«¿Todavía no veis? ¿No acabáis de entender?

Evangelio según San Marcos 8,14-21. 

Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: "Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes". 

Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: "¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?". Ellos le respondieron: "Doce". "Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?". Ellos le respondieron: "Siete". Entonces Jesús les dijo: "¿Todavía no comprenden?". 

Fiesta de los Santos:Cirilo, monje, y Metodio, obispo, patronos de Europa

Santos Cirilo y Metodio, misioneros

Fiesta de san Cirilo, monje, y san Metodio, obispo, hermanos nacidos en Tesalónica, que enviados a Moravia por el obispo Focio de Constantinopla para predicar la fe cristiana, allí crearon signos propios para traducir del griego a la lengua eslava los libros sagrados. En un posterior viaje a Roma, Cirilo, que antes se llamaba Constantino, enfermó, y habiendo profesado como monje, descansó en el Señor en este día. Metodio, constituido obispo de Sirmium por el papa Adriano II, evangelizó la región de Panonia, y en todas las dificultades que soportó fue siempre ayudado por los Pontífices Romanos; recibió finalmente el premio celestial por sus trabajos en Velherad, en Moravia, el día seis de abril.

Se venera a estos dos hermanos originarios de Tesalónica como apóstoles de los eslavos del sur y padres de la literatura eslava. Cirilo, el más joven de los dos, recibió en el bautismo el nombre de Constantino y tomó el de Cirilo poco antes de su muerte, junto con el hábito de monje. Fue enviado a Constantinopla muy joven. Allí hizo sus estudios, bajo la dirección de León el Gramático y de Focio. Aunque era más versado en las ciencias profanas que en la teología, fue ordenado diácono. Probablemente, no recibió sino hasta más tarde el sacerdocio. Sucedió a Focio en su sede, y la fama de su sabiduría le ganó el título de «el filósofo». Durante algún tiempo se retiró a un monasterio, pero, el año 861, el emperador Miguel III le envió en una embajada religioso-política ante el gobernador de los kázaros, que habitaban la región entre el Dniéper y el Volga. El santo desempeñó con éxito su misión, aunque sin duda se ha exagerado mucho el número de los que convirtió a la fe. Metodio, el hermano mayor de Cirilo, había sido gobernador de una de las colonias eslavas en la provincia de Opsikion y, después, había tomado el hábito de monje. Acompañó a su hermano en la embajada ante el gobernador de los kázaros y, a su vuelta a Grecia, fue elegido abad de un importante monasterio.

El año 862, llegó a Constantinopla un embajador de Rostislavo, príncipe de Moravia, para obtener que el emperador enviase misioneros capaces de evangelizar a los eslavos en su propio idioma. Rostislavo deseaba, por otra parte, congraciarse con Bizancio para defenderse de sus poderosos vecinos, los germanos.

El emperador de Oriente vio en ello la ocasión de contrarrestar la influencia del emperador de Occidente en aquellas regiones, en las que ya se habían introducido los misioneros germanos. La empresa sonreía, por lo demás, a Focio, patriarca de Constantinopla, quien escogió para la tarea a san Cirilo y san Metodio, cuya cultura y conocimiento del eslavo los hacían capaces de crear un alfabeto escrito de la lengua del país. Probablemente, los sucesores de san Cirilo inventaron, sirviéndose de las mayúsculas griegas, el alfabeto «cirílico», del que se derivan los caracteres actuales del ruso, del serbio y del búlgaro. Antiguamente se atribuía por error a san Jerónimo la creación del alfabeto «glagolítico» en que están escritos los libros litúrgicos eslavo-románicos de ciertas regiones católicas de Yugoslavia; pero dicho alfabeto fue probablemente inventado por el mismo san Cirilo, a quien, según la leyenda, Dios lo reveló directamente. Como tantos otros aspectos de la historia de san Cirilo y san Metodio, la cuestión de los alfabetos es muy oscura. La lengua sudeslava de san Cirilo y san Metodio es, hasta la fecha, el idioma litúrgico de los rusos, de los ucranios, de los serbios y de los búlgaros, tanto católicos como ortodoxos.

