirigidas a los hombres de todo el mundo: ¡No tengan miedo!... Abran, aún más abran de par en par las puertas a Cristo. Estas palabras las pronunció al comienzo de su pontificado, Juan Pablo II, Papa de profunda espiritualidad, plasmada por la milenaria herencia de la historia y de la cultura polaca transmitida en el espíritu de fe, de generación en generación. Esta herencia era para él fuente de esperanza, de poder y de coraje, con que exhortaba al mundo a abrir las puertas a Cristo. Esta invitación se transformó en una incesante proclamación del Evangelio de la misericordia para el mundo y para el hombre, cuya continuación es este Año Jubilar.

Hoy anhelo desearles que el Señor les dé la gracia de cuidar y perseverar en la fe, esperanza y amor que han recibido de sus antepasados. Que en sus mentes y corazones resuene siempre el llamado de su gran compatriota a despertar en ustedes la fantasía de la misericordia, para que puedan brindar el testimonio del amor de Dios a todos los que lo necesitan.

Les pido que me recuerden en sus oraciones ¡Los bendigo de corazón! ¡Alabado sea Jesucristo!»

La enseñanza y ejemplo de San Juan Pablo II también en su bienvenida a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:

«Hoy es la memoria litúrgica de San Juan Pablo II. Que su coherente testimonio de fe sea una enseñanza para ustedes, queridos jóvenes, para afrontar los desafíos de la vida. A la luz de su ejemplo, queridos enfermos, abracen con esperanza la cruz de la enfermedad. Invoquen su celestial intercesión, queridos recién casados, para que nunca falte el amor en su nueva familia».

En la víspera de la Jornada Mundial de las Misiones el Papa Francisco exhortó a todos a «acompañar con la oración y con ayuda concreta la acción evangelizadora de la Iglesia en los territorios de misión».

Catequesis completa del Papa Francisco

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El pasaje del Evangelio de Juan que hemos escuchado (cfr 4,6-15) narra el encuentro de Jesús con una mujer samaritana. Lo que impresiona de este encuentro es el diálogo entre la mujer y Jesús. Esto nos permite hoy subrayar un aspecto muy importante de la misericordia, que es precisamente el diálogo.

El diálogo permite a las personas conocerse y comprender las exigencias de uno y del otro. Ante todo, es una señal de gran respeto, porque coloca a las personas en actitud de escucha y en la condición de acoger los mejores aspectos del interlocutor. En segundo lugar, el diálogo es expresión de caridad, porque, si bien no ignorando las diferencias, puede ayudar a buscar y a compartir el bien común. Además, el diálogo nos invita a ponernos ante el otro viéndolo como un don de Dios, que nos interpela y nos pide ser reconocido.

Muchas veces no vamos al encuentro de los hermanos, a pesar de vivir junto a ellos, sobre todo cuando hacemos prevalecer nuestra posición sobre la del otro. No dialogamos cuando no escuchamos lo suficiente o tendemos a interrumpir al otro para demostrar que tenemos razón. Cuántas veces, cuántas veces estamos escuchando a una persona, la detenemos, y decimos: "¡No! ¡No! ¡No es así!" y no dejamos que la persona termine de explicar aquello que quiere decir. Y esto impide el diálogo: esto es agresión. El verdadero diálogo, en cambio, necesita de momentos de silencio, en los cuales captar el don extraordinario de la presencia de Dios en el hermano.

Queridos hermanos y hermanas, dialogar ayuda a las personas a humanizar las relaciones y a superar las incomprensiones. Hay tanta necesidad de diálogo en nuestras familias, y ¡cómo se resolverían más fácilmente las cuestiones si aprendiéramos a escucharnos recíprocamente! Es así en la relación entre marido y mujer, y entre padres e hijos. Cuánta ayuda puede surgir también del diálogo entre los maestros y sus alumnos; o entre los dirigentes y los obreros, para descubrir las mejores exigencias del trabajo.

La Iglesia también vive del diálogo con los hombres y las mujeres de cada tiempo, para comprender las necesidades que se encuentran en el corazón de toda persona y para contribuir a la realización del bien común. Pensamos en el gran don de la creación y en la responsabilidad que tenemos todos de proteger nuestra casa común: el diálogo sobre este tema tan importante es una exigencia ineludible. Pensamos en el diálogo entre las religiones, para descubrir la verdad profunda de su misión en medio a los hombres, y para contribuir a la construcción de la paz y de una red de respeto y de fraternidad (cfr Enc. Laudato si', 201).

Para finalizar, todas las formas de diálogo son expresiones de la gran exigencia de amor de Dios, que va el encuentro de todos y en cada uno coloca una semilla de su bondad, para poder colaborar con su obra creadora. El diálogo derriba los muros de las divisiones y de las incomprensiones; crea puentes de comunicación y no consiente que alguien se aísle, encerrándose en su pequeño mundo propio.

No olviden: dialogar es escuchar aquello que me dice el otro y decir con mansedumbre aquello que pienso yo. Si las cosas funcionan así, la familia, el barrio, el lugar de trabajo serán mejores. Pero si no dejo que el otro diga todo aquello que tiene en el corazón y comienzo a gritar - hoy se grita tanto - esta relación no terminará bien; no terminará bien la relación entre marido y mujer, entre padres e hijos. Escuchar, explicar, manso, no gritar al otro, no gritar: corazón abierto.

Jesús conocía bien aquello que estaba en el corazón de la samaritana, una gran pecadora; no obstante no le negó el poder expresarse, la dejó hablar hasta el final, y entró poco a poco en el misterio de su vida. Esta enseñanza es también válida para nosotros. A través del diálogo, podemos hacer crecer los signos de la misericordia de Dios y hacerlos instrumento de acogida y de respeto. Gracias.

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