Los dos hermanos partieron de Constantinopla con varios compañeros el año 863. En la corte de Rostislavo fueron muy bien recibidos y emprendieron inmediatamente la tarea. Pero la posición de los misioneros era muy difícil. El empleo del idioma de la región en la predicación y la liturgia los hacía muy populares entre los habitantes; pero el clero germánico se oponía a ello, sostenido por el emperador Luis el Germánico, quien obligó a Rostislavo a prestarle juramento de fidelidad. Los misioneros bizantinos, que habían traducido al eslavo algunas perícopas de la Escritura y los himnos litúrgicos, prosiguieron con éxito la evangelización. Pero uno de los grandes obstáculos era la falta de un obispo que ordenase nuevos sacerdotes, puesto que el prelado germánico de Passau se negó a hacerlo. Entonces, san Cirilo decidió ir a Constantinopla a pedir ayuda.

Llegó a Venecia acompañado por su hermano, pero había escogido el peor momento: Focio acababa de ser excomulgado y la Santa Sede miraba con desconfianza a todo el Oriente. Los misioneros fueron mal acogidos en Venecia, donde se les consideraba como protegidos del emperador de Oriente y se criticaba el empleo que hacían del eslavo en la liturgia. Según una de las fuentes, el papa san Nicolás I los llamó a Roma. En todo caso, es cierto que los misioneros fueron a la Ciudad Eterna, llevando las pretendidas reliquias de san Clemente Papa, que san Cirilo había recobrado a su paso por Crimea. El papa san Nicolás había muerto mientras tanto; pero Adriano II, su sucesor, acogió calurosamente a los portadores de un regalo tan precioso. Después de juzgar la causa de los misioneros, Adriano II determinó conferir a Cirilo y Metodio el episcopado, aprobó la ordenación sacerdotal de los eslavos convertidos, y alabó el empleo de la lengua eslava en la liturgia. No parece que san Cirilo haya sido realmente consagrado, ya que murió cuando se hallaba en Roma, el 14 de febrero del 869. Según la versión italiana de la leyenda, después de la muerte de san Cirilo, san Metodio dijo a Adriano II: «El último deseo de nuestra madre, cuando dejamos la casa paterna para ir a evangelizar el país en que hemos trabajado hasta ahora, con la gracia de Dios, fue que, al morir uno de nosotros dos, el otro se encargase de transportar su cadáver para darle sepultura en nuestro monasterio. Así pues, os ruego que me ayudéis en esta empresa». El papa estaba dispuesto a ayudar a san Metodio, pero sus consejeros le dijeron: «No conviene que dejemos salir de la ciudad el cuerpo de un hombre tan distinguido, que enriqueció nuestra ciudad con tan extraordinarias reliquias, que ganó al cristianismo naciones tan remotas y que murió entre nosotros». El papa concedió la razón a sus consejeros, y san Cirilo fue sepultado en la iglesia de San Clemente, donde se habían depositado las reliquias que él había llevado a Roma.

San Metodio se encargó de llevar adelante la empresa de evangelización. Después de recibir la consagración episcopal, volvió a su antigua misión, llevando consigo un documento en que la Santa Sede le recomendaba como hombre de «doctrina y ortodoxia perfectas». Kosel, príncipe de Panonia, pidió que se restableciese la antigua arquidiócesis de Sirmiun (actualmente Mitrovic, en Serbia); san Metodio fue nombrado arzobispo, y sus diócesis sufragáneas se extendían hasta las fronteras de Bulgaria. A pesar del apoyo y la aprobación del Sumo Pontífice, el clero germánico no cesó de poner obstáculos a la evangelización.

Por otra parte, la situación política de Moravia había cambiado, ya que Svatopluk, sobrino de Rostislavo, se había aliado con Carlomán de Baviera y había expulsado a su tío. El año 870, san Metodio compareció ante un sínodo de obispos germánicos y fue encarcelado en una celda húmeda. El papa Juan VIII no consiguió que le pusiesen en libertad sino hasta dos años más tarde y juzgó prudente retirar el permiso de predicar en eslavo (que era, según la llamaba el Pontífice, «una lengua bárbara»). Sin embargo, Juan VIII tuvo cuidado de recordar a los germanos que Panonia y todas las sedes del Ilírico dependían desde antiguo de la Santa Sede.

San Metodio continuó la evangelización durante los años siguientes. Pero Svatopluk se convirtió en enemigo suyo, porque el santo le echó en cara la vida licenciosa que llevaba. Así pues, el arzobispo fue acusado ante la Santa Sede, en 878, de seguir con las celebraciones litúrgicas en la lengua eslava y de omitir, heréticamente, la mención del Hijo en el Credo. (Advirtamos que en aquella época las palabras "y del Hijo" (Filioque) no se habían introducido todavía en todas partes y, ciertamente, no en Roma). Juan VIII convocó a Metodio a la Ciudad Eterna. Metodio consiguió probar su ortodoxia y convencer al Pontífice sobre la necesidad de emplear la lengua eslava. Aunque con ciertas reservas, Juan VIII aprobó nuevamente el empleo de dicha lengua, «porque Dios, que creó los tres principales idiomas -el hebreo, el griego y el latín-, también había creado otros para su honor y gloria». Desgraciadamente, accediendo a los deseos de Svatopluk, el Papa nombró también para la sede de Nitra, que era sufragánea de Sirmiun, a un sacerdote germánico llamado Wiching, que era enemigo acérrimo de san Metodio. Ese prelado, que era muy poco escrupuloso, llegó a falsificar documentos pontificios para perseguir a san Metodio. Después de la muerte del santo, Wiching obtuvo la sede de Sirmiun, desterró a los principales partidarios de su predecesor y anuló la mayor parte de su obra.

Según la versión de Panonia, san Metodio terminó en los cuatro últimos años de su vida la traducción de la Biblia al eslavo (excepto los libros de los Macabeos) y tradujo también una colección de leyes civiles y eclesiásticas bizantinas, llamada el «Nomokanon» (es decir: compilación de leyes). Esto parece indicar que las circunstancias impedían al santo consagrarse enteramente a los asuntos misionales y episcopales, es decir, que estaba perdiendo la batalla contra la tendencia germánica. San Metodio murió probablemente en Stare Mesto (Velehrad, en la República Checa) el 6 de abril del 884, consumido por el trabajo apostólico y la oposición de los que no estaban de acuerdo con sus métodos de evangelización. La liturgia de sus funerales se celebró en griego, en eslavo y en latín. «Las gentes acudieron con antorchas encendidas. Todo el pueblo se hallaba presente: hombres y mujeres, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, viudas y huérfanos, ciudadanos y forasteros, sanos y enfermos. Porque Metodio se había hecho todo a todos para ganar a todos para el cielo».
La fiesta de los santos Cirilo y Metodio, que se había celebrado desde antiguo en la región donde trabajaron, fue extendida a toda la Iglesia de Occidente por el Papa León XIII en 1880. Por tratarse de dos orientales que trabajaron en estrecha colaboración con la Santa Sede, se los considera como patronos especiales de la unidad de la Iglesia y de las obras que se dedican a promover la unión con las Iglesias eslavas disidentes. Los católicos checos, eslavos y croatas, así como los servios y búlgaros ortodoxos, les profesan especial devoción. Los nombres de los dos santos aparecen en la preparación de la misa bizantina de rito eslavo. Juan Pablo II, con la carta apostólica «Egregiae virtutis», del 31 de diciembre de 1980, los proclamó -junto con san Benito de Nursia- patronos de Europa, y presentó sus figuras de evangelizadores por medio de la encíclica «Slavorum apostoli», de 1985.

 Die Legende von hl. Cyrillus y la Vita S. Methodii russico-slovenice et latine, Viena, 1870), y una biografía griega de San Clemente de Okhrida (Migne, P. G., vol. CXXVI, cc. 1194-1240). En la tradición italiana de la leyenda hay una vida de San Cirilo "cum translatione sancti Clementis" (Acta Sanctorum, vol. II). La "leyenda morávica" es muy posterior a las otras dos tradiciones, que datan de los siglos IX y X. Acerca de estas fuentes, véase F. Dvornik, Les Slaves, Byzance, et Rome au IXe. siécle (1926), y Les legéndes de Constantin et de Méthodes vues de Byzance (1933). Véase también J. B. Bury, History of the Eastern Román Empire (1912); A. Lapotre, Le pape Jean VIII (1895); L. K. Goetz, Geschichte der Slavenapostel K. und M. (1897); F. Grivec, Die hl. Slavenapostel K. und M. (1928); Analecta Bollandiana, vol. XLVII (1929), pp. 178-181; y Fliche y Martin, Histoire de l´Eglise, vol. VI, pp. 451-463. 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Juan de la Cruz (1542-1591), carmelita descalzo, doctor de la Iglesia Subida del Monte Carmelo, II, 3

«¿Todavía no veis? ¿No acabáis de entender?

La fe dicen los teólogos que es un hábito del alma cierto y oscuro. Y la razón de ser hábito oscuro es porque hace creer verdades reveladas por el mismo Dios, las cuales son sobre toda luz natural y exceden todo humano entendimiento sin alguna proporción.  De aquí es que, para el alma, esta excesiva luz que se le da de fe le es oscura tiniebla, porque lo más priva (y vence) lo menos, así como la luz del sol priva otras cualesquieras luces, de manera que no parezcan luces cuando ella luce, y vence nuestra potencia visiva, de manera que antes la ciega y priva de la vista que se le da, por cuanto su luz es muy desproporcionada y excesiva a la potencia visiva. Así, la luz de la fe, por su grande exceso, oprime y vence la del entendimiento... 

Por otro ejemplo... Si a uno que nació ciego, el cual nunca vio color alguno, le estuviesen diciendo cómo es el color blanco o el amarillo, aunque más le dijesen, no entendería más así que así, porque nunca vio los tales colores ni sus semejanzas, para poder juzgar de ellos; solamente se le quedaría el nombre de ellos, porque aquello púdolo percibir con el oído; mas la forma y figura no, porque nunca la vio....  De esta manera es la fe para con el alma, que nos dice cosas que nunca vimos ni entendimos en sí ni en sus semejanzas, pues no la tienen. Y así, de ella no tenemos luz de ciencia natural, pues a ningún sentido es proporcionado lo que nos dice; pero sabémoslo por el oído, creyendo lo que nos enseña, sujetando y cegando nuestra luz natural. Porque, como dice San Pablo (Rm. 10, 17 ), «fides ex auditu», como si dijera: la fe no es ciencia que entra por ningún sentido, sino sólo es consentimiento del alma de lo que entra por el oído... Luego claro está que la fe es noche oscura para el alma, y de esta manera la da luz; y cuanto más la oscurece más luz la da de sí, porque cegando la (da) luz, según este dicho de Isaías (7,9).

Un corazón que no olvida
San Marcos 8,14-21. VI Martes de Tiempo Ordinario. Ciclo A.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, aquí estoy una vez más delante de Ti. Te doy las gracias por todo lo que, en tu infinita bondad, me has querido regalar. ¡Alabado seas, Jesús! Bendito en todo lugar tu santo nombre. Toda mi vida no bastaría para agradecerte tu inmenso amor. Creo en Ti, Jesús, y en el infinito amor que me tienes; ayúdame a creer con firmeza. Confío en que me amas por lo que soy y en que nada de lo que haga o deje de hacer podrá cambiar tu amor para conmigo; ayúdame a confiar en Ti y en tu amor incondicional. Quiero responder a tu amor amándote en los que me rodean. Llena mi corazón con tu amor y ayúdame a amar como Tú me amas.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, en este Evangelio, losdiscípulos han olvidado el pan en la orilla del lago. Parece un descuido cualquiera, pero Tú aprovechas la ocasión para instruirlos. Les dices que deben de tener cuidado con la levadura de los fariseos y de Herodes. ¿Cuál es esa levadura?

Me parece, Jesús, que te refieres a la tentación de olvidar.

Los fariseos no eran personas diabólicas, vivían hasta lo más pequeño de la ley; ayunaban frecuentemente; daban signos externos de piedad...pero en el fondo eran como unos panes muy grandes y hermosos por fuera, pero sin contenido alguno. Esto porque habían olvidado lo fundamental de su historia: Tu amor por ellos.

Me parece que lo mismo pasó con Herodes Antipas. Él fue hijo de un tirano sanguinario que te mandó matar cuando se vio burlado por los magos, sin embargo, él no tenía ninguna culpa de todas las atrocidades que su padre había cometido. De lo que sí era culpable era de haber sido capaz de renegar y de olvidar sus raíces judías con tal de hacerse con el poder. Era como un pan sin levadura: duro, frío.

Jesús, contra este peligro de olvidar pones en guardia a los apóstoles y les haces recordar los milagros que has hecho ante ellos. Lo mismo me repites hoy a mí: «No olvides las maravillas que he hecho por ti ni corras tan rápido por la vida que llegues a olvidar de dónde vienes y a dónde vas. Recuerda que siempre te he amado y que no podrás hacer nada para cambiarlo. Te amo, nunca lo olvides.»

«Él nunca olvida, pero nosotros olvidamos el encuentro con Jesús. Y esto sería una bonita tarea para hacer en casa, pensar: ¿Cuándo he escuchado realmente al Señor cerca de mí? ¿Cuándo he escuchado que tenía que cambiar mi vida y ser mejor o perdonar a una persona? ¿Cuándo he escuchado al Señor que me pedía algo? ¿Cuándo he encontrado al Señor?’ Porque nuestra fe es un encuentro con Jesús. Este es el fundamento de la fe: he encontrado a Jesús. Y cuando te acuerdes, alégrate en ello, en ese recuerdo que es un recuerdo de amor. No hay que olvidar que Cristo entiende la relación con nosotros en el sentido de una predilección, una relación de amor de tú a tú.»

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2015, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, delante de un crucifijo, le voy a agradecer a Dios por las tres mejores cosas que me hayan pasado en la vida.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Escuchar con los ojos
Dios se revela en la Palabra que necesita ser escuchada, para que nazca la fe y se dé el cambio en la persona.

Había oído la expresión hablar con los ojos, pero nunca había visto escuchar con los ojos, si se puede decir así. Y es cierto; lo vi en una misa, en directo, en la catedral de san Agustín.

El P. Rene Robert hablaba a los sordomudos en su lenguaje. Cuando él callaba, Maureen Ann Longo traducía a los presentes. Johnny Mayoral, que hacía de monaguillo, tenía una traductora para él sólo. Al presenciar esta maravilla de comunicación pensé que Dios habla a cada uno acomodándose a nuestro lenguaje.

El Señor se complace en aquellos que escuchan su palabra y los colma de bendiciones (Gn 22,17), da vida al alma (Is 55,1-3) y establece su morada en medio de su pueblo (Lv 26,12). Escuchar a Dios es la fuente de la felicidad y de la vida. Hemos de escuchar a Dios en el momento presente y llevar lo que se escucha a la vida.

Dios nos escucha en silencio y propone el mismo método para escucharle. "Dios es la Palabra y, al mismo tiempo, el gran Oyente, que acoge nuestras palabras dispersas, despeinadas, inquietas, y les va restituyendo su profundidad. Quien se ha ejercitado en oír y escuchar el Silencio es capaz de entender lo que no es dicho", dice Melloni.

Dios habla, se revela, pero hace falta que alguien recoja su palabra lanzada. Dios se revela en la Palabra que necesita ser escuchada, para que nazca la fe y se dé el cambio en la persona. La fe nace de la escucha.

El Señor constantemente suplica a su pueblo que le escuche: "Escucha, Israel" (Dt 6,4). "Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios" (Jr 7,23). "Éste es mi hijo muy amado... Escuchadlo" (Mc 9,7). La escucha es la condición primera y fundamental para el amor de Dios, y es este amor a Dios el mejor fruto que se puede conseguir. Todo el afán de la Sabiduría será llevar al creyente a la escucha.

Escuchar supone abandonarse en fe, esperanza y amor, tener la misma actitud de Abraham, Samuel y María. La escucha requiere confianza en los interlocutores.

Quien es de Dios escucha a Dios (Jn 8,47) y ha de escuchar al pobre, al huérfano y al necesitado (St 5,4). Escuchar la voz del Señor es no endurecer el corazón (Hb 3,7). Quien escucha al Señor encontrará vida en su alma (Is 55,2-3). Todo el que es de Dios escucha sus palabras (Jn 8,47) y las pone en práctica (Mt 7,26). Todo el que pertenece a la verdad escucha su voz (Jn 18,37).

Dios me habla hoy, a mí, en este mismo momento. Él quiere dialogar conmigo. Me ofrece su vida y su amistad.
Quien quiera tener vida deberá alimentarse de todo lo que sale de la boca de Dios, tendrá que escucharlo "hoy" y grabarlo en el corazón.

San Valentín: Una verdadera historia de amor
San Valentín antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor.

El Día de San Valentín es una tradición que se ha ido implantando en casi todo el mundo, de manera muy particular en América  pero más lamentable aún es su creciente  comercialización durante el siglo XX y XXI. La costumbre dicta que los enamorados, novios o esposos expresen su amor y cariño mutuamente. Mientras más grande sea el detalle más grande el amor. El comercio compite grandemente por vender, al punto de que la fiesta es tan competitiva como la Navidad.

Muchos piensan que este día se celebra desde hace poco y que surgió por los centros comerciales. Pero, como católicos nos compete clarificar varios detalles. Antes de hacerlo debo admitir que no fue hasta ahora que me interesé en buscar información sobre el particular. Ha sido tan sorprendente y significativo  para mí, que sería egoísta sino lo comparto con ustedes. El origen de esta fiesta proviene de una hermosa e increíble historia que data de  la época del Imperio Romano; señalando como protagonista a Valentín de Terni, un sacerdote católico. La celebración  es de origen anglosajón y comenzó a cobrar notoriedad a partir del siglo XIV,  tomando como nombre de Día de los Enamorados o Día del Amor y la Amistad.

San Valentín nació en Interamna Terni, unos 100km al norte de Roma, cerca del año 175. Fue ordenado por San Felicio de Foligno y consagrado obispo de Interamna por el Papa Víctor I c. 197. Famoso por su  evangelización, milagros y curaciones, este sacerdote  ejerció en Roma durante el siglo III bajo el gobierno del Emperador Claudio II quien prohibía la celebración de matrimonios entre los jóvenes. El gobernante decía que: “Los solteros sin familia son mejores soldados, ya que no tienen ataduras.”

Valentín consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador celebrando  en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. El emperador Claudio se enteró y como el sacerdote gozaba de un gran prestigio en Roma, lo llamó al Palacio. Valentín aprovechó la ocasión para hacer proselitismo del cristianismo y aunque en un principio Claudio II mostró interés, el Gobernador de Roma llamado Calpurnio lo persuadió y el emperador optó por su encarcelación. Ocurrió que el oficial Asterius, encargado de encarcelarle lo quiso ridiculizar y lo puso a prueba. “Te reto a que devuelvas la vista a mi hija Julia que nació ciega”. Valentín aceptó e impuso sus manos sobre los ojos de la joven. ”En el nombre del Señor y de su infinito amor, te devuelvo la vista”. En el nombre de Jesús, se obró el milagro.

Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. Valentín siguió preso, no pudieron liberar al sacerdote pues el débil emperador lo mandó a arrestar por temor a un levantamiento de los paganos y del ejército romano. De todas formas fue torturado y decapitado el 14 de febrero del año 270. Lo mataron de noche y en secreto para evitar la reacción del pueblo de Terni donde era muy amado. Como agradecimiento, Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba y partir de entonces el almendro ha pasado a ser símbolo de amor y amistad duraderos.

En el año 496 DC el Papa Gelasio escogió la fecha del 14 de febrero para honrar a  Valentín. Sus restos mortales se conservan en la Basílica de su mismo nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de febrero  dicho templo celebra  una hermosa ceremonia donde las parejas presentes realizan un acto de compromiso un año antes de contraer matrimonio.

Cabe preguntarnos ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a ver nuestro matrimonio como una vocación, como una oportunidad de poner ese llamado al servicio del Señor?  San Valentín antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor. Hagamos un alto este día para elevar una oración por nuestros matrimonios y pidamos a Dios por el renacer de este sacramento en el mundo.

Francisco en Sta. Marta: para evangelizar sirve coraje, sin olvidar la humildad y oración

En la fiesta de san Cirilo y Metodio, patronos de Europa

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Las características que distinguen a los grandes heraldos que difundieron el cristianismo en el mundo son coraje, humildad y oración. Lo indicó este martes el papa Francisco en la homilía de la misa diaria que celebró en la residencia Santa Marta, hoy inspirada a la liturgia de los santos Cirilo y Metodio, patronos de Europa y que hoy la Iglesia festeja.

Los santos Cirilo y Metodio fueron ‘sembradores de palabra’ además de ‘misioneros y verdaderos heraldos’ para formar al pueblo de Dios, hermanos intrépidos que fortalecieron a Europa, de quien son patronos.

La primera característica del enviado que lleva la palabra de Dios es la “franqueza” que incluye “fuerza y coraje”. Vale a decir que la Palabra de Dios no es una propuesta más: “bueno, si te gusta…”. O una idea filosófica o moral buena, sino que debe ser propuesta con franqueza, con fuerza para que la Palabra penetre -como dijo Pablo- hasta los huesos.

Quien no tiene el coraje espiritual en el corazón es porque no está enamorada de Jesús, porque de allí viene el coraje. Se podrá decir alguna cosa moral, filantrópica, pero no se llevará la palabra de Dios. Porque “solo la Palabra de Dios proclamada con franqueza, con coraje es capaz de formar al pueblo de Dios”.

El evangelio del día señala “Recen por lo tanto al Señor de la mies, para que envíe operarios a su mies”, o sea, indica el Papa, además del coraje es necesaria la oración.

“La palabra de Dios –prosigue Francisco– va proclamada junto a la oración. Siempre. Sin oración uno podrá hacer una hermosa conferencia, una bella lección: buena, buena, pero no es la Palabra de Dios”. Porque la oración hace que “el Señor riegue esta semilla para que brote”.

Una tercera condición señalada en el evangelio es que el Señor envía a los discípulos como corderos en medio a los lobos. O sea que “el verdadero predicador es aquel que es consciente de ser débil, que sabe no poder defenderse por sí mismo”. Y el Santo Padre cita a san Crisóstomo que reflexiona: ‘Si no vas como cordero, pero como lobo entre los lobos, el Señor no te protege, defiéndete solo”. Así recordó que supo de uno que “se vanagloriaba de predicar bien la Palabra de Dios y se sentía un lobo”. Y después de una hermosa predicación “fue a confesar y encontró a un ‘pez gordo’, a un gran pecador”. Este confesor “inició a llenarse de vanidad” y cuando le preguntó al pecador qué parte de sus palabras le habían tocado más, señalo: “Pasemos a otro tema”. Francisco indicó que no sabe si sea una historia verdadera, pero la cosa segura es que “se termina mal” si uno “se siente seguro de sí no como un cordero a quien el Señor defenderá”.

El Santo Padre concluyo su homilía invocando a los santos Cirilo y Metodio, para que nos ayuden para proclamar la palabra de Dios como hicieron ellos.

